Colaboración de José Martínez Ramírez
Son
de plata y esmeralda
y
juegan con el viento,
a
pesar del tormento
que
les provocan las varas.
Acogen
a las cigarras
que
sestean dentro
del árbol sediento,
mientras
rasgan sus alas.
Y
al cálido viento
los
pequeños pimientos
crecen
en sus raras
ramas
de cuento.
Su
aceite, perfecto,
por
la sangre resbala
de
las musas en sueño.
Por
eso este invento,
aunque
lejos, a mi amada
le
mando este ungüento.
Junto
a este cuento
y,
por mí, besé su cara
por
fuera y por dentro.
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