Colaboración de José Martínez Ramírez
DEDICADO A D. JOSÉ CUENCA ANAYA
Esos
momentos entrañables que he vivido
en
el campo, rodeado de inocencia y vida,
donde
están ahora que tanto los necesito,
la
perdiz del alba los trae en justa medida.
Entre
la niebla espesa que moja el quejigo
vuela
el canto de la perdiz, flor florida,
espontánea
capitana de un silbido,
majestad
despiadada de un suicida.
Y
busco, creo, siempre lo simple del quejido,
la
cara alegre de la vida atrapo en su huida,
cuando
yo escucho el susurro sorbido.
Por
palabras que abandonamos en mentira
que
lejos mi querida vida, cuando dormido,
escucho
un reclamo de esa gran perdiz bravía.
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