Colaboración de Paco Pérez
UNA FORMA MUY PARTICULAR DE FELICIDAD FEMENINA
Con
el paso de los años cambia todo y esas modificaciones que se dan en todos los
ámbitos suceden de manera constante y no nos damos cuenta de que están
sucediendo en el físico de las personas, en las costumbres, en la climatología,
en las relaciones sociales, en el mundo laboral, en el concepto de lo que es la
felicidad… Podríamos seguir enumerando variantes y resultarían muchas más pero
sólo me voy a detener en la evolución que ha experimentado la idea de la “FELICIDAD” en la mujer, en general, y
de la villargordeña en particular.
Cuando
voy con Mari a comprar no siempre somos atendidos de inmediato pues si hay mucha clientela, y lo normal es que haya algunas señoras, entonces tenemos que esperar turno,
siempre hay conversaciones y uno de esos días surgió en ella esa temática.
Como
había mujeres de edades diferentes pues las opiniones se enriquecieron porque
no fueron del mismo tinte. Las jóvenes defendían que para ser más felices era mejor
trabajar fuera de la casa, y en lo que fuera, antes que estar toda la vida en
las labores de ama de casa. Cuando nos dejaron entrar en el diálogo a los poquísimos
hombres que allí estábamos pues quisimos hacerles entrar en razón sobre lo
cómodo que era estar en casa sin horario, arrancando cuando uno quiere y
parando por la misma razón.
Después
de un tiempo de dimes y diretes, una señora bastante mayor que las personas que
habíamos opinado, había guardado silencio porque primero escuchó las opiniones
y supo esperar su momento adecuado. Como era de otra generación, cuando intervino para zanjar el tema usó un ejemplo
real de nuestra sociedad villargordeña. Entonces nos transmitió la conversación
que tuvo muchos años atrás con Isabel
Peralta, conocida popularmente como “Isabel
la del Kiosco”, ya fallecida. Hablaron de muchas cosas y esta señora, sobre
este tema, le dijo unas sabías palabras para reflejar cómo pensaba una mujer de
su época sobre el trabajo femenino:
-
Mira lo que te voy a decir María: Por la mañana temprano el tío se va al campo,
después le echo las cabras al cabrero, los zagales se van solos a la escuela,
cierro la puerta de la calle y corro la cortina de la puerta del corral para
que no entren las moscas… ¡¡¡Jesúúúús,
qué agustico me encuentro sola!!!
La
conversación se cortó en seco y las risotadas llegaron al último rincón del
pueblo… ¡¡¡Qué feliz me sentí con
aquellas sabias palabras!!!
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