Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VIII
EL ENCANTADO
Este
relato también tuvo como comunicador a Francisco Moreno “Frasco el Trapero” y surgió en un encuentro casual que
tuvimos unos días después de “Año Nuevo”.
Él acababa de aparcar el coche frente a “Zamorita”
para hacer las compras que su esposa le había encargado y nosotros que también
íbamos a realizar las nuestras. La clave de todo está en que, sin saber cómo, a
mí se me ocurrió decirle:
-
¡¡¡Chócate los palotes!!!
Frasco, hombre
ya mayor, quedó
tan sorprendido con la expresión que le formulé que se dirigió a Mari en estos
términos:
-
¿Qué dice este diablo?
Nos
reímos con su pregunta y después ella le aclaró que era una forma de proponerle
que me diera la mano para saludarnos. Concluidas las explicaciones nos deseamos
lo mejor para 2018 y ya discurrió la conversación sin sobresaltos.
En
un momento de ella le comuniqué que ya había publicado la historia que me contó
sobre Francisco “El Cuco”, Juan José Molino “Santo
Rostro” y las vacas. No reímos
recordando los episodios y, cuando nos íbamos a separar, se acordó de otra
historieta de Francisco.
Hay
que recordar que Frasco y su familia
vivían en la casilla de “Carchenilla”
cuando “El Cuco” estaba novio con Mariquilla. Ésta vivía en “El Puig”, una finca próxima a la de
ellos, porque el suegro de Francisco
trabajaba en ella y él, cuando visitaba a su novia, pasaba por la era de la
casilla y lo normal era que se topara con algún miembro de la familia de “Frasco” que allí estuviera haciendo
algún trabajo, se paraba y charlaban.
Una
de esas tardes se encontró con Antonio y Juan, los hermanos mayores de Frasco, y como todos conocían bien los
temores que tenía “El Cuco” al pasar
por la “Cueva del Gato” pues Antonio le habló de las cosas raras que
estaban pasando en aquel lugar en los últimos días. Juan confirmó lo dicho por su hermano y entró en detalles:
-
Hace unos días pasó por aquí un arriero con varios burros cargados de trigo,
iba camino del molino y nos contó que en esa zona vio entre los matorrales a “un encantado”.
Francisco quedó muy
sorprendido, hizo unos gestos muy raros y le preguntó:
-
¿Se puede saber qué coño es ese “encantado”
de la leche?
–
Yo no lo sé tampoco pero el arriero decía que era como una sombra que iba de un
lado para otro muy rápida y haciendo mucho ruido al pasar por entre las
plantas.
Para
que fuera más creíble la historia intervino Antonio y afirmó:
-
Cuando íbamos a la escuela teníamos pocos libros pero algún cuento que otro sí
que leí y recuerdo que en uno de ellos se contaba como una bruja encantó a un
muchacho por no querer casarse con su novia.
-
¿Y qué le hizo? – preguntó Francisco
muy acojonado.
–
Según el libro, al muchacho le clavó una aguja gigante en el pecho y lo
convirtió en una nube. Así tenía que estar hasta que alguien se la retirara y ya
volviera a ser persona –le explicó Antonio.
Juan apuntó esta
idea:
-
Tal vez sea eso lo que busca pero como no lo explica pues todos pasan de largo
o corren y, claro, así no se le soluciona su problema cualquiera sabe el tiempo
que lleva dando vuelta de un lado para otro.
Entonces
dijo “El Cuco”:
- ¡¡¡Pues le
tenía que haber dado un mochazo a la bruja y ahora no lo tendríamos por aquí
dando la castaña!!!
Se
despidieron y él continuó su camino hacia “El
Puig” en busca de Mariquilla.
Antonio y Juan ya habían
sembrado la semilla del miedo en Francisco
y cuando se separaron de él decidieron que cuando regresara ellos estarían
esperándolo escondidos entre los matorrales próximos a la “Cueva
del Gato”.
Estaba
ya bien anochecido pero la oscuridad no se había apoderado de manera total del
lugar y desde su escondrijo podían observar cómo caminaba lento mientras subía
la cuesta y que lo hacía por la cuneta contraria a los matorrales. Al llegar
hasta el lugar en que estaban escondidos ellos comenzaron a simular ruido de
viento y a mover las ramas de los matojos, él se paró y comenzó a mirar hacia
el lugar de donde provenían los ruidos pero, sin esperarlo, escuchó una voz que
le dijo:
-
¡¡¡Cucoooo, ayúdameeee!!!
Francisco le respondió
a la voz mientras caminaba deprisa hacia la ermita:
-
¡¡¡Yoooo, que te ayude la bruja!!!
Temiendo que el “encantado” se enfadara salió corriendo y los bromistas no supieron dónde paró.
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