Colaboración de Paco Pérez
Capítulo V
LAS FOBIAS DE “SANTO ROSTRO”
Este relato también me fue comunicado
por Francisco Moreno García “Frasco el
Trapero”. Una mañana regresaba con mi esposa de caminar, nos
encontramos con él cerca del pueblo, nos saludamos y comenzamos a caminar
juntos. Hablamos de diversos temas y de pronto, como sabe él lo mucho que me
gusta escucharle sus historietas, viajó al pasado y comenzó a recordar algunos
temas graciosos de sus tiempos jóvenes. Las risas nos acompañaron y cuando
acabó, como en aquellas fechas yo estaba recopilando información de Francisco “El Cuco”, le pregunté si sabía algunas cosas más de él con el
objetivo de incorporarlas a la que ya me habían contado unos día antes. No
necesitó mucho tiempo para, haciendo introspección retrospectiva, acordarse de
otra historieta en la que el protagonista principal era, en esta ocasión, el
señor Juan José Molino “Santo Rostro”, guardaba
relación con los miedos personales que este señor tenía a los toros y en la que
el señor Francisco “El Cuco” también participó de manera
invisible.
En el barrio de la ermita había dos
bares con nombres muy originales. El que primero comenzó a funcionar fue el bar
regentado por Pedro Saeta “El Maza”, apodado así porque daba
buenos mazazos a quienes lo
visitaban pues aguaba el vino y engordaba el cuadre de las cuentas. El
segundo lo abrió Fernando Valero,
después de abrir el bar fue cuando le pusieron sus clientes el apodo “El Pelotas” porque este señor era el
manijero de la hacienda “El Palo”, la
que también era conocida como “Villa
Conchita”, y como daba mucho trabajo durante el año pues los jornaleros tenían
que ir allí a beber vino para que los contratara y a cobrar el jornal.
En estos bares se reunían cuando venían
del trabajo o llovía para distraerse jugando a las cartas y tomando unos vinos
en la tertulia. En estas reuniones se exponían todos los temas y eso hacía que
se conocieran a la perfección. Un día estaban reunidos Juanillo “El de la Ermita”,
Juan Francisco “El Papo”, Juan José “Santo Rostro” y Francisco “El Cuco”… Hablaban de fútbol y Juanillo le dijo a Juan José:
- El sábado televisan tu Barcelona con el Bilbao.
– Sí, ya lo sé, pero no puedo verlo- le
respondió.
- ¿Por qué? –le preguntó sorprendido.
– Porque estamos en el melonar y no quiero
dejar allí sola a la mujer con los zagales hasta que acabe el partido– le
aclaró.
- ¿Dónde lo tienes este año?
– En el “Pozo la Campiña”.
– Está ahí mismo, puedes ir en dos
zancadas cuando acabe –le respondió Juanillo.
Juan
José debió meditar las palabras de Juanillo y al día siguiente, cuando
llegó la hora del partido, se presentó en el bar a la hora prevista para verlo con
el grupo de amigos. Mientras lo veían se bebían el vino en una animada charla,
así estuvieron hasta el descanso. Después comenzaron a comentar las incidencias
que ellos habían visto durante el primer tiempo del partido y, de pronto, el “El Cuco” tomó la palabra porque se
acordó de que el señor “Santo Rostro” le tenía mucho miedo a los
toros y a las vacas, se dirigió a los reunidos y les dio esta noticia:
- Hoy se han escapado dos vacas de Iznadiel y han cruzado el río Guadalquivir. Me han dicho que las han
visto por la casilla “Botines”.
Juan
José, al oír sus palabras, se mostró inquieto
pues el melonar estaba cerca de aquel paraje, durante la segunda parte ya no
estuvo a gusto y cuando acabó el partido pagó de inmediato lo que había
consumido y se marchó. Cuando abandonó la reunión Francisco les contó que había sido una broma y, como es lógico, los
que quedaron se rieron con la ocurrencia. A continuación les comentó que iba a
rematar la broma, salió del bar, se montó en la bicicleta y se fue después de
pagar sin dar más explicaciones.
Un tiempo después la peña de amigos
estaba otra vez reunida en el mismo bar y, mientras hacían la liguera, Juan Francisco “El Papo” le preguntó a Francisco:
- ¿Qué pasó con las vacas que se
escaparon de Iznadiel y que cruzaron
el río?
– Yo no he escuchado nada más del tema
pero por el camino que llevaban a lo mejor se fueron para Churriana, Juan José
sabrá si pasaron por su melonar o no y en qué quedó el asunto –le respondió Francisco.
Juan
José les contó entonces que cuando se fue
para el melonar iba muy preocupado por lo que le pudiera ocurrir a la familia
pero afirmó que no vio nada por el camino.
Unos días después, cuando Juan José no estaba presente, Francisco les contó cómo acabó la
broma. Con la bicicleta él llegó a la Casilla
“Botines” antes que él y se escondió
entre los carrizos y juncos que bordeaban la cañada. Al pasar éste con paso
ligero por las inmediaciones de la cañada, donde el señor Francisco estaba escondido, éste agitó las plantas, el melonero
escuchó el ruido, sospechó que eran los animales escapados y gritó:
- ¡¡¡Vaaacaaa!!!
Inmediatamente aceleró el paso pero el
movimiento de las plantas se repitió, el ruido lo paró en seco y gritó de nuevo
con más fuerza que la vez anterior:
- ¡¡¡Vaaaaacaaaaa!!!
A continuación salió corriendo y cuando
divisó ya el melonar vociferó a su esposa:
- ¡¡¡Nenaaaa, que hay vacas por aquíííí!!! ¡¡¡Meeete a los zagaaaales en la chozaaaaa!!!
Este final inesperado de la broma, cuando se lo contó Francisco otro día, les
causó mucha gracia y se rieron sanamente .
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