Colaboración de Paco Pérez
JUAN “EL BAUTISTA” NOS ENSEÑA A CAMBIAR
La alegría está presente en este día, la
muestra el profeta Isaías por haber
sido ungido por Dios con su gracia y nos enseña cómo actuaba él después, por
encargo suyo, con los hombres que estaban desterrados, comunicándoles mediante
su mensaje de salvación y esperanza que su liberación estaba
cerca.
Pasan
los años y un nuevo profeta, Juan “El Bautista”, nos vuelve a mostrar
también el camino y lo hace con unos planteamientos que sorprendía a quienes lo
escuchaban porque chocaban con las costumbres de aquellos tiempos. Su papel
queda reflejado en el texto de JUAN 1,6-8: [Surgió
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venia como testigo, para
dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la
luz, sino testigo de la luz.].
Éste,
con su forma de actuar, causó impacto en el pueblo y en quienes tenían el poder
religioso pero por razones distintas. Los primeros escuchaban palabras
impregnadas de verdad y esperanza mientras que las mismas
causaban TEMOR entre quienes ostentaban el poder. Éstos fueron con malas
intenciones hasta él en comisión, ésta estuvo integrada por un grupo de
sacerdotes, levitas, fariseos… ¿Por qué?
Porque
su forma de predicar despertó en aquella sociedad un nuevo espíritu que se popularizó con su predicación. Como estaban cansados
de las injusticias reinantes sus palabras les activaron el DESEO de que se operara un cambio en las instituciones y les regaló la ESPERANZA
de que fueran apartados de ellas quienes las dirigían tan injustamente. Este
sentimiento se despertó cuando él les hablaba con la verdad y los acusaba de
ser los que confundían al pueblo.
Cuando
fueron hasta él para saber si era el Mesías
lo negó y se presentó con humildad ante ellos diciéndoles quién era realmente y
qué misión tenía adjudicada. Está en Juan
1, 23: [Él
contestó: Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino al Señor
(como dijo el profeta Isaías).].
En aquellos tiempos en
el Templo había establecido un
ritual religioso particular y él enseñaba, a las personas de entonces y a las
de ahora, que debemos cambiar los formatos que no se rigen en la vida por la
verdad y sí por la rutina. Si la
religiosidad de entonces giraba alrededor del Templo y como en él no regía la LUZ y sí las TINIEBLAS pues
quienes se beneficiaban de la confusión espiritual que generaba aquel sistema
comenzaron a ver a Juan como un
peligro (por eso lo visitaron en comisión) y terminaron matándolo, como
hicieron después con Jesús.
En nuestros tiempos, a
mi entender, los cristianos también estamos cargados de RUTINAS y hemos convertido muchos actos tradicionales, por
superstición y miedo a dejar de hacerlo, en los pilares de nuestra religión.
Nos ha ocurrido esto porque quienes lo consintieron, y consienten, no tuvieron
en su momento, ni tienen ahora, la valentía que mostraron entonces Juan “El
Bautista” y Jesús para denunciar las irregularidades del sistema imperante y
enseñarles el nuevo camino.
El
“Plan que Dios estableció para el pueblo
elegido” no alcanzó el éxito y ese sentimiento le empujó a luchar por la
renovación de las costumbres. Ellos fueron un ejemplo de vida que les dio la LUZ necesaria para ser el revulsivo que
los sacara del estado de confusión en
que vivían pero no los aceptaron.
¿Hemos logrado ver nosotros la LUZ de su
ejemplo para salir de la nuestra o hemos preferimos seguir amodorrados en las cómodas
rutinas de nuestros tiempos?
Estamos
perdidos en las tradiciones y no queremos ver dónde está la verdad del mensaje
de Dios. La vida nos está llevando a
relativizar la gravedad del comportamiento humano y eso hace que aceptemos las
barbaridades de los tiempos como algo natural, ahí está el éxito del MAL y nuestra PERDICIÓN.
Por
esta realidad se impone de nuevo el tomar conciencia de que otra vez hay una
necesidad de CAMBIO.
Nuestros
actos son importantes y Pablo nos recuerda hoy que también es
muy importante ser constantes en la oración
para pedir en ella al Padre el perdón de nuestros pecados y para
agradecerle lo que hemos recibido de Él.
Nos anima a mantener vivo el espíritu, a no despreciar los mensajes que nos
manda, como hacían los profetas, a examinarlos con criterio recto y a quedarnos
con lo que realmente tiene valor.
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