Colaboración de Paco Pérez
Capítulo II
BREVES APUNTES HISTÓRICOS
Y EXPERIENCIAS REALES
Entre
1895 y 1898 España movilizó de nuevo a sus tropas con motivo de la Guerra de Cuba, lo hicieron con
reemplazos que ya estaban licenciados y también se llamaron a otros que eran
excedentes de cupo. Con esta injusticia se activó de nuevo el tema de las “redenciones” mediante los pagos en
metálico y el número de quienes lo solicitaron para no ir a Cuba se multiplicó.
En
esta guerra hubo varios villargordeños
y uno de ellos fue el abuelo de Francisco
y José Bergillos “El Albañil”. Como se hablaba en el pueblo de ello y se
aportaba muy poca información pues mostré interés en llegar hasta esos
personajes históricos y para ello me dirigí, por separado, a sus nietos.
Ninguno
pudo aportarme datos relevantes pues ambos no recordaban nada. Sólo me dijo algo Francisco y lo único que me pudo
aportar fue que por haber estado combatiendo allí, al regresar, le pusieron
como apodo “El Habanero”. Indagando
entre algunos mayores del pueblo sobre el origen de ese apodo pues dijeron
haber escuchado que a su regreso contaba cosas de cuando estuvo allí y que
visitó la ciudad de La Habana. Tal
vez, como debió de contarlo en más de una ocasión, pues todos sabemos lo
aficionados que somos los villargordeños
a poner “motes” y para hacerlo nos
agarramos a detalles normales, como pudo haber sido estar en esa ciudad cubana
y comentarlo.
Durante
nuestra Guerra Civil también fueron movilizadas
muchísimas quintas con carácter forzoso en los dos bandos; la “Quinta del Biberón”, sus componentes
tenían entre 16 y 18 años y la “Quinta
del saco”, ésta estuvo integrada por personas mayores hasta una edad tope
de 40 años. Mi padre fue reclutado por
el ejército republicano como integrante de la primera “quinta” y estuvo en el frente que hubo por Castillo de Locubín (Jaén) y otros lugares limítrofes. Acabada la contienda,
los soldados fueron informados por sus mandos de que se encaminaran hacia sus pueblos.
Iba,
en compañía de otros jóvenes compañeros, por un camino para llegar hasta un
núcleo urbano e intentar desde allí regresar a Villargordo, estaban muy contentos porque regresaban a casa, pasó junto
a ellos un camión militar, se detuvo y los invitó a subir. Lo hicieron
encantados porque se sentían cansados, el gesto les gustó y les agradecieron
que pararan y los subieran al cajón. Ellos eran muy jóvenes, no sospecharon
nada y la siguiente parada que hicieron fue al llegar a un “Campo de Concentración” que habían montado las tropas de Franco en una playa de Torremolinos (Málaga), allí permaneció preso mi padre durante tres meses, por si
no había pasado bastante hambre y calamidades en la contienda.
¿Qué había hecho él para que lo trataran así?
Ser
un español que por culpa de los políticos de entonces tuvo que sufrir el
enfrentamiento entre las dos bandos y que, obedeciendo a la República, fue incorporado al frente
por la Ley que había entonces.
Cuando
llegaron al pueblo las noticias, mi abuelo se movió para averiguar qué tenía
que hacer, reunió los papeles que se necesitaban para sacarlo de allí, viajó
hasta Málaga con ellos y se personó en el “Campo
de Concentración” con la documentación que le permitió rescatarlo. Cuando
comprobaron que todo estaba en regla lo llamaron por la megafonía del recinto
pero él ya estaba muy deteriorado y no respondió a la llamada porque ya estaba
a punto de iniciar el viaje hacia el cielo, tuvo la suerte de que un amigo de
presidio fue quien lo buscó y lo llevo hasta la recepción abrazados porque no
se sostenía en pie. Como estaba muy deteriorado y no podía viajar, se alojaron
en una pensión durante unos días para que se recuperara.
Restablecida
la paz su reemplazo fue reclutado de nuevo y tuvo que volver a vestirse de
militar, en esta ocasión para hacer el Servicio
Militar Obligatorio en Cádiz…
¡¡¡Menuda barbaridad!!!
La “mili”,
con
la Ley de 8 de Agosto de 1940 se hizo más justa para todos y ya duraba dos
años. Después se fue rebajando la temporalidad poco a poco e introduciendo otras novedades,
por ejemplo, los hijos de viuda o los que mantenían el sustento familiar quedaban
exentos y también hubo un
tratamiento especial para los que trabajaban
en la minería, la energía eléctrica... Los estudiantes podían pedir prórrogas para
la incorporación por estudios, yo
disfruté de esa normativa porque tenía pendiente la “oposición” y solicité dos años de prórroga por estudios pero, como la aprobé en
junio de 1970 y me tenía que incorporar en octubre pues comuniqué a las
autoridades militares mi deseo de incorporarme de inmediato al no necesitar la
prórroga, aceptaron mis argumentos y me informaron de que lo haría en el
siguiente reemplazo, en enero.
Los
estudiantes también podían servir mediante la Milicia Universitaria, este formato de “mili” duraba varios años y la realizaban en dos períodos de tres
meses de “Campamentos y Academias”, quienes
la hacían podían obtener al finalizarlos la graduación de sargento o alférez y, por
último, hacían 6 meses de prácticas en
un cuartel.
La
última regulación estuvo recogida en la promulgación de la Ley 55/1968, cuyo título era “Ley
General del Servicio Militar”. Con ella se pasó a servir durante 16 meses si eras de reemplazo y, si te incorporabas como voluntario, eran 20 meses. Éstos tenían la ventaja de elegir dónde hacerla.
Con
la aparición de los movimientos de pacifistas
e insumisos se fueron
promulgando leyes de exención de
diversos tipos, como la Ley de Objeción
de Conciencia, en el B. O. de las
Cortes del 1 de diciembre de 1983, Prestación
Social sustitutoria...
Hay
que hacer constar que durante la “mili”
también hubo cosas buenas para algunos pues se hizo un esfuerzo por sacar del
analfabetismo a los soldados que lo necesitaban y de ello puedo dar fe porque
les daba clase, como es lógico obligado por la ley y en horario de descanso,
luego el esfuerzo lo hacíamos los maestros. También se daba, a quienes lo
pedían, la oportunidad de aprender algunos oficios.
Finalmente,
fue José María Aznar López, el 9 de
marzo de 2001, quien acabó con esta obligación mediante la promulgación del Real Decreto que puso fin a una obligación en la que, durante 231 años, millones de españoles cumplieron con
ese deber en periodos de paz o de guerra.
Ahora
tenemos ejército profesional y, bajo
mi punto de vista, esa es la mejor respuesta a las necesidades militares de una
comunidad.
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