Colaboración de Paco Pérez
A
diario nos relacionamos en el trabajo, la familia, el vecindario… Cuando lo
hacemos la convivencia nos lleva a conocer personas de diferente condición y nos
topamos con algunas que se lamentan de las desgracias que les ocurren, buscan
culpables y, si no los encuentran en su entorno, la toman con el Señor y lo acusan de ser el causante de
aquello que les pasa.
¿Por
qué plantean muchas personas, con frecuencia, estas situaciones tan
irracionales?
Es
posible que se deba a no tener un conocimiento acertado del hecho religioso. Jesús, para que mejoráramos, inició el camino de la evangelización.
Si
nos asomamos a la Biblia podemos comprobar que los reproches a Dios no son nuevos pues por esa
experiencia también pasó Job. Éste hombre
fue muy responsable y por ello, como había cumplido siempre, se sintió
defraudado al considerar que no se lo había tenido en cuenta y no le había correspondido.
Por estas razones sintió la necesidad de reprochárselo y con esa actitud, al
hacerlo, nos enseñó que no conocemos a Dios suficientemente y que por eso lo
cuestionamos.
Este
ejemplo es la cara desagradable de las pruebas
que recibimos y, a su vez, la constatación de que los amigos, en los momentos complicados de la desgracia, deben ayudar
al caído con soluciones reales y no dándole consejos teóricos.
El Salmo 146 nos enseña cómo es el Señor y que no debemos rebelarnos
contra Él. No lo haremos porque conoce perfectamente nuestros problemas y nos
ayuda pero no olvidaremos tampoco que con quienes no son rectos no tiene
compasión.
Jesús nos regaló el
camino perfecto, lleva años en la Biblia
esperando el momento de presentarse ante nosotros pero, lamentablemente,
preferimos mirar en otras direcciones para no leerla y así, alejados de la
verdad, convertimos las rutinas en religión.
Pablo les comunicó
las razones que deben empujar a quienes deciden “predicar el Evangelio”: Hacerlo como “una obligación” que brota en quienes están enamorados profundamente
del mensaje de Jesús y convierte la predicación en “un compromiso” que necesita de un sacrificio personal y así, por él, recibiremos el premio de conocer
mejor el mensaje bíblico que nos ayudará a cambiar
nuestro comportamiento. En cambio, si lo hacemos por “placer”, la paga que
recibiremos será sólo la satisfacción de
hacerlo pero no dejará en nosotros la huella que necesitamos para nuestro cambio personal y para ayudar a otros.
En
MARCOS 1,29-39 nos enseña Jesús con su ejemplo lo que debemos
hacer cada día para transformar nuestro comportamiento y así poder arrastrar
con él a los que no lo conocen:
En
1, 29-31: [En seguida, al salir
de la sinagoga, fue a casa de Simón
y Andrés, en compañía de Santiago y Juan. La suegra de Simón yacía en cama con fiebre.
En seguida le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó,
se le quitó la fiebre y se puso a servirles.].
Aquí comprobamos que fue respetuoso con el sábado, asistiendo a los actos de la sinagoga. Concluidos éstos decidió que
debía visitar en su casa al prójimo enfermo para curarlo, aunque fuera sábado. Esta acción lo llevó a
incumplir la normativa del judaísmo
pero Él dio prioridad a lo que se debía hacer en ese momento.
En
1, 32-33: [Caída la tarde, cuando se puso el
sol, le fueron llevando a todos los que se encontraban mal y a los
endemoniados. La ciudad entera estaba congregada a la puerta.].
Lo
buscaban porque no hacía como los doctores
de la Ley, usar palabrería hueca, Él
les ofrecía realidades tangibles… ¡¡¡Los curaba!!!
En
1, 35: [De mañana, muy oