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viernes, 27 de enero de 2017

VIAJANDO EN EL AUTOCAR A JAÉN

Colaboración de Paco Pérez
¿QUÉ ME PASA DOCTOR?
En más de una ocasión, dependiendo de la hora, íbamos pocas personas y cuando eso ocurría pues al estar sentados muy juntos las conversaciones se animaban y propiciaban que todos participáramos hasta el punto de que algunas veces surgían anécdotas muy curiosas. Un día salió el tema de la medicina y se contaron cosas curiosas, animada por el ambiente de risas que se montó, una paisana llamada Josefa se acordó de un hecho que le pasó hacía muchos años y nos lo relató.

Todos sabemos que en el pasado, muchos villargordeños se marchaban al extranjero para trabajar y así poder traer a sus familias un dinero que en aquellos años era muy complicado conseguir. Hubo quienes estuvieron trabajando fuera durante bastantes años y lograron ganar un buen dinero, regresaron cuando les llegó la jubilación y vivieron cómodamente. Otros, la mayoría, cruzaban la frontera con Francia para estar en ese país un periodo de tiempo corto, mientras duraba la vendimia o la de los frutales.
Francisco se marchó un año a la vendimia y su esposa se quedó en Villargordo cuidando de los niños.
Dos días después de irse Francisco, a su esposa comenzó a llorarle de manera permanente uno de sus ojos, esperó al día siguiente para ver si aquello pasaba y viendo que no cesaba el lloriqueo decidió ir al Centro de Salud del pueblo, entonces estaba en el edificio del Ayuntamiento y teníamos de doctor a D. Ramiro Aguilera Tejero, el hijo. Una vez en la consulta le preguntó:
- ¿Qué le pasa Josefa?
– No lo sé D. Ramiro, esa es la verdad. Lo único que sé es que Francisco se marchó hace unos días a Francia pero yo, aunque estoy sola, me noto muy tranquila y que me encuentro muy a gusto en la casa con mis hijos.
- ¿Entonces por qué te llora tanto el ojo?
– Eso quisiera saber yo, D. Ramiro, porque por haberse ido Francisco sé que no es. Sólo sé que, desde ayer, me empezó a llorar este ojo sin parar y, la verdad, yo no tengo ni una gota de pena D. Ramiro… ¿Me puede usted decir qué le pasa a este ojo para que me llore tanto? ¡¡¡Me tiene el ojo ya hasta el moño de tanto limpiarme!!!
– Abre el ojo que te lo mire.
Después de explorárselo le dijo:
- ¡¡¡Ya he descubierto lo que te pasa!!!
- ¿Qué tengo?
– Un pequeñísimo cristal, menos mal que has venido porque de no hacerlo te hubiera ocasionado una herida grave.

– ¡¡¡Ya sabía yo que mis lágrimas no eran de pena por Francisco!!!

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