Colaboración de Paco Pérez
Capítulo IV
LAS FOBIAS DE FRANCISCO
Este
relato breve nos fue comunicado de manera espontánea por Francisco Moreno “Frasco el Trapero” a Mari y a mí en una conversación que
mantuvimos en la pescadería del pueblo mientras esperábamos el momento de ser
atendidos.
Casi
todas las personas tenemos alguna fobia que otra y, cuando menos los esperamos,
aparece ante nosotros la causa de nuestros miedos; unas veces logramos vencerla
y otras no. Nuestro personaje no ocultaba que cuando iba al cortijo “El Puig” para ver a la novia pues tenía
que pasar obligatoriamente por el lugar conocido como “Cueva del Gato” y, sin saber por qué razón, al hacerlo siempre se
le ponían los pelos de punta.
Como
la familia de Frasco vivía en Carchenilla pues al pasar por la
casilla casi siempre se topaba con alguno de sus miembros, charlaban un rato y
en estas conversaciones se comentaban sus intimidades; así fue como conoció Alonso, el padre de Frasco, los recelos que el mencionado
lugar ocasionaba al señor “Cuco”.
Un
día, el señor Alonso se ideó una estratagema
para atemorizarlo cuando regresara de “El
Puig” y tuviera que pasar por el lugar que le causaba muchos picores. Recordó que en la cámara de la
vivienda tenía guardada una trompa con la que, en otros tiempos, se comunicaban
mensajes a las personas que estaban alejadas en el campo realizando sus labores
pero que esa utilización ya no se hacía y volverla a utilizar podría servir
para asustarlo.
En
uno de sus encuentros Alonso le
comunicó que últimamente se escuchaban unos ruidos muy raros por aquellos
lugares al llegar la noche pero que él no sabía a qué se debían.
Cuando
“El Cuco” se separó de Alonso los picores se iban apoderando
de su cuerpo a medida que se iba aproximando a la “Cueva del Gato” pero de pronto se escuchó un ruido extraño e
intenso y esa novedad le hizo recordar lo que le había dicho Alonso y, sin pensárselo dos veces,
salió corriendo hacia el pueblo y no paró hasta que llegó a la Ermita.
Unos
días después regresó por Carchenilla
y les contó lo que le había ocurrido unas noches antes, se hicieron los
sorprendidos pero llegó un momento en el que ya no pudieron aguantar más la
risa y le contaron la ocurrencia de su padre.
Él
se reía pero en su interior ya estaba maquinando qué broma podía dar a los “Traperos” otro día.
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