sábado, 21 de octubre de 2017

LOS IMPUESTOS INJUSTOS

Colaboración de Paco Pérez
El pueblo de Israel siempre tuvo problemas, la deportación a otros lugares fue uno de ellos y hoy se nos recuerda en Isaías cuando estuvieron cautivos en Babilonia, de los sufrimientos que padecieron, de cómo se lamentaban y cómo perdieron la esperanza de volver a Israel por esa realidad en que vivían a diario, esto los llevó a pensar que Dios los había abandonado.
El profeta, conocedor del desaliento en que estaban sumidos, los reconfortó recordándoles que el Señor es el único y verdadero Dios y les comunicó que debían mirar con fe el futuro pues pronto serían liberados del destierro.

En la época de Jesús los problemas de su pueblo fueron de otra índole, sus gentes estaban oprimidas por los impuestos que les imponían los poderes militares y religiosos. La realidad era que la minoría gobernante vivía muy bien a costa del esfuerzo de los agricultores, que eran mayoría, siendo éstos obligados a pagarles tributos, tasas, impuestos y diezmos. El poder se los impuso como una obligación pues con ellos pagaban a los soldados para que les defendieran y protegieran sus tierras y a quienes los servían en trabajos de administración y gestión.
Queda claro que los impuestos recaudados no servían para impulsar acciones tendentes a mejorar la vida de las personas más pobres y que quienes ocupaban puestos en la maquinaria del poder eran quienes se beneficiaban de esos ingresos y con ellos vivían muy bien. Roma les tenía fijados dos clases de pagos y si se negaban a pagarles eran acusados de rebelión contra el Imperio. Los encargados de recaudarlos eran los “publicanos”, Zaqueo fue uno de ellos.
Antes de Roma, los gobernantes recaudaban mediante el sistema judío de impuestos, basado en los diezmos y primeros frutos de las cosechas, justificaban su cobro diciéndoles que era una obligación con Dios y servían para mantener a los sacerdotes del Templo y para pagar los gastos que ocasionaba su funcionamiento.
En medio de este panorama de imposiciones injustas y de pobreza extrema los “zelotes” se oponían con violencia al sistema opresor, apareció Jesús y comenzó a denunciar, sin violencia, las injusticias. A pesar de ello, quienes se beneficiaban de los cobros se propusieron acabar con Él e intentaban pillarlo en algún desliz para denunciarlo y así poder encerrarlo. En este clima de injusticia, un día se le acercó un grupo de ellos y uno le dijo, está en Mateo 22, 15-21:
En aquel tiempo los fariseos se retiraron y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no te fijas en las apariencias.
Dinos, pues, qué opinas:
- ¿Es lícito pagar impuesto al César o no?
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
- ¡Hipócritas!, ¿Por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron el denario. Él les preguntó:
- ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
- Del César.
Entonces les replicó:
- Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Pasan los años, el pueblo sigue sufriendo y Pablo tiene que escribir a los cristianos de Tesalónica para recordarles lo que debían hacer: Mantenerse firmes en la fe, practicar el amor y conservar la esperanza en Jesucristo

Si nos damos cuenta los hombres siempre pasamos por momentos de angustia espiritual pero Dios siempre se ocupa de nosotros para restablecer el orden perdido, lo hizo mediante Isaías y después con Pablo.

En nuestros días los hombres aún no hemos logrado modificar el modelo social en el que vivimos, un modelo deshumanizado en el que la verdad y la justicia son sustituidas a diario por la mentira y la injusticia. Nos ocurre porque estamos gobernados por personas sin alma y, consecuentemente, sin principios morales pues se olvidan muy pronto de que gobernar es servir al pueblo y no servirse del poder que le regalaron. Con este formato los desfavorecidos del sistema, aquellos que han sido empujados a vivir así por él, son los primeros que sufren las consecuencias de sus decisiones egoístas. Es lamentable que nos ocurra esta situación porque sabemos que la verdad es tan sencilla y nítida que teniéndola delante no la vemos o no queremos verla.




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