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miércoles, 29 de noviembre de 2017

TOMANDO EL FRESCO EN LAS NOCHES DE VERANO

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VIII
MARÍA, TESTIGO EN UN JUICIO
Estos hechos le ocurrieron a María en Barcelona y, como es lógico, en nuestro pueblo nadie sabía lo que le sucedió una mañana en la entidad bancaria que ella visitaba para sus temas de dinero y pagos oficiales. Cuando vino de vacaciones con su hija, Antonia, ésta fue a visitar a Josefita y le dijo durante el rato de conversación que mantuvieron:
- Cuando os sentéis esta noche en la puerta a tomar el fresco, le preguntas por lo que le sucedió en el banco un día… ¡¡¡Esta historia sí que es buena!!!

Josefita se quedó intrigada con la información recibida de Antonia pero ésta no le contó los detalles porque prefirió que su madre los se relatara en la reunión por la noche, como protagonista del suceso.
María, como buena abuela, recibió de su hija Antonia el encargo de llevar al colegio de su niña 6.000 pesetas. Ella, muy sorprendida por la advertencia, le contestó:
- Pues sí que mandas tú… ¿Ese dinero para qué es?
– Porque Miriam va de excursión y tiene que entregarlas allí –le aclaró.
María no tenía en casa ese dinero y decidió pasarse antes por el banco para sacarlo y cumplir con la petición de su hija. Al entrar en la entidad bancaria había algunas personas, se puso en cola y esperó que le llegara el turno.
Unos instantes después entró un atracador en la oficina y, como estaba la última, con ella fue con quien se topó de inmediato. Éste, lo primero que hizo fue abrazarla, ponerle la pistola en la cabeza y anunciarles que era un atraco.
María no se inmutó, siguió tranquila, en vez de mirar a la pistola lo hizo hacía el atracador y, de manera sorpresiva e inesperada para el atracador, le dijo:
- Por cómo me abrazas deberá ser que tú me conoces pero, hijo mío, perdóname porque yo no te recuerdo.
El atracador, al ver la reacción tan tranquila y cómica de María, se cabreó bastante y le dijo:
- ¡¡¡Quítate de en medio, tía tonta!!!
Inmediatamente la soltó el atracador y entonces fue cuando ella se dio cuenta que había tenido la pistola en la cabeza, él se apartó a un lado y se distanció de ella, al poco rato fue reducido y detenido.
Como el hecho pasó a los juzgados pues un tiempo después se fijó el día del juicio y María tuvo que ir a declarar como testigo de lo ocurrido.
En la sala el acto comenzó según el protocolo de rigor, con la asistencia del acusado y los letrados de las partes intervinientes. Después de los pasos previos reglamentarios comenzó el desfile de los testigos y ella fue llamada para que entrara en la sala como tal. Cuando iba hacia el estrado para ser interrogada pasó junto al atracador, éste estaba sentado en la sala entre dos policías, ella lo reconoció y le dijo en voz baja:
- ¡¡¡Ay, qué malico eres!!!
Su reacción al verlo causó impacto en la sala y hasta el mismo ladrón se rio por la forma que tuvo de decirle aquellas palabras.
Una vez que estuvo sentada ante el tribunal, el Sr. Juez le hizo las preguntas identificativas de rigor, ella las contestó y entonces el interrogatorio pasó a ceñirse a los hechos que ocurrieron en la oficina bancaria aquella mañana que María entró en ella.
El Sr. Juez se dirigió a Mariquilla en estos términos:
- Sra. María, cuente usted lo que sucedió aquella mañana de autos en la oficina bancaria, después de entrar usted.
– Yo quiero aclarar que vivo cerca de la oficina y que no fui en auto, fui andando.
El Sr. Juez ordenó que aquella respuesta no constara en el sumario, después le dijo:
- Ahora cuéntenos usted qué pasó esa mañana.
– Cuando ese señor se acercó a mí yo pensé que era mi amigo y que por eso me daba un abrazo.
- ¿No vio usted la pistola que le puso en la cabeza? – concretó el Sr. Juez.
– No la vi porque lo miré a él y creí que me conocía – le respondió.
Mientras estaba haciendo su inocente declaración, el Sr Juez y los asistentes se meaban de risa pues fue tan grande el impacto que les causó su declaración que el Sr. Juez tuvo que ponerse las manos en la cara para disimular que se estaba riendo.
El Sr. Juez, cuando pudo recuperar la normalidad, le dijo a María que podía retirarse y ahí acabó su declaración testifical.


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