lunes, 9 de octubre de 2017

DESDE MI ALMA

Colaboración de Juani Bergillos Ruiz
Dedicado a mis dos amores, mi esposo y mi hija.
Confío en que este camino que decidimos emprender juntos nos encuentre siempre igual de motivados y unidos para continuar en el mismo sentido, mientras seguimos trabajando en el hermoso proyecto de construir nuestra familia. Te invito a ser conmigo director de esta orquesta, piloto de este avión y socio en esta empresa para que algún día, cuando el final esté cerca, podamos mirar atrás, mirarnos a los ojos con la mayor sinceridad de nuestro corazón, saber que lo hicimos bien y, sobre todo, que lo hicimos juntos. Hoy estamos compartiendo la siembra, con el alma espero que también podamos levantar juntos nuestra cosecha.

Quiero agradecerte, enormemente, lo mucho que estás haciendo por mí, por nosotros. Te siento junto a mí en cada decisión, sueño o pensamiento. Caminas a mi lado, cogido de mi mano sabiendo que estamos juntos en esto y… ¿Sabes lo que más feliz me hace de todo? Que Martina también lo sabe. Siente, nota que estás con ella en cada paso, cambio, descubrimiento… Lo sabe por cómo la miras cuando te despiertas, por cómo la besas cuando la cambias, por cómo le hablas a cada ratito o por cómo juegas con ella cuando la bañas. La quieres mucho, tu corazón lo grita y ella, a su cortita edad de vida, lo escucha mejor que nadie.
Cada momento que te veo con ella mi corazón se hace inmenso de la dicha, una sonrisa aparece en mis labios y no puedo hacer más que quedarme ahí quieta, como testigo silencioso, entusiasmándome y contagiándome de vuestra unión. Así que, GRACIAS. Gracias por estar aquí a nuestro lado queriéndonos tanto y por tu sinceridad, tu cariño, tu apoyo, tu esfuerzo, tus caricias, tus bromas, tus besos… Gracias por esta princesa que hemos traído a la vida y es que me deberían haber avisado de que se puede llorar de felicidad y, de hecho, es algo incontrolable cuando eres madre y sostienes a esta belleza en tus brazos.
Deberían haberme advertido que te querría tan intensamente a ti, mi marido, por ser el padre de mi trocito de perfección y que me olvidaría de cómo te quería antes. Que descubriríamos formas tontas de pasar el tiempo juntos, como dar un paseo en coche por la ciudad escuchando su respiración en el asiento de atrás. Que nos salían nombres ridículos para llamarla y nos partíamos de risa. Que te escucharía decir: “Yo soy Papá. Pa-pá. Vas a decir Papá primero”. Mi corazón, de nuevo, se derretirá como lava y se saldrá del pecho. Deberían haberme avisado que, a pesar del agotamiento, despertarme con ternura para ocuparme de sus necesidades sería lo más gratificante que he hecho nunca, gozando de la tranquilidad del mundo entero. Deberían haberme advertido que ver cómo empezaba a quedarle pequeña la ropa me rompía el corazón y lloraba porque los días se escapan; que algunos días la miraría simplemente durante horas sin preocuparme de nada; que dormiría, quizá no todas las noches y no muchas horas seguidas, pero que mi mayor preocupación por el sueño sería cuando se me quedaba dormida en el pecho y temía que fuera la última vez y que saborear su pequeñez se convertiría en un trabajo a tiempo completo y en el mejor que he tenido nunca. Deberían haberme advertido que convertirme en madre lo cambiaría todo pero que nunca querría volver para visitar a mi antiguo yo, ni un solo segundo, jamás. Porque mi vida estaba adquiriendo una riqueza, una belleza y una plenitud tan grande que al mirar atrás solamente podría pensar:

- Pobre de mí, ahí todavía no os conocía, gracias a Dios por traeros a mi vida… ¡Os amo!

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