Colaboración de Paco Pérez
Dios siempre nos señala
el camino pero no lo hace de la misma manera porque los hechos y las
circunstancias que nos afectan nunca son iguales. Una muestra de esa afirmación
está en la primera lectura, Ezequiel 37,
12-14. En ese texto se nos recuerda que el profeta le muestra al pueblo cautivo un camino de esperanza para mitigarles el dolor que estaban
viviendo en la deportación. Les comunica
que su situación es una forma de sepulcro
y de muerte, como otras que se nos pueden
presentar a lo largo de nuestra vida.
Cuando
pasaron los años las palabras del profeta se cumplieron y entonces quedó
demostrado que Dios siempre se
preocupa de nosotros y que cumple lo que promete. Debemos reconocer en nuestros
días que, en aquellos años y siendo esclavos, había que tener unos principios
religiosos muy fuertes para tener FE y así creer en el mensaje del profeta.
Pasan
los años y Jesús les dice que si
tuviéramos FE podríamos mover las montañas… ¿Hemos interiorizado el alcance de esa afirmación?
Es
verdad que hablamos de ella con frecuencia y luego resulta que no intentamos ponerla
siguiendo los pasos que hoy nos enseña Jesús
en Juan 11, 1-45. Digo esto porque
los cristianos hemos encontrado nuestro camino particular para conseguir que
nuestros problemas salgan adelante.
Cuando
todo nos marcha bien pasamos de Dios
pero si estamos en apuros entonces nos acordamos de Él y, como es lógico, cuando desconocemos algo pues siempre nos
resulta muy difícil hacerlo bien. Lo digo porque, tal vez, estemos
desorientados y de ahí que equivoquemos el procedimiento. Es posible que muchos
negociemos con Dios en un plano mercantil cuando confundimos
nuestra relación con Él, al pedirle
algo, con un trato de compra humano
y por eso no lo hacemos pensando que es nuestro Padre y nosotros sus hijos.
Los hombres cobran por lo que venden pero Él
regala. Tampoco lo hemos entendido cuando no nos dirigimos a Él de manera directa y buscamos como intermediarios a los “santos”
para que nos conceda lo que necesitamos, a cambio de su favor le ofrecemos
pagarle con “promesas”… ¿Las cumplimos si no recibimos lo pedido?
Jesús nos enseñó el
camino cuando, para resucitar a Lázaro,
se lo pidió directamente a su Padre y está en Juan 11, 41-43:
Entonces quitaron la
losa. Jesús, levantando los ojos a
lo alto dijo:
- Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que Tú me escuchas siempre; pero lo digo
por la gente que me rodea, para que crean que Tú me has enviado.
Y dicho esto, gritó
con voz potente:
- ¡Lázaro, ven afuera!
Jesús sabía que
necesitaba darles una prueba tangible de quién era para reforzarles la FE, para
mí queda aclarada en Juan 11, 38-40:
Jesús, sollozando de nuevo,
llegó a la tumba -era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
- Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le
dijo:
- Señor, ya huele mal porque ya lleva
cuatro días.
Jesús le dijo:
- ¿No te he dicho que, si crees, verás la
gloria de Dios?
En
aquellos tiempos comprender su mensaje era más complicado que hoy pero como no
leemos la Biblia suficientemente
seguimos atascados.
San Pablo nos recuerda,
en Romanos 8, 8-11, que podemos
vivir de dos formas diferentes: Agarrados
a la materialidad del mundo o no. Quienes escogen los placeres de la carne desagradan a Dios y, como es lógico, su Espíritu
no puede habitar en el hombre. Quienes escogen vivir según su camino sí
reciben el premio del Espíritu de Cristo
y pueden llamarse cristianos. Éstos,
al final de sus días terrenales, padecerán la muerte física del cuerpo como
consecuencia del pecado pero su espíritu
vivirá después de ella porque Jesús
murió por nosotros.
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