Colaboración de Paco Pérez
Un día accedí
a YAHOO para ver qué comunicados
tenía en el correo y antes de entrar
en él hice una visita a “Yahoo Noticias”.
Así fue cómo me encontré con la maravillosa historia que relataba el señor
Benito Kozman, acompañada de la foto.
Yo me voy a limitar a proponerles la
lectura de su texto porque entiendo que refleja lo que deben ser las relaciones humanas sin que la edad, la religión, el idioma o
las circunstancias que nos rodeen lo
impidan.
Un soldado y un niño refugiado se hicieron amigos durante la guerra de
Bosnia; 24 años después se han reencontrado.
Justin Frye era un joven
soldado canadiense cuando fue enviado en 1994 a la ciudad bosnia de Visoko, al noroeste de Sarajevo, devastada por la guerra. Su
trabajo consistía en parte en proporcionar seguridad armada a los helicópteros
de la ONU que aterrizaban en la base militar establecida allí.
Cada
vez que se producía un aterrizaje, un niño se paraba detrás de la valla de la
base para curiosear, fascinado con las aeronaves y el aparataje militar. Se
trataba de Amir, pequeño musulmán
refugiado de una aldea cercana.
Frye sabía que los
niños vivían en la pobreza a causa de la guerra, así que empecé a traer
caramelos para Amir. Y pronto
comenzó a reconocerme, contó el hombre, quien ahora es agente de policía en Barrie,
Ontario.
No
hablaban el mismo idioma pero comenzaron a entablar una amistad, pese a todo.
Incluso
si no hablas el mismo idioma puedes leer el lenguaje corporal de alguien, así
que una sonrisa puede ser muy útil, aseguró Frye a la cadena CBC de Canadá.
La
hermana de Amir comenzó a servir de
traductora, gracias a sus conocimientos de inglés. Así supo que el apellido del
niño era Bajramovic. Más tarde Frye envió otros artículos para el
niño, que a su vez le mandaba su madre desde Canadá: lápices de colores, papel
y un reloj azul Indiglo Timex.
Fui
un joven soldado durante esa gira y no tenía hijos, pero a veces es agradable
alejarse del aspecto uniforme de ese trabajo, recuerda Frye. Así que me encontré gravitando hacia Amir y deseando pasar tiempo con él.
La
guerra concluyó en 1995 y el soldado canadiense regresó a su país un poco
antes, en la primavera. Sin embargo, no olvidó a Amir. Recientemente decidió buscarlo.
Todo
lo que tenía era una fotografía que les tomaron juntos, su primer nombre y la
ubicación de la casa de la familia de Amir
en 1994. Frye recuerda que el niño
era renuente a tomarse la foto porque no quería parecer un prisionero de guerra
de pie detrás de la valla de alambre de púas. En la imagen, están separados por
la valla: el soldado canadiense delante y el niño detrás.
Con
el paso del tiempo, temí que sería muy difícil encontrarlo, dijo Frye.
Buscó
a un reportero en Visoko, quien supo
que la hermana de Amir todavía vivía
en el área. En apenas cinco horas, Frye
obtuvo la información de contacto de Amir.
Resulta
que el niño se había convertido en un hombre de 34 años que vive en Suecia, intenta ser taxista, se casó y
tiene una hija pequeña.
Frye le envió un
simple mensaje a través de Facebook,
la foto y la palabra “Visoko”.
Inmediatamente,
respondió con:
-
Sí, soy yo, dijo Frye.
Fue
una sensación maravillosa que he estado esperando experimentar por 24 años.
Amir aprovechó
ahora para agradecer a la madre de Frye
por el regalo del reloj, que no ha olvidado.
Todavía
tiene dificultades con su inglés, pero los dos han estado comunicándose y
poniéndose al día y haciendo planes para reunirse en persona.
Le aseguré que
esta vez estaríamos del mismo lado de la valla, concluyó Frye.
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