Colaboración de Juan Manuel Moral Moreno “Juanche”
Capítulo IV
VIVENCIAS DE UN SOLDADO EN LA GUERRA DE IFNI
Como la
travesía desde Algeciras hasta Sidi Ifni, con escala en Las Palmas de Gran Canarias, duró varios días pues nos resultó angustiosa y lo
sufrimos mucho porque se juntaron varias cosas en nuestra contra: La
incertidumbre que nos generaba el miedo a ir a un lugar peligroso, por lo que
nos esperaba en él; porque íbamos a participar, sin esperarlo, en una guerra; porque
no sabíamos si volveríamos con vida junto a nuestros seres queridos o si nos
quedaríamos para siempre en aquellas arenosas tierras y, cómo no, por lo
encrespado que estaba el mar con el temporal que había durante esos días.
El temporal revolucionó
las aguas y los movimientos del barco afectaron tanto a muchos soldados que los
tenía tan mareados que no pudieron desembarcar al llegar, tuvieron que esperar
en el barco cuatro días hasta que se recuperaron y ya pudieron hacerlo.
El día 1 de
Diciembre llegamos a Sidi Ifni pero no
al estilo tradicional, atracando en el muelle de un puerto. Los barcos que nos
transportaron detuvieron su marcha y anclaron a varios kilómetros del lugar de
destino en el frente. Aquel mismo día, algunos desembarcamos, aunque las condiciones
del mar eran muy adversas por el fuerte oleaje que había en aquella parte de la
costa de África. En esa operación hubo tanto peligro como en la propia guerra porque
tuvimos que desembarcar de dos formas:
1ª.- Yo, entre
otros, tuvimos la mala suerte de tenerlo que hacer en cayucos.
2ª.- Otros, los
que tuvieron más suerte, lo hicieron en anfibios
y por eso corrieron menos peligro de ahogarse.
Nuestra llegada
se hizo con un desembarco parecido al de Normandía,
se puede comprobar en la foto, aunque más humilde.
La peligrosidad
que menciono estaba en el temporal que había en esa fecha por aquella zona y
hacerlo en cayucos fue un peligro
muy grande porque tuvimos que recorrer en ese primitivo medio, unos 4 ó 5 kms.,
desde el barco hasta la playa. Durante esa pequeña travesía, que nos pareció
interminable, fuimos remolcados por lanchas porque las olas eran tremendas, lo
que se puede comprobar en la foto.
Cuando llegamos
hasta el lugar en el que íbamos a desarrollar nuestra labor militar, fuimos
alojados en el cuartel de tiradores de Sidi
Ifni donde estuvimos en él hasta el día 3 por la noche; nos marchamos al
frente y salimos por primera vez a las trincheras, por cierto, esa fue una
buena noche de agua y tuvimos que cavarlas.
Éstas eran unos
hoyos que hacíamos en el suelo de dos metros por uno y medio de profundidad. La
tierra que sacábamos era lo que poníamos delante de parapeto, por si teníamos
que resguardarnos en caso de tiroteo. Con esa tarea pasamos toda la noche trabajando
y, además, estuvimos empapados de agua. En ese lugar estuvimos hasta el día 10,
después nos llevaron a otra posición y, si mala fue la primera noche pues mucho
peor fue la otra porque en ésta llovía mucho más fuerte y teníamos que sacar
con la marmita el agua para que no se nos llenara el hoyo. Al día siguiente,
subimos a lo más alto de la montaña y allí nos instalamos haciendo esa misma
clase de trincheras.
El día 18 se
acabó la tranquilidad porque, a la salida del Sol, nos atacaron los moros con
ametralladoras y morteros, cayendo un compañero herido. Entonces recibimos del
teniente que nos mandaba, D. Santiago
Cristos Ástray, la orden de hacerles frente.
A mí me mando ir
a una “calera”, ésta era una especie
de brocal de un pozo, tenía un metro de altura y estaba a unos 200 metros.
Corrí hasta ella y me resguardé hasta que llegó mi “escuadra de fusil ametrallador”,
yo era el jefe, y una vez que estuvieron allí José Nadales, el tirador, y Máximo
Ortega, el que llevaba la munición, nos metimos los tres dentro y después comprobamos
el peligro que corríamos en esa posición y, como vimos que no podíamos salir de
allí seguros, acordamos lanzarles una granada de mano para aprovechar el
momento de la explosión y salir corriendo de él.
Corríamos en la
retirada, primero iba Máximo y
después José, y como yo salí el
último pues observé cómo le caían a ellos las balas a su alrededor y ahora me
tocaba a mí hacerlo; tengo que confesar la verdad, me dio un poco de miedo
porque pensé:
- Los dos se
han salvado después de ir haciendo regates como nos enseñan en las teóricas,
ahora me toca a mí salir… ¿Lo lograré?
Al final logramos
salvarnos los tres, nos parapetamos detrás de un majano de piedras y, desde esa
posición vimos cómo el teniente iba gritando mientras corría:
- ¡Vamos a por ellos, vamos a por ellos!
Esa escena la
presenciamos Máximo Nadales y yo
pues estábamos de él a unos 20 metros. Cuando lo alcanzó una ráfaga enemiga
gritó y después le oímos decir:
-
¡Ay, mi madrecita!
Como
en esos momentos había un fuego cruzado entre los contendientes no pudimos
llegar hasta él para rescatarlo, tuvimos que esperar el momento más propicio.
