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miércoles, 7 de junio de 2017

MANOLO “EL CONTABLE”

Colaboración de Paco Pérez
MIS VIVENCIAS CON UNA “BUENA PERSONA”
Capítulo III
Para que en un pueblo se le regale a uno de sus vecinos la consideración de “Buena persona” es necesario que muchos de ellos se lo reconozcan cuando él no está presente en las conversaciones, entonces es cuando valen los calificativos porque se exponen y comentan los hechos sin presiones o intereses. Los que lo logran es por su trayectoria personal y por un conjunto de comportamientos; además, hay que mantenerlos activados e inmutables durante muchos años… ¿Acaso no hizo eso Manolo?

Él debió tener una configuración genética de buena clase y por ella se desvió poco, o nada, de su particular forma de entender la vida; por ella trató diariamente a sus paisanos con corrección y buenas formas, así era percibido cuando lo tratábamos y, aunque han pasado muchos años, de esta manera es recordado todavía.
Ese comportamiento no fue casual sino que fue la consecuencia de lo anterior y de sus sentimientos cristianos. No creo exagerar con lo dicho porque está contrastado que era un hombre muy religioso y por eso asocio que esa riqueza interior que cultivaba le marcaba su actuar diario en todos los campos de la vida.
Hubo un tiempo en nuestra parroquia en el que se sucedieron unos párrocos jóvenes que le dieron a la religión un dinamismo diferente al que se había vivido antes y por eso, durante los años que estuvieron ellos en el pueblo desempeñando su función sacerdotal, lograron cambiar la participación de los feligreses en las actividades de la parroquia. Todo comenzó con D. Diego García Hidalgo (1951-53) y continuó con D. Felipe Iriarte Fernández (1953-59), D. Pedro José Agudo Agudo (1959-63), D. Alberto Prieto Pérez (1963-65)… Con ellos la actividad parroquial se activó y la feligresía participó en lo que les proponían. Cada uno de estos curas movilizó a las personas con algo diferente y particular y, a su marcha, dejaron entre los jóvenes y mayores la huella de su siembra. Nuestros mayores también participaron de aquello y, con su marcha y el paso de los años, aquella manifestación que llenaba a diario el templo perdió su fuerza inicial, a ellos se les fue apagando poco a poco su fe y finalmente muy pocos siguieron con el cambio que habían experimentado. Entre los que continuaron se encontraba Manolo pues los principios que asimiló en su familia y en la parroquia no cayeron en saco roto. Lo recuerdo como un hombre de presencia vespertina diaria en el templo y acercándose a tomar la Eucaristía.
Durante muchos años Manolo cuidó de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Salud y con esa actividad suya silenciosa, poco reconocida y recordada en el pueblo, logró que funcionara y que no desapareciera porque hay que tener mucha fuerza de voluntad y creencia para que un hombre solo la mantuviera en funcionamiento. Por ella todos los años salía la imagen en procesión, los cohetes volaban, los castillos de fuegos artificiales se quemaban los días 24 y 28 de julio, las flores adornaban el trono del Cristo, había comida de hermandad y la banda de música acompañaba en la subida y en la bajada… ¿Cómo lo lograba?
No lo sé pero sí puedo afirmar que no le resultaría fácil cubrir los gastos de esas actividades fijas con las cuotas… ¿Por qué opino así?
Para que lo comprendáis mejor voy a retroceder hasta el día 25 del mes de julio de 1979 porque entonces fue cuando, en la “Comida de hermandad” de la Cofradía, se sorteó quién sería el Hermano Mayor en “Santiago de 1980” y me tocó ese honor a mí… ¿Por qué se hacía así entonces?
Porque ahora hay cola para ser cargo, participar como costalero y llevar varas o estandartes pero en aquellos años había otra cultura opuesta y por ella nadie quería serlo o participar; por eso hubo que recurrir a ese procedimiento. Éste comenzó cuando mi antecesor, Sebastián Lerma MartosEl fontanero”, él tuvo que serlo dos años y ese problema los llevó a esa solución. Cuando me comunicaron el resultado del sorteo y los hechos que obligaron a establecerlo me quedé sorprendido, no me lo esperaba, y al ser tan joven entonces, tenía 31 años, pues el formar parte de esa negativa cultura me hizo tener que darme un tiempo para contestar si aceptaba o no la responsabilidad que me tocó. Fue mi abuelo Paco, colaborador de la Cofradía durante muchos años, quien me empujó a aceptar.
