Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VIII
MARÍA, TESTIGO EN UN JUICIO
Estos
hechos le ocurrieron a María en Barcelona y, como es lógico, en nuestro
pueblo nadie sabía lo que le sucedió una mañana en la entidad bancaria que ella
visitaba para sus temas de dinero y pagos oficiales. Cuando vino de vacaciones con
su hija, Antonia, ésta fue a visitar
a Josefita y le dijo durante el rato
de conversación que mantuvieron:
-
Cuando os sentéis esta noche en la puerta a tomar el fresco, le preguntas por
lo que le sucedió en el banco un día… ¡¡¡Esta historia sí que es buena!!!
Josefita se quedó
intrigada con la información recibida de Antonia
pero ésta no le contó los detalles porque prefirió que su madre los se relatara
en la reunión por la noche, como protagonista del suceso.
María, como buena
abuela, recibió de su hija Antonia el
encargo de llevar al colegio de su niña 6.000 pesetas. Ella, muy sorprendida
por la advertencia, le contestó:
-
Pues sí que mandas tú… ¿Ese dinero para qué es?
–
Porque Miriam va de excursión y tiene que entregarlas allí –le aclaró.
María no tenía en
casa ese dinero y decidió pasarse antes por el banco para sacarlo y cumplir con
la petición de su hija. Al entrar en la entidad bancaria había algunas
personas, se puso en cola y esperó que le llegara el turno.
Unos
instantes después entró un atracador en
la oficina y, como estaba la última, con ella fue con quien se topó de
inmediato. Éste, lo primero que hizo fue abrazarla, ponerle la pistola en la
cabeza y anunciarles que era un atraco.
María no se inmutó,
siguió tranquila, en vez de mirar a la pistola lo hizo hacía el atracador y, de
manera sorpresiva e inesperada para el atracador, le dijo:
-
Por cómo me abrazas deberá ser que tú me conoces pero, hijo mío, perdóname
porque yo no te recuerdo.
El
atracador, al ver la reacción tan
tranquila y cómica de María, se
cabreó bastante y le dijo:
-
¡¡¡Quítate de en medio, tía tonta!!!
Inmediatamente
la soltó el atracador y entonces fue cuando ella se dio cuenta que había tenido
la pistola en la cabeza, él se apartó a un lado y se distanció de ella, al poco
rato fue reducido y detenido.
Como
el hecho pasó a los juzgados pues un tiempo después se fijó el día del juicio y María tuvo que ir a declarar como testigo de lo ocurrido.
En
la sala el acto comenzó según el protocolo de rigor, con la asistencia del
acusado y los letrados de las partes intervinientes. Después de los pasos
previos reglamentarios comenzó el desfile de los testigos y ella fue llamada
para que entrara en la sala como tal. Cuando iba hacia el estrado para ser
interrogada pasó junto al atracador, éste estaba sentado en la sala entre dos
policías, ella lo reconoció y le dijo en voz baja:
-
¡¡¡Ay, qué malico eres!!!
Su
reacción al verlo causó impacto en la sala y hasta el mismo ladrón se rio por
la forma que tuvo de decirle aquellas palabras.
Una
vez que estuvo sentada ante el tribunal, el Sr. Juez le hizo las preguntas identificativas de rigor, ella las
contestó y entonces el interrogatorio pasó a ceñirse a los hechos que ocurrieron
en la oficina bancaria aquella mañana que María
entró en ella.
El
Sr. Juez se dirigió a Mariquilla
en estos términos:
-
Sra. María, cuente usted lo que sucedió aquella mañana de autos en la
oficina bancaria, después de entrar usted.
–
Yo quiero aclarar que vivo cerca de la oficina y que no fui en auto, fui
andando.
El
Sr. Juez ordenó que aquella
respuesta no constara en el sumario, después le dijo:
-
Ahora cuéntenos usted qué pasó esa mañana.
–
Cuando ese señor se acercó a mí yo pensé que era mi amigo y que por eso me daba
un abrazo.
-
¿No vio usted la pistola que le puso en la cabeza? – concretó el Sr. Juez.
–
No la vi porque lo miré a él y creí que me conocía – le respondió.
Mientras
estaba haciendo su inocente declaración, el Sr Juez y los asistentes se meaban de risa pues fue tan grande el
impacto que les causó su declaración que el Sr. Juez tuvo que ponerse las manos en la cara para disimular que
se estaba riendo.
El
Sr. Juez, cuando pudo recuperar la
normalidad, le dijo a María que
podía retirarse y ahí acabó su declaración testifical.
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