miércoles, 28 de febrero de 2018

EL NIÑO Y EL SOLDADO


Colaboración de Paco Pérez
Un día accedí a YAHOO para ver qué comunicados tenía en el correo y antes de entrar en él hice una visita a “Yahoo Noticias”. Así fue cómo me encontré con la maravillosa historia que relataba el señor Benito Kozman, acompañada de la foto.
Yo me voy a limitar a proponerles la lectura de su texto porque entiendo que refleja lo que deben ser las relaciones humanas sin que la edad, la religión, el idioma o las circunstancias que nos rodeen lo impidan.

Un soldado y un niño refugiado se hicieron amigos durante la guerra de Bosnia; 24 años después se han reencontrado.
Justin Frye era un joven soldado canadiense cuando fue enviado en 1994 a la ciudad bosnia de Visoko, al noroeste de Sarajevo, devastada por la guerra. Su trabajo consistía en parte en proporcionar seguridad armada a los helicópteros de la ONU que aterrizaban en la base militar establecida allí.
Cada vez que se producía un aterrizaje, un niño se paraba detrás de la valla de la base para curiosear, fascinado con las aeronaves y el aparataje militar. Se trataba de Amir, pequeño musulmán refugiado de una aldea cercana.
Frye sabía que los niños vivían en la pobreza a causa de la guerra, así que empecé a traer caramelos para Amir. Y pronto comenzó a reconocerme, contó el hombre, quien ahora es agente de policía en Barrie, Ontario.
No hablaban el mismo idioma pero comenzaron a entablar una amistad, pese a todo.
Incluso si no hablas el mismo idioma puedes leer el lenguaje corporal de alguien, así que una sonrisa puede ser muy útil, aseguró Frye a la cadena CBC de Canadá.
La hermana de Amir comenzó a servir de traductora, gracias a sus conocimientos de inglés. Así supo que el apellido del niño era Bajramovic. Más tarde Frye envió otros artículos para el niño, que a su vez le mandaba su madre desde Canadá: lápices de colores, papel y un reloj azul Indiglo Timex.
Fui un joven soldado durante esa gira y no tenía hijos, pero a veces es agradable alejarse del aspecto uniforme de ese trabajo, recuerda Frye. Así que me encontré gravitando hacia Amir y deseando pasar tiempo con él.
La guerra concluyó en 1995 y el soldado canadiense regresó a su país un poco antes, en la primavera. Sin embargo, no olvidó a Amir. Recientemente decidió buscarlo.
Todo lo que tenía era una fotografía que les tomaron juntos, su primer nombre y la ubicación de la casa de la familia de Amir en 1994. Frye recuerda que el niño era renuente a tomarse la foto porque no quería parecer un prisionero de guerra de pie detrás de la valla de alambre de púas. En la imagen, están separados por la valla: el soldado canadiense delante y el niño detrás.
Con el paso del tiempo, temí que sería muy difícil encontrarlo, dijo Frye.
Buscó a un reportero en Visoko, quien supo que la hermana de Amir todavía vivía en el área. En apenas cinco horas, Frye obtuvo la información de contacto de Amir.
Resulta que el niño se había convertido en un hombre de 34 años que vive en Suecia, intenta ser taxista, se casó y tiene una hija pequeña.
Frye le envió un simple mensaje a través de Facebook, la foto y la palabra “Visoko”.
Inmediatamente, respondió con:
- Sí, soy yo, dijo Frye.
Fue una sensación maravillosa que he estado esperando experimentar por 24 años.
Amir aprovechó ahora para agradecer a la madre de Frye por el regalo del reloj, que no ha olvidado.
Todavía tiene dificultades con su inglés, pero los dos han estado comunicándose y poniéndose al día y haciendo planes para reunirse en persona.
Le aseguré que esta vez estaríamos del mismo lado de la valla, concluyó Frye.

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