Allí cayó
muerto sin que pudiéramos recogerlo por el fuego tan intenso que había y,
gracias a la “Sección de ametralladoras”.
En la que
estaba el paisano Manuel Sánchez “Manolo Camacho”, el que después se fue
a la Guardia Civil. También acudió
la “Primera Compañía” y en ella iba Vicente “El de Carmen la Forastera” (tío de Justo, el Director de la
banda de música “Maestro Miguel”).
Estos soldados
vinieron a proteger nuestra retirada, lo que pudimos hacer y gracias a ellos ellos
escapamos vivos.
Por la tarde
tuvimos que ir a recuperar el cuerpo del teniente. He mencionado antes a Manolo y a Vicente, que lo pasaron mal,
pero peor lo pasó mi primo “Chico”,
hermano de Manolo “Juanche” y cuñado mío.
Éste estaba en
el puesto de mando y vio llegar a todos los heridos y al teniente muerto, él
miraba y estaba pendiente por si me llevaban a mí porque él sabía que era mi
teniente y, por tanto, yo estaba allí. De los ocho heridos que hubo, uno de
ellos fue Julián Mendieta Amador, de
Cazorla (Jaén); éste era de mi pelotón y me lo traje herido en una pierna y
en un brazo, afortunadamente no fueron de peligro sus heridas, ya se vino a España y nuca más supe de él.
Recuerdo que el
día 17, la tarde anterior de entrar en combate, nos juntamos los cuatro
paisanos y acordamos:
- Vamos a
escribir una carta entre los cuatro, cada uno un trozo, para que vean que
estamos todos juntos.
Así lo hicimos
y hay una anécdota que nunca se me olvidará y es que Vicente parecía un poeta cuando hablaba. Cuando le tocó a él
escribir dijo estas palabras a su madre mientras las escribía:
- Mama, ya no
te escribo más porque vamos a entrar en combate y toda la noche se me va a ir
pensando en el moro que me va a pillar.
Cuando nosotros
escuchamos esas palabras le dijimos:
- ¡Cómo se te ocurre decirle eso, piensa en el
disgusto que le vas a dar a tu madre!
Pues no falló
porque a la mañana siguiente fue la batalla que acabo de narrar.
Preciosa historia Juanma, nunca me cansaré de escucharla. He crecido con ella como si hubiese estado allí contigo. Eres un héroe de tu época, de una guerra olvidada que ni muchos supieron, saben ni sabrán por que al estado jamás le interesó contarla. Experiencia única que sin duda te ayudó a valorar las cosas, aun mas si cabe, y convertirte en esa buena persona ejemplar que todo el mundo quiere y en la cual yo me miro.
ResponderEliminarSe me pone el vello de punta al leer esta historia Juanma. Preciosa manera de relatar tu experiencia en el campo de batalla. Manolo me contó esta historia en varias ocasiones, pero este escrito me ha hecho adentrarme en ella y sentirla como si la estuviera viviendo en primera persona. Admiro el valor que tuviste para poder sobrevivir a una guerra que probablemente si ahora nosotros nos viéramos involucrados en algo así, no sé si seríamos tan capaces de lograrlo. Un saludo y fuerte abrazo desde Sydney.
ResponderEliminarMuchas veces me has hablado de la guerra, pero nunca con tantos detalles como dices aquí. El niño Manolin, esta muy orgulloso de los dos tíos que tengo y que estuvieron en esa guerra que nadie ha dado la mas mínima importancia, pero que para aquellos que la vivieron en primera persona, ni para sus familias se les podrá olvidar. Os quiero TÍOS, así con mayúsculas
ResponderEliminarQue historia tan impresionante que como muy bien ha dicho Manolo, tú algunas veces nos las has contado. Pero nada que ver el leerla por escrito, nos has sabido transmitir cada momento. ERES UN GRAN HOMBRE JUANMA. Que sin haber podido tener unos estudios tienes una gran cultura y da gusto hablar contigo y escucharte. Espero k nos sigas deleitando con estas historias.¡¡¡GENIAL TITO JUAN MANUEL!!!
ResponderEliminarUrsula,puede que algun día me decida a contar más cosas porque hay mucho más que contar,y además lo tengo gravado en la memoría porque en muchas ocasiones, tomaba apuntes, a pesar de no tener boligrafo, en ese tiempo todavia no los hacian y había mucha dificultad para tomar las notas.
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EliminarHola! Yo soy nieto de Julián Mendieta Amador paisano de Cazorla... Muchas veces el me contó historias de aquel suceso y me enseñó las cicatrices de bala. Se lo llevaron a un hospital de Canarias y luego ya lo mandaron para Jaén donde se casó y tubo un hijo (mi padre) luego se mudaron a Villajoyosa (Alicante) por trabajo y donde tuvo 2 hijos más..
ResponderEliminarHola, nieto de Julian Mendieta Amador, soy Juan Manuel Moral, el que se trajo a tu abuelo herido en la guerra de Ifni. Hast ahora no he leido tu mensasaje. No te puedes imaginar la alegría que me ha dado, el tener esta noticía de él y saberque vive. Fue un día que nunca se olvida.En el 2018 estuve con el que era ,su cabo Manuel Milla y hablamos mucho de él,dijimos qué sería de él? En fin,que me ha dado mucha alegría
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