Colaboración de Paco Pérez
EL PRÓJIMO, LA ASIGNATURA PENDIENTE
Dios le fue
mostrando al pueblo un estilo de comportamiento con el prójimo que era
totalmente nuevo, diferente al que practicaban entonces las personas. Esa
orientación la encontramos en Éxodo 22,20-26:
Así dice el Señor:
[No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros
fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a
mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a
vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás
con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el
sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va
a acostar?
En los años que llevamos de crisis hemos tenido
tiempo de comprobar que seguimos sin escuchar sus consejos porque las personas actúan
contra las personas, es decir, de manera
contraria a los deseos de Dios. Quienes lo hacen así es porque empujados
por el egoísmo, individual o colectivo, se preocupan sólo de sus problemas aunque
ello los lleve a tener que pisotear los caminos
que nos propone el Señor para tratar a quienes sufren problemas de distinta índole.
El ejemplo más entendible, por su proximidad a todos, lo tenemos en las
entidades financieras que han realizado en el desempeño de su gestión muchas
intervenciones contrarias a la práctica de la “compasión” con las necesidades del prójimo porque, con su maquinaria legal, atropellaron de lleno, y
siguen haciéndolo, a los más débiles y los conminaron a la ruina sin tener en
cuenta sus circunstancias familiares… ¿Qué
poderes superiores les pidieron a ellos explicaciones por las malas prácticas
que llevaron a la hora de dar los préstamos?
Pablo recuerda a los cristianos de Tesalónica lo bien que lo acogieron mientras estuvo con ellos para
transmitirles el mensaje de Jesús, el
esfuerzo que hicieron para abandonar el culto a los ídolos y cómo se esforzaron
después en su labor misionera para divulgar el evangelio por su entorno. Para
él, lo que hicieron estos cristianos es el ejemplo que debemos seguir: Dar testimonio del mensaje y después
esperar que quienes no son creyentes vean en nuestro comportamiento el camino
que deben seguir.
Una
vez más queda patente este hecho: Aunque pasen miles de años los hombres nos
esmeramos en seguir el camino que no nos muestra Dios, nos guiamos por nuestro criterio personal y dejamos a un lado
lo que Él espera realmente de
nosotros.
Siguiendo
ese criterio los fariseos se
adjudicaban el título de ser los únicos que sabían interpretar el mensaje de Dios y por eso se atrevieron, una vez
más, a intentar poner a Jesús contra
las cuerdas con la técnica de hacerle preguntas malintencionadas para que fallara
y así el pueblo comprendiera que Él
no conocía al Señor.
Para
Jesús él prójimo era su centro de interés y por eso su actuación se basaba en amarlo, ayudar al
empobrecido, tenerle compasión y perdonarle sus errores. Los fariseos se
centraban en lo superficial, los 613 mandamientos que tenían que estar
pendientes de cumplir cada día que se levantaban, y por eso no habían tenido
tiempo de descubrir que “amar a Dios”
era lo esencial, sin dejar a un lado al “prójimo”.
Como
Jesús enfocaba su predicación en otra dirección, dar prioridad a lo esencial de
la vida: Actuar guiados por el amor a DIOS y después ayudar, guiados por ese
sentimiento, a quienes necesitan algo de nosotros.
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