Colaboración de José Martínez Ramírez
La
mar trajo ayer el reencuentro,
barrió
con sus crestas de nieve
el
olvido amontonado y se atreve
a
recordarme, hoy, el epicentro.
Porque
una musa está para siempre
en
el frío abismo del sentimiento
y,
si la mar del recuerdo te la ofrece,
coge
la rosa que está en movimiento.
Aprieta
su tallo, si te conmueve,
besa
ágil sus espinas de tormento,
de
rocío y fuego, su alimento.
Mañana,
los versos de sangre eleven
al
sueño imposible que, inerte,
moría
en desesperado lamento.
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