Colaboración de Paco Pérez
CAMINO PARA LOS CRISTIANOS
Si
partimos de “transfiguración” y
recordamos los hechos que ocurrieron en el monte Tabor nos daremos cuenta que esa escena no fue una casualidad.
Contextualizando los hechos nos encontramos que Jesús ya les había anunciado que iba a morir y por ello los
apóstoles estaban muy afectados. Él,
para animarlos, les quiso dejar una prueba definitiva de quién era y por eso los subió al monte y ante
ellos ocurrió el fenómeno de la “transfiguración”.
Lo hizo porque ellos, a pesar de haber presenciado todos sus milagros y
escuchado sus enseñanzas, parece ser que no quedaron enganchados de manera
definitiva a su causa transformadora, es decir, no lo comprendieron. Cuando Dios se les manifiesta en toda su
grandeza entonces es cuando ya sí dan a su vida un cambio radical… ¡¡¡Necesitaron ver!!!
Los
cristianos debemos dar también un cambio radical a nuestro comportamiento y
pasar de las apariencias a las realidades que Jesús nos pide y enseñó… ¿Estamos
dispuestos?
Cambiar
no es un camino plácido, es complicado porque tendremos que abandonar muchas rutinillas y comodidades. En la historia del pueblo de Dios queda patente esa realidad y hoy se nos muestra en GÉNESIS 12, 1-4ª, ahí aparece la figura de Abraham
como ejemplo de fe para los hombres. Por ella él siempre obedeció los mandatos
del Señor y por ser así Él se lo reconoció y lo premió, ayudándole en todo
durante su vida. La promesa que recibió requería abandonar el lugar donde tenía
sus propiedades y su medio de vida, es decir su seguridad; era necesario
confiar mucho para hacer lo que le ordenó. Abraham creyó en lo que le dijo Dios,
no dudó nunca de sus palabras y se mantuvo firme en la fe.
San Pablo nos recuerda que, con el paso de los
años, el mensaje de Jesús sigue vigente y cobra más fuerza con su venida y
acción salvadora. Por esa realidad nos empuja a laborar por seguir ese camino
duro de divulgación de la Palabra.
La
Cuaresma debemos entenderla como un camino que, de recorrerlo bien, nos
conducirá a la victoria de la misericordia
sobre todo lo que intenta destruirnos; nos permitirá
pasar de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría
o de la muerte espiritual a la vida. También podríamos sentirnos, de
hacerlo mal, agobiados si nos
dejamos guiar por nuestros egoísmos
personales, esos que son generados por
las ambiciones.
Acogernos
a la vida que Dios nos regala puede salvarnos de esos problemas que apagan la fe, adormecen nuestra caridad y nos anulan la esperanza de
conocer algo mejor.
Vivir
la Cuaresma es desear tener una
experiencia de vida que nos aleje
del mal que nos rodea y nos aproxime
al Padre.
Nos
hemos acostumbrado a vivir, a diario, en un ambiente cargado de problemas, con
frecuencia los que nos han ocasionado otros, y eso nos lleva a ver el espectáculo
adormecidos e indiferentes por la dosis diaria de impotencia que nos inoculan
cuando vemos que cosas nimias son castigadas con la ley y las graves absueltas.
Nos
hemos convertido en productores de mensajes bonitos pero vacíos de contenido
vital; las críticas a todo lo que se mueve es el deporte favorito y lo que se
nos propone lo analizamos sin rigor y permitimos que triunfe lo que no tiene
valor, así los problemas reales que afectan a quienes más sufren quedan
aparcados en fase de acumulación y desbordamiento posterior.
Los
cristianos debemos reflexionar más y acostumbrarnos a
decir no a muchas cosas que las hacemos mal: Contentarnos con orar para tranquilizar la conciencia, dar limosna de lo que nos sobra y no
compartir lo poco que tenemos, ayunar de alimentos y después darnos un banquete
criticando a los demás... El camino se recorrerá abandonando el mal para hacer
todo el bien que podamos y no poniendo en marcha las acciones que nos aíslan,
encierran y paralizan.
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