Colaboración de José Martínez Ramírez
D. MANUEL SÁNCHEZ
MARTOS
Con
una ramita de olivo en la mano,
el
embrujo de una guitarra en abril.
Entre
el murmullo del Guadalquivir
iba
cantando fandangos mi hermano.
De
las espigas de oro y sus granos,
que
cada primavera vuelven a surgir.
En
Villargordo las flores, sobra decir,
son
las más bonitas de todos los campos.
Entre
los olivos brilla la luna de un piano
que
te hacen sentir las caricias de vivir.
En
los brazos de una madre entrañable, a dormir
y
despertar cantando cogido de su mano.
Pero
la vida no es tan amable y, en vano,
sueña
con un instante la mar sentir.
Débil
cristal llama de amor en ti,
senos
de manantial de besos livianos.
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