Colaboración de Paco Pérez
Antiguamente,
los ciudadanos era pisoteados por quienes los gobernaban pues los tenían sin
derechos y los presionaban con la fuerza de los soldados, les imponían cada vez
más impuestos injustos, los reyes se metían en guerras y, cuando las perdían, las
personas eran esclavizadas y deportadas a otros lugares. Salvando el escalón
del tiempo nos encontramos en nuestros días con otro modelo social que manipula
a sus votantes con otras muchas arbitrariedades. En ambas épocas esas
situaciones siempre generan lo mismo en las capas más desfavorecidas del pueblo,
dolor y lágrimas.
Dios siempre se
preocupaba de ellos, les prometía cosas por mediación de los profetas y les
daba esperanza, una de ellas fue el anuncio de una promesa… ¡¡¡La venida del Mesías!!!
La
sociedad donde vivió Juan “El Bautista” también estuvo inmersa en
un formato destructivo y nadie hacía nada para solucionar los problemas que los
tenían humillados. Él se alejó del lugar para vivir solo, lo hizo de manera no
convencional y, a quienes se acercaban hasta él, les aconsejaba que CAMBIARAN su comportamiento.
En
nuestros días ocurre igual, se habla mucho de modificar las estructuras por quienes
gobiernan los destinos de los países pero a la hora de la verdad nadie está
dispuesto a levantar la voz y dar el primer paso, tienen miedo a perder la
posición social y las comodidades alcanzadas.
Juan si fue
consecuente y cambió sus formas de vida para abandonar la familia, vivienda,
vestimenta y alimentación tradicional… ¿Estamos
dispuestos a seguir su ejemplo?
¿Qué debemos hacer?
Juan y la naturaleza nos enseñan el camino del cambio y las causas que lo motivan.
Deberemos
apoyar y participar en los movimientos que busquen el cambio de las estructuras
sociales pero no deberemos olvidar que para ello comenzaremos por comprender
que el cambio deberá de empezar en nosotros y después ya podremos empujar y propiciar
el de los demás.
El
Bautismo que impulsaba Juan necesitaba de quienes se acercaban:
Convencerse de su necesidad, desearlo, buscarlo, desnudarse de las ataduras que
esclavizan el espíritu, entrar en el agua para salir transformados y empezar
una nueva vida cargada de ilusiones.
¿Es malo desear cambiar y trabajar para ello?
Pues
hay personas que emprenden batallas y hacen barbaridades para que la sociedad
siga estancada en las viejas formas religiosas,
políticas, sociales y costumbristas.
Quienes no sean capaces de cambiar difícilmente lograrán hacer una sociedad
mejor.
Una
muestra de la necesidad de ese cambio está en los planteamientos rígidos que el
pueblo judío tenía, ellos eran los elegidos y los demás no contaban. Ellos
nunca cambiaron sus planteamientos, aunque los profetas siempre les hablaron en otra línea diferente: [Dios es el Padre de todos.]. Hoy queda
patente este mensaje en las lecturas de Isaías
y de Pablo.
Cuando Jesús se acercó a Juan éste lo reconoció y lo proclamó como se merecía. El Bautismo recibido por Jesús fue como el de los demás hombres,
porque era hombre, pero tuvo un significado diferente al que recibían los
demás. Debemos tener en cuenta que todos necesitaban cambiar de comportamiento pero
Él no, lo que hizo fue comportarse como un hombre y, al recibirlo, confirmarnos
que era el anunciado por los
profetas y que desde ese momento comenzaba la andadura de su camino. Las
palabras de Juan y la manifestación
del Espíritu Santo son las pruebas
palpables.
REFLEXIÓN
FINAL
Con este ejemplo que nos regala la
NATURALEZA voy a intentar mostrar la realidad de lo que pretendía inculcarles
Juan.
Dios nos muestra a
través de ella el camino que debemos seguir en cada momento pero nosotros nos
empeñamos en apartamos de él.
El
águila, cuando por la edad sufre el
encorvamiento de las uñas y el pico y el deterioro del plumaje pues entonces
toma conciencia de esos problemas y comprende que por ellos ya no puede cazar
como lo hacía antes, que llegará el día que no podrá volar, que no cazará y no
podrá comer y que, como consecuencia lógica, le llegará la muerte. Cuando comprende
que su vida ha llegado a esa encrucijada real pues ve con claridad que es el
momento de decidir entre vivir otro montón de años, renovando esos elementos
deteriorados, o esperar pacientemente que el hambre le regale la muerte.
Como
la naturaleza es muy sabia pues entonces deciden retirarse a un lugar escarpado
donde pasar su convalecencia después de arrancarse primero las plumas y después
las uñas y el pico. El siguiente paso será esperar durante varios meses que le
crezcan y, durante ese tiempo, guardar un riguroso ayuno.
Los
hombres no somos así, sabemos que caminamos hacía el precipicio y preferimos
caernos a él antes de modificar un milímetro nuestros hábitos.
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