Colaboración de Paco Pérez
Capítulo I
Todos
los villargordeños sabemos que aquí hay mucha facilidad para colocar apodos a las personas pero en esta
ocasión no vamos a recordar la historia de cómo se los pusieron. Sí contaré que
dos personajes populares de nuestro pueblo, que ya estaban bautizados, un día fueron
nombrados de manera curiosa por unos señores
forasteros que vinieron hasta aquí en su búsqueda, en momentos diferentes y por
razones distintas. Éstos, al intentar localizarlos, preguntaban a quienes se encontraban
en la calle por ellos y les daban nombres que no eran conocidos por nosotros
pero que sí estaban relacionados con sus apelativos.
Veamos
que ocurrió:
PESTAZO
Este
señor, llamado Antonio, era muy
popular en nuestro pueblo porque dejó para el recuerdo expresiones que aún
siguen vigentes entre quienes éramos unos niños cuando él vivía y que, como las
escuchábamos de nuestros mayores, aún las seguimos pronunciando. Entonces era
muy corriente escuchar:
-
¡¡¡Como decía “Pestazo”!!!
Al
señor Antonio habría que situarlo en
cuanto a su edad, años arriba o abajo, en la época de mi abuelo y nacido a
finales del siglo XIX o al comenzar el XX.
Un
día vino por el pueblo un señor de fuera en su búsqueda, tenía un negocio
pendiente con él y, caminando por la “Cañailla”
intentando localizarlo, le preguntó a una señora mayor:
-
Buenos días señora.
–
Buenos días, dígame… ¿Qué desea?
–
Acabo de llegar a este pueblo y vengo en busca de un señor porque tenemos que
cerrar el trato de un mulo que quiero comprarle y no sé dónde vive.
–
Pues dígame su nombre.
–
Me dijo cómo se llamaba pero se me ha olvidado – le respondió.
–
Entonces cómo le voy a ayudar – le contestó ella.
–
Él me dijo que si no lo reconocían por su nombre y apellidos que les dijera el
apodo, que por él sí lo encontraría con más facilidad. – Pues dígalo.
El
señor empezó a pensar cuál era y después de unos minutos de silenció le dijo:
-
Creo que a ese señor le llaman ustedes “Mal
huele”.
-
¿“Mal huele”, “Mal huele”, “Mal huele”…?
Mientras
le repetía estas preguntas lo hacía en un tono manifiesto de asombro y después
de unos minutos así le contestó:
-
Señor, en este pueblo no hay nadie que se apode así y lo más próximo a ese
apodo que puedo encontrar es un señor que es muy conocido como Antonio “Pestazo”.
El
señor, al escuchar ese nombre y apodo, exclamó:
-
¡¡¡Eeeese mismo es el que busco!!!
DIENTES JACA
Años
más tarde, la historia volvió a repetirse con otro señor que también vino a Villargordo haciendo una investigación
parecida de nuestro nuevo personaje. Entró en el pueblo y aparcó su vehículo en
las proximidades de CajaSur, se bajó, lo cerró, oteó el ambiente y vio que en “El Paseo” había algunas personas
sentadas en los bancos, se dirigió hacia ellas y saludó a los vecinos que
charlaban:
-
¡¡¡Buenos días!!!
Ellos
dejaron su conversación, le respondieron igual y él volvió a preguntarles:
-
Vengo en busca de un señor, al que no conozco, tampoco sé su nombre y sólo me
han dado de él su apodo.
-
No se preocupe usted dígalo y veremos si le podemos ayudar – le contestó uno.
–
Quiero recordar que ese señor se llama “Dientes
de caballo”.
Los
vecinos pusieron cara de asombro y uno le dijo:
–
No, aquí no hay ningún señor que se llame así.
El
forastero se despidió agradeciéndoles la atención que le habían prestado y,
cuando se iba a marchar para preguntar a otros que estaban sentados en otro
banco, se volvió de nuevo hacia ellos:
-
Perdonen que les moleste de nuevo pero me acabo de acordar de algo relacionado
con él.
–
Usted dirá qué es – le dijo su anterior interlocutor.
-
Me dijeron que este señor tenía, o tiene, una papelería.
Entonces
ya sí pudieron contestarle y uno le dijo:
-
Ese señor que usted busca se llama Pedro
Bermúdez Ramírez y su apodo no es “Dientes
de caballo” sino “Dientes jaca”.
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