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sábado, 16 de diciembre de 2017

ADVIENTO III

Colaboración de Paco Pérez
JUAN “EL BAUTISTA” NOS ENSEÑA A CAMBIAR 
La alegría está presente en este día, la muestra el profeta Isaías por haber sido ungido por Dios con su gracia y nos enseña cómo actuaba él después, por encargo suyo, con los hombres que estaban desterrados, comunicándoles mediante su mensaje de salvación y esperanza que su liberación estaba cerca.
Pasan los años y un nuevo profeta, JuanEl Bautista”, nos vuelve a mostrar también el camino y lo hace con unos planteamientos que sorprendía a quienes lo escuchaban porque chocaban con las costumbres de aquellos tiempos. Su papel queda reflejado en el texto de JUAN 1,6-8: [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venia como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.].

Éste, con su forma de actuar, causó impacto en el pueblo y en quienes tenían el poder religioso pero por razones distintas. Los primeros escuchaban palabras impregnadas de verdad y esperanza mientras que las mismas causaban TEMOR entre quienes ostentaban el poder. Éstos fueron con malas intenciones hasta él en comisión, ésta estuvo integrada por un grupo de sacerdotes, levitas, fariseos… ¿Por qué?
Porque su forma de predicar despertó en aquella sociedad un nuevo espíritu que se popularizó con su predicación. Como estaban cansados de las injusticias reinantes sus palabras les activaron el DESEO de que se operara un cambio en las instituciones y les regaló la ESPERANZA de que fueran apartados de ellas quienes las dirigían tan injustamente. Este sentimiento se despertó cuando él les hablaba con la verdad y los acusaba de ser los que confundían al pueblo.
Cuando fueron hasta él para saber si era el Mesías lo negó y se presentó con humildad ante ellos diciéndoles quién era realmente y qué misión tenía adjudicada. Está en Juan 1, 23: [Él contestó: Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino al Señor (como dijo el profeta Isaías).].
En aquellos tiempos en el Templo había establecido un ritual religioso particular y él enseñaba, a las personas de entonces y a las de ahora, que debemos cambiar los formatos que no se rigen en la vida por la verdad y sí por la rutina. Si la religiosidad de entonces giraba alrededor del Templo y como en él no regía la LUZ y sí las TINIEBLAS pues quienes se beneficiaban de la confusión espiritual que generaba aquel sistema comenzaron a ver a Juan como un peligro (por eso lo visitaron en comisión) y terminaron matándolo, como hicieron después con Jesús.
En nuestros tiempos, a mi entender, los cristianos también estamos cargados de RUTINAS y hemos convertido muchos actos tradicionales, por superstición y miedo a dejar de hacerlo, en los pilares de nuestra religión. Nos ha ocurrido esto porque quienes lo consintieron, y consienten, no tuvieron en su momento, ni tienen ahora, la valentía que mostraron entonces JuanEl Bautistay Jesús para denunciar las irregularidades del sistema imperante y enseñarles el nuevo camino.
El “Plan que Dios estableció para el pueblo elegido” no alcanzó el éxito y ese sentimiento le empujó a luchar por la renovación de las costumbres. Ellos fueron un ejemplo de vida que les dio la LUZ necesaria para ser el revulsivo que los sacara del estado de confusión en que vivían pero no los aceptaron.
¿Hemos logrado ver nosotros la LUZ de su ejemplo para salir de la nuestra o hemos preferimos seguir amodorrados en las cómodas rutinas de nuestros tiempos?
Estamos perdidos en las tradiciones y no queremos ver dónde está la verdad del mensaje de Dios. La vida nos está llevando a relativizar la gravedad del comportamiento humano y eso hace que aceptemos las barbaridades de los tiempos como algo natural, ahí está el éxito del MAL y nuestra PERDICIÓN.
Por esta realidad se impone de nuevo el tomar conciencia de que otra vez hay una necesidad de CAMBIO.
Nuestros actos son importantes y Pablo nos recuerda hoy que también es muy importante ser constantes en la oración para pedir en ella al Padre el perdón de nuestros pecados y para agradecerle lo que hemos recibido de Él. Nos anima a mantener vivo el espíritu, a no despreciar los mensajes que nos manda, como hacían los profetas, a examinarlos con criterio recto y a quedarnos con lo que realmente tiene valor.








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