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viernes, 1 de diciembre de 2017

“EL CUCO”, SUS OCURRENCIAS

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo V
LAS FOBIAS DE “SANTO ROSTRO”
Este relato también me fue comunicado por Francisco Moreno GarcíaFrasco el Trapero. Una mañana regresaba con mi esposa de caminar, nos encontramos con él cerca del pueblo, nos saludamos y comenzamos a caminar juntos. Hablamos de diversos temas y de pronto, como sabe él lo mucho que me gusta escucharle sus historietas, viajó al pasado y comenzó a recordar algunos temas graciosos de sus tiempos jóvenes. Las risas nos acompañaron y cuando acabó, como en aquellas fechas yo estaba recopilando información de FranciscoEl Cuco”, le pregunté si sabía algunas cosas más de él con el objetivo de incorporarlas a la que ya me habían contado unos día antes. No necesitó mucho tiempo para, haciendo introspección retrospectiva, acordarse de otra historieta en la que el protagonista principal era, en esta ocasión, el señor Juan José MolinoSanto Rostro”, guardaba relación con los miedos personales que este señor tenía a los toros y en la que el señor FranciscoEl Cuco” también participó de manera invisible.

En el barrio de la ermita había dos bares con nombres muy originales. El que primero comenzó a funcionar fue el bar regentado por Pedro SaetaEl Maza”, apodado así porque daba buenos mazazos a quienes lo visitaban pues aguaba el vino y engordaba el cuadre de las cuentas. El segundo lo abrió Fernando Valero, después de abrir el bar fue cuando le pusieron sus clientes el apodo “El Pelotas” porque este señor era el manijero de la hacienda “El Palo”, la que también era conocida como “Villa Conchita”, y como daba mucho trabajo durante el año pues los jornaleros tenían que ir allí a beber vino para que los contratara y a cobrar el jornal.
En estos bares se reunían cuando venían del trabajo o llovía para distraerse jugando a las cartas y tomando unos vinos en la tertulia. En estas reuniones se exponían todos los temas y eso hacía que se conocieran a la perfección. Un día estaban reunidos Juanillo El de la Ermita”, Juan FranciscoEl Papo”, Juan JoséSanto Rostro” y FranciscoEl Cuco”… Hablaban de fútbol y Juanillo le dijo a Juan José:
- El sábado televisan tu Barcelona con el Bilbao.
– Sí, ya lo sé, pero no puedo verlo- le respondió.
- ¿Por qué? –le preguntó sorprendido.
– Porque estamos en el melonar y no quiero dejar allí sola a la mujer con los zagales hasta que acabe el partido– le aclaró.
- ¿Dónde lo tienes este año?
– En el “Pozo la Campiña”.
– Está ahí mismo, puedes ir en dos zancadas cuando acabe –le respondió Juanillo.
Juan José debió meditar las palabras de Juanillo y al día siguiente, cuando llegó la hora del partido, se presentó en el bar a la hora prevista para verlo con el grupo de amigos. Mientras lo veían se bebían el vino en una animada charla, así estuvieron hasta el descanso. Después comenzaron a comentar las incidencias que ellos habían visto durante el primer tiempo del partido y, de pronto, el “El Cuco” tomó la palabra porque se acordó de que el señor “Santo Rostro” le tenía mucho miedo a los toros y a las vacas, se dirigió a los reunidos y les dio esta noticia:
- Hoy se han escapado dos vacas de Iznadiel y han cruzado el río Guadalquivir. Me han dicho que las han visto por la casilla Botines”.
Juan José, al oír sus palabras, se mostró inquieto pues el melonar estaba cerca de aquel paraje, durante la segunda parte ya no estuvo a gusto y cuando acabó el partido pagó de inmediato lo que había consumido y se marchó. Cuando abandonó la reunión Francisco les contó que había sido una broma y, como es lógico, los que quedaron se rieron con la ocurrencia. A continuación les comentó que iba a rematar la broma, salió del bar, se montó en la bicicleta y se fue después de pagar sin dar más explicaciones.
Un tiempo después la peña de amigos estaba otra vez reunida en el mismo bar y, mientras hacían la liguera, Juan FranciscoEl Papo” le preguntó a Francisco:
- ¿Qué pasó con las vacas que se escaparon de Iznadiel y que cruzaron el río?
– Yo no he escuchado nada más del tema pero por el camino que llevaban a lo mejor se fueron para Churriana, Juan José sabrá si pasaron por su melonar o no y en qué quedó el asunto –le respondió Francisco.
Juan José les contó entonces que cuando se fue para el melonar iba muy preocupado por lo que le pudiera ocurrir a la familia pero afirmó que no vio nada por el camino.
Unos días después, cuando Juan José no estaba presente, Francisco les contó cómo acabó la broma. Con la bicicleta él llegó a la CasillaBotines” antes que él y se escondió entre los carrizos y juncos que bordeaban la cañada. Al pasar éste con paso ligero por las inmediaciones de la cañada, donde el señor Francisco estaba escondido, éste agitó las plantas, el melonero escuchó el ruido, sospechó que eran los animales escapados y gritó:
- ¡¡¡Vaaacaaa!!!
Inmediatamente aceleró el paso pero el movimiento de las plantas se repitió, el ruido lo paró en seco y gritó de nuevo con más fuerza que la vez anterior:
- ¡¡¡Vaaaaacaaaaa!!!
A continuación salió corriendo y cuando divisó ya el melonar vociferó a su esposa:
- ¡¡¡Nenaaaa, que hay vacas por aquíííí!!! ¡¡¡Meeete a los zagaaaales en la chozaaaaa!!!
Este final inesperado de la broma, cuando se lo contó Francisco otro día, les causó mucha gracia y se rieron sanamente . 





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