Colaboración de José Martínez Ramírez
En
la noche, mientras el campesino
descansa
y los olivos sufren la helada,
los
intestinos de la fábrica, sumidos
en
el trajín de la moltura domada.
Suspendido
el aroma en el cielo zaíno,
de
aceite nuevo, arropa el pueblo mezclada.
Con
el viento de los inviernos tan fríos
cae
verde, escurridiza y callada;
se
espesa en un denso y quieto río
de
paz y mansedumbre para, una vez filtrada,
sucumbir
a los placeres del niño
que
en los brazos maternos lloraba.
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