Tomada la decisión me entrevisté con Manolo para comunicárselo y ya me informó de cómo funcionaba ésta. En ese momento me enteré de que él lo gestionaba todo durante el año y que el Hermano Mayor se limitaba a presidir los actos religiosos que, durante el año, había con la imagen en la parroquia.
Unos días después nos vimos para seguir hablando del tema, yo ya había meditado sobre la forma de buscar ayuda para que él no estuviera solo. Ideé un modelo futuro de trabajo y se lo expuse ese día. Concebí la idea de organizar una Junta de Gobierno muy particular que, presidida por el Hermano Mayor del año, administrara la Cofradía durante cuatro años. Ésta funcionaría durante ese tiempo como un equipo de trabajo estable que estaría integrado por el Coordinador, el Secretario, el Tesorero y los Vocales. El Hermano Mayor se incorporaría al equipo de gobierno al ser nombrado, participando en todo y con total poder.
Manolo dijo que la idea que le expuse era muy buena pero declinó el continuar en funciones directivas porque consideró que él ya había colaborado durante muchos años con la Cofradía y que consideraba que ya había llegado el momento de dar el relevo a los jóvenes.
Unos días después me entregó la documentación administrativa y me informó de las particularidades que tenía dirigir la Cofradía. Me impresionó mucho escucharle decir que era muy complicado cobrar las cuotas de los socios, lo hizo al entregarme los tacos de recibos pendientes de cobro, algo  que no entendí bien en aquel momento. Con sus consejos, la documentación recibida y su información me marché a casa.
Ya os dije que él era un hombre prudente pero unas fechas después comprobé que se había quedado corto en sus advertencias, lo comprobé cuando una tarde me dispuse a explorar el asunto de las cuotas… ¡¡¡Había villargordeños que tenían sin pagar muchas cuotas!!!
Algunos debían más de DIEZ años y otros que no pagaban las ofrendas de los “pesos”… ¿Se entienden estos comportamientos cuando ser hermano o pesarse es voluntario?
Me llevé los recibos a mi aula y dispuse las mesas de forma que empezando por los atrasos más antiguos fui agrupándolos y grapándolos.
Ya estaba en funciones la Junta de Gobierno y, en equipo o de manera individual, comenzamos la laboriosa y sacrificada tarea de ir por las casas a cobrar las cuotas y ofrendas, las del año y las atrasadas. No fue fácil con algunos el poder cobrarles los atrasos pues nos alegaban, para no cumplir con su obligación, que las habían pagado; en algunos casos optamos por dejarles las cuotas impagadas para que se personaran ellos, de manera voluntaria, a pagarlas o para que las quemaran.
Hubo un caso muy curioso, ocurrió durante el acto de los “pesos” en la Ermita, estaba yo anotando los resultados de las pesadas y los datos personales de la persona. Le llegó el turno de colgarse en la romana a un señor mayor de Las Infantas y, sin esperarlo, me dijo:
- Muchacho, para qué quiero pesarme si yo sé lo que peso y que lo importante es pagar la promesa.
– Lleva usted razón -le contesté.
Entonces me dijo:
- Apunta bien…
Me dio sus datos personales y los kilos.
Como su suegro venía casi todos los días al pueblo para jugar al dominó pues cuando estuvieron los recibos le pedí que comunicara a su yerno el importe de su ofrenda. Se lo repetí en varias ocasiones y finalmente le di el recibo con la advertencia de los otros morosos, que pagara si quería o que lo rompiera. Hizo lo segundo.
Con estos sinsabores recordé mucho las advertencias inconcretas de Manolo y valoré mucho lo que hizo.
Durante mis cuatro años de Coordinador de la Junta tuve muchas experiencias lamentables y, al finalizar los cuatro años, no renové responsabilidad y entró Juan Antonio Martos Expósito con su equipo de trabajo en las labores administrativas.
Con el paso de los años, y por lo que viví durante esos cuatro años en la Cofradía, sé valorar mucho mejor lo que hizo él solo y que lo hiciera durante tanto tiempo… ¿Se puede afirmar que fue un “Buen hombre” y que actuó empujado por su religiosidad?


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