Colaboración
de Juan Manuel Moral Moreno “Juanche”
HISTORIA DE UNA INJUSTICIA
Cuando
tenía doce años ya estaba de pastor en el cortijo de las “Albarizas”, perteneciente al término municipal de Torrequebradilla (Jaén), contratado por los propietarios: Antonio Lendínez “Caperuzo”
y su esposa Hilaria, ésta era
familia de los “Bautistas”.
Pues
bien, en el año 1947, no recuerdo ni el día ni el mes pero sí sé que fue en el
otoño y por la mañana. Ese día estaba yo con las ovejas en un sitio llamado la
“Sierrezuela”, situado muy cerca de
una cantera de yeso en la que había vivido una familia de pastores, Pedro y Carmen. Ésta era hermana de Rafael,
el encargado de las fincas de Santiago
Martínez, y con el que tuve una gran amistad. La cantera era propiedad de Domingo “Poco aceite” y Santiago
Martínez le tenía arrendada la vivienda para los pastores, éste se la
mejoró comprándoles una pila de lavar de cemento y se la colocó en lo alto de
un pollo hecho de obra para que ella pudiera lavar de pie y así podría cuidar mejor
sus riñones. Ese mismo año cumplió el arrendamiento y cuando estos pastores
abandonaron la casa, ésta quedó abandonada y un día alguien entró en ella y
tuvo la ocurrencia de romper la pila.
Como
yo andaba por allí con las ovejas pues una mañana vino el guarda jurado de Santiago Martínez y me acusó de haberla roto.
Después comenzó a decirme que yo tenía que pagar la pila, que le diera el
nombre y él se encargaría de que yo la pagara. Cuando me dijo esas cosas yo me
asusté, me negué a darle el nombre y sólo le dije:
-
Soy el pastor de las “Albarizas”
pero el nombre no se lo doy.
Por
la ignorancia propia de los pocos años, yo creía que darle el nombre era como
darle mi firma y admitir que yo la había roto. No obstante, yo jamás le oculté
mi identidad porque le dije que era el pastor de las “Albarizas” un montón de veces.
Aquella
tarde estaba con Bonoso, el de la
cantera de yeso de Torrequebradilla, con las ovejas, él con las suyas y yo con
las mías. Estábamos cuidándolas cuando se presentaron el guarda de Santiago Martínez y la pareja de la Guardia Civil
de Mancha Real (Jaén). Uno de los guardias que era muy famoso por sus hazañas,
llamado Trujillo, se dirigió a mí preguntándome:
-
¿Cómo te llamas?
Yo
le respondí dándole mi nombre y él me decía:
-
¿Cómo?
Yo
le respondía otra vez:
-
Juan Manuel Moral Moreno - y así hasta
cinco o seis veces.
Por
estas repeticiones yo, muy ignorante, pensaba que el guardia estaba sordo y le
gritaba:
-
¡Juan Manueeel Moraaal Morenooo!
De
pronto me pegó un bofetón en la boca que me hizo sangrar y, a continuación, me gritó:
-
¡Que no estoy sordooo!
Al
dejar de gritar me dio otro bofetón, una patada y a continuación me hizo
repetir el nombre y apellidos veinte veces. Mientras yo lo hacía él las contaba
así:
-
¡Una, dos, tres…!
Así
estuvo hasta que se lo dije las veinte veces, al finalizar me tomó los datos y ya
se marcharon los tres.
Al
cabo de un tiempo me llamaron a Torrequebradilla
para declarar y el Juez era Antonio Cañas “Mazantín”, un señor de Villargordo (Jaén). Al juicio fui acompañado
por mi padre y Antonio “Caperuzo”, también fue el guarda.
El
Sr. Juez primero me leyó el atestado
de la denuncia y después me preguntó:
-
¿Por qué rompiste la pila?
Le
contesté lo de siempre, la verdad:
-
Sr. Juez, yo no la he roto.
El
Sr. Juez me dijo entonces:
-
Si tú no la has roto, entonces… ¿Por qué le has firmado a la Guardia Civil este
documento en el que tú reconoces que sí lo has hecho?
Le
conté las cosas que aquella pareja de la Guardia Civil me había hecho en el
campo, estando delante Bonoso y el guarda; que después me pidieron los
datos personales, que yo se los di y que después se marcharon acompañados de la
persona que los acompañaba al llegar, el guarda. También le dije que nunca les
firmé nada y que tampoco les afirmé que yo había roto la pila.
