Colaboración de Juan Manuel Moral Moreno “Juanche”
Capítulo III
RECUERDOS DE UN SOLDADO
Nací el 19 Abril de 1935 en la calle La Tercia
pero en el año 1940 nos cambiamos a una casa de la calle Queipo de Llano, más
conocida en aquellos años por todos como “El
Embudo”, hoy se llama 14 de Abril;
por encima de nosotros estaba la casa en la que ahora hay una floristería; dos
casas más abajo estaba la de la Cía
Sevillana de Electricidad S.A. y en ella vivía la familia de Vicente Pancorbo “El de la luz”,
él era entonces el responsable de la Compañía en nuestro pueblo.
En el año 1946 mi familia hizo un nuevo cambio de
vivienda pues nos trasladamos a la calle Ramón
y Cajal, popularmente es más conocida como “El Pilar”, y aquí estuve viviendo hasta que en el año 1963 me fui a Barcelona para trabajar como conductor
de los autobuses urbanos. Me marché soltero y el 22 de Mayo de 1964 regresé
para casarme con María Antonia García
García el día 24.
En esa ciudad
sigo teniendo fijada la residencia pero hace ya algunos años que tenemos casa
en Villargordo (Jaén), donde también pasamos largas temporadas.
Hasta que
abandoné el pueblo de manera definitiva trabajé aquí y en otros lugares
próximos a él. En junio del 1955 me fui a trabajar a Las Infantas y me empleé en el cortijo de Santiago Martínez Aguyó. Este señor tenía de encargado a Rafael, un gran hombre que era muy
experto en la agricultura, lo entendía todo y por eso sabía descubrir sus
secretos y cómo tratarlos, él fue quien me enseñó todo lo que entonces había
que saber en ese trabajo.
Estando
trabajando en Las Infantas (Barriada de Jaén hoy y “Estación Ferroviaria”
de Villargordo) me tocó hacer la
mili y tuve que incorporarme el 22 de
Marzo del 1957 al acuartelamiento de Infantería, Pavía número 19,
localizado en San Roque (Cádiz). Ya llevaba un tiempo allí cuando
me concedieron TRES meses de
permiso… ¡Qué contento me puse!
El 31 de Octubre vine al pueblo con el
permiso pero sólo me duró la alegría 24 horas porque al día siguiente, por la
mañana temprano, vino un Guardia Civil
a casa con un “aviso oficial” en el
que se me comunicaba que tenía que incorporarme al cuartel inmediatamente. Cuando estuve en él de regreso me dieron la
noticia de que regresábamos para irnos a la “Guerra de IFNI”; así fue
como, de los tres meses concedidos, sólo estuve en el pueblo 24 horas.
Después de regresar
permanecimos acuartelados en Pavía 19 hasta
el día 27 de noviembre, ese día nos trasladaron muy temprano hasta el puerto de
Algeciras y allí fuimos embarcados a las 13 horas en el barco “VIRGEN DE ÁFRICA”. Navegamos durante
dos días hasta las Islas Canarias y en
el puerto de Las Palmas, en la isla de Gran Canarias, atracamos
pero sólo hicimos en él escala para repostar, comer al mediodía y continuar
nuestro viaje hasta Sidi Ifni.
Cuando acabó la “Guerra”,
con la derrota del ejército de Marruecos,
los soldados de reemplazo fuimos recogidos de nuevo en la playa para ser
embarcados, es decir, hicimos el mismo viaje pero esta vez más alegres y en
sentido contrario.
Al regresar al
cuartel de San Roque volvimos a la
rutina de la vida que los soldados llevábamos allí, me dieron un tiempo de
permiso y finalmente me licencié.
Una vez en el
pueblo trabajé durante un tiempo en la albañilería, ya dije en otra ocasión que
participé en la reconstrucción del Campanario de nuestra Iglesia, lo hice en la
cuadrilla de Gil García “Gilico”.
Después volví al mismo puesto
de trabajo que tenía en Las Infantas
porque el encargado, al enterarse de que ya estaba licenciado, me llamó ya que
me tenía el puesto reservado; vuelvo a repetir que era un gran hombre pues nos
enseñaba todo lo que había que saber para ser responsables en la vida.
Por todo esto Las Infantas fue, y es, mi segundo pueblo porque toda mi juventud la
pasé allí, tenía muy buenos amigos entre ellos y por eso guardo muy buenos
recuerdos de todos y del pueblo. Todavía, hoy en día, cuando regreso a Villargordo voy hasta allí y paseo por
sus calles, mientras lo hago compruebo lo que ha cambiado y voy recordando
aquellos tiempos, sus costumbres y las
gentes tan maravillosas que tiene nuestra “Estación”,
aunque reconozco que ya casi nadie me conoce cuando los visito pues hace 55
años que me marché de allí.
En el año 1961 dejé
de trabajar en las fincas de Santiago
Martínez Aguyó y me fui a la de Grañena
porque en ésta cambiaba de trabajo, ahora lo haría de “tractorista”. En dos años me saqué todos los carnés de conducir y
con ellos en la cartera ya me fui a Barcelona,
donde me coloqué a los tres meses de chófer de los “Autobuses Urbanos”. En ellos estuve desde el 20 de septiembre de 1963 hasta 1995, año en que me jubilé y, después de tanto tiempo allí,
deseábamos mucho regresar al pueblo y en él estuvimos unos cuantos años
viviendo. Cuando esa necesidad quedó satisfecha decidimos volver otra vez a Barcelona y, desde entonces, alternamos
unas temporadas aquí y otras en Villargordo.
De mi etapa
profesional en los autobuses guardo unos recuerdos imborrables y tengo una
anécdota muy curiosa.
Como llevaba
muy poco tiempo en Barcelona y no conocía nada de la ciudad pues imagínate cómo
me ponía cuando tenía que coger un autobús y meterme por una ruta de calles que
no conocía. Yo era, todo mi cuerpo, un manojo de nervios y en esas
circunstancias me ocurrió la anécdota.
Empecé el
primer día a las dos de la tarde y, en la primera vuelta que hacía, se subió
una señora de Las Infantas que era conocida como Anita “La Marcha” por lo
agradable que era, yo la conocía muy bien de cuando trabaja en aquellos campos
y entonces, alguna vez que otra, la monté en el carros cuando ella iba a
espigar. Cuando la vi parecía que había visto a mi madre, de la alegría que me
dio, y después de los saludos correspondientes le dije:
- Anita, si
conoces las calles ponte a mi lado y me haces de guía si quieres llegar a tu
casa, ya le conté que era mi primer día de trabajo y, como llevaba muy poquito
tiempo viviendo allí pues no conocía nada de Barcelona. Con ella me fue muy
bien pero, cuando se bajó, me quedé con el mismo problema. Entonces ya aprendí
la lección y, en cada vuelta, cogía a algún pasajero para que éste me fuera
guiando. Así estuve casi un año, hasta que conocí Barcelona… ¡No os podéis imaginar
los nervios que pasé hasta que aprendí los circuitos!
A Pepe “Chalequito” le pasó algo parecido pues al poco tiempo de llegar se
metió a “taxista” y tampoco conocía
nada. Muchas tardes se venía a mi casa porque, como yo tenía las tardes libres,
pues salíamos para que le explicara un poco por dónde estaban las calles.
Esto que os acabo
de contar queda ahora como chiste pero hay que vivirlo para saber lo que se
sufre.
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