sábado, 28 de octubre de 2017

AMAR A DIOS ES LO PRIMERO


Colaboración de Paco Pérez
EL PRÓJIMO, LA ASIGNATURA PENDIENTE
Dios le fue mostrando al pueblo un estilo de comportamiento con el prójimo que era totalmente nuevo, diferente al que practicaban entonces las personas. Esa orientación la encontramos en Éxodo 22,20-26:
Así dice el Señor:

[No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. 
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. 
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. 
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar?

Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.].
En los años que llevamos de crisis hemos tenido tiempo de comprobar que seguimos sin escuchar sus consejos porque las personas actúan contra las personas, es decir, de manera contraria a los deseos de Dios. Quienes lo hacen así es porque empujados por el egoísmo, individual o colectivo, se preocupan sólo de sus problemas aunque ello los lleve a tener que pisotear los caminos que nos propone el Señor para tratar a quienes sufren problemas de distinta índole. El ejemplo más entendible, por su proximidad a todos, lo tenemos en las entidades financieras que han realizado en el desempeño de su gestión muchas intervenciones contrarias a la práctica de la “compasión” con las necesidades del prójimo porque, con su maquinaria legal, atropellaron de lleno, y siguen haciéndolo, a los más débiles y los conminaron a la ruina sin tener en cuenta sus circunstancias familiares… ¿Qué poderes superiores les pidieron a ellos explicaciones por las malas prácticas que llevaron a la hora de dar los préstamos?
Pablo recuerda a los cristianos de Tesalónica lo bien que lo acogieron mientras estuvo con ellos para transmitirles el mensaje de Jesús, el esfuerzo que hicieron para abandonar el culto a los ídolos y cómo se esforzaron después en su labor misionera para divulgar el evangelio por su entorno. Para él, lo que hicieron estos cristianos es el ejemplo que debemos seguir: Dar testimonio del mensaje y después esperar que quienes no son creyentes vean en nuestro comportamiento el camino que deben seguir.  
Una vez más queda patente este hecho: Aunque pasen miles de años los hombres nos esmeramos en seguir el camino que no nos muestra Dios, nos guiamos por nuestro criterio personal y dejamos a un lado lo que Él espera realmente de nosotros.
Siguiendo ese criterio los fariseos se adjudicaban el título de ser los únicos que sabían interpretar el mensaje de Dios y por eso se atrevieron, una vez más, a intentar poner a Jesús contra las cuerdas con la técnica de hacerle preguntas malintencionadas para que fallara y así el pueblo comprendiera que Él no conocía al Señor.
Para Jesús él prójimo era su centro de interés y por eso su  actuación se basaba en amarlo, ayudar al empobrecido, tenerle compasión y perdonarle sus errores. Los fariseos se centraban en lo superficial, los 613 mandamientos que tenían que estar pendientes de cumplir cada día que se levantaban, y por eso no habían tenido tiempo de descubrir que “amar a Dios” era lo esencial, sin dejar a un lado al “prójimo”.
Como Jesús enfocaba su predicación en otra dirección, dar prioridad a lo esencial de la vida: Actuar guiados por el amor a DIOS y después ayudar, guiados por ese sentimiento, a quienes necesitan algo de nosotros.


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