Entonces
intervino el Sr. Secretario, se
llamaba D. Cándido; me presentó el
escrito que, según la Guardia Civil, yo había firmado y me preguntó:
-
¿Es ésta tu firma?
–
Esa no es mi firma –le afirmé.
Los
dos se llevaron una gran sorpresa cuando vieron que la Guardia Civil me la había
falsificado y entonces el Sr. Secretario,
que se veía como un hombre mucho más preparado y culto que todos los que
estábamos allí, se dio cuenta de que me temblaban las piernas y se comportó
conmigo como si fuera un psicólogo, ese comportamiento me dio una tranquilidad
enorme.
Pero,
después de mi declaración, lo hizo el guarda y por ahí llegaron los problemas
otra vez. Él, al ser preguntado, afirmó:
-
Yo lo vi el día anterior, desde el cortijo “El Cañaveral”, romperla.
Me
preguntó el Sr. Juez si aceptaba lo
que decía el guarda y yo le respondí:
-
Si él me vio… ¿Por qué no vino en ese momento y no al día siguiente?
A
él le pidió que contestara a mi pregunta y dijo:
-
Debía de haber bajado en ese momento y haberte degollado allí mismo.
Mi
padre, que estaba a su lado se lanzó al guarda y le dijo:
-
El que te va a degollar ahora soy yo.
Se
tiró a él, lo cogió del cuello y, si no los separan, no sé lo que hubiese
pasado allí ese día.
Al
final, el Sr. Secretario le dijo al Sr. Juez:
-
El juicio debe suspenderse porque lo que ha hecho la Guardia Civil,
falsificando la filma del acusado, es algo muy serio y que debían venir otro
día ellos para aclararlo. Su propuesta la
aceptó el Sr. Juez, suspendió en ese momento el juicio y les confirmó que otro
día se reanudaría.
Al
cabo de un tiempo me volvieron a citar y sólo estuvimos mi padre y yo. Hasta
tres veces se volvió a repetir la citación y nadie se presentó.
Un
día mi padre necesitó sacar un préstamo de 1000 pesetas del banco y como en
aquellos tiempos los bancos no tenían oficinas pues se funcionaba con “Corresponsales” y resultó que se acercó
al banco que tenía en Villargordo, como representante, al Sr. Juez de mi caso, Antonio Cañas “Mazantin”. Él fue quien le gestionó el préstamo por esa razón, mi
padre le firmó los papeles y cuando tenía que recibir las 1000 pesetas le dijo:
-
Sólo te doy 700 pesetas porque las otras 300 son para pagar la pila que tu hijo
rompió.
Mi
padre no aceptó lo que le dio pero se tuvo que aguantar cuando lo amenazó
diciéndole que de lo contrario el juicio siguiente sería en Baeza (Jaén) y que él iría después a la
cárcel por pegarle al guarda. No tuvo más salida que aceptar la sanción.
Así
que, teniendo en cuenta que yo ganaba una peseta diaria, se quedó con el sueldo
de casi un año.
En
el año 1955, por pura casualidad, yo me fui a trabajar a la finca que Santiago Martínez tenía en Las Infantas (Jaén) y estuve trabajando
en ella siete años. Como encargado tenía a un gran hombre, se llamaba Rafael y
nunca me cansaré de decirlo. Un día me contó que en una ocasión habló con “Mazantín” sobre el asunto de la pila, entonces
le dijo que dejara al niño en paz porque él sabía que el pequeño no la había
roto y que sospechaba que fue Domingo
“Poco aceite” el que había mandado a
alguien para que la rompiera pero que, como no lo podía demostrar, pues ya no quiso
saber nada más del asunto. De lo que no sabía nada fue que mi padre la había
pagado y quedó muy apenado.
También
conocí aquel día que la pila se la
había comprado él a su hermana y que, al dejar el arrendamiento, Domingo no quiso que se llevara la pila
y, como tuvieron una disputa, pues por eso sospechaba él de este hombre.
El
final de esa disputa ya sabéis cómo acabó, el inocente salió apaleado y,
además, me costó el sueldo de casi un año.
Señores,
yo sé que mi padre cometió un error muy grande… ¡Pegarle a un “guarda jurado” en el juicio!
Yo
no tengo hijos pero debe ser muy fuerte el escuchar decir al guarda que debía
haber bajado y haberme degollado… ¿Sus
palabras no fueron graves? ¡Ahí lo
dejo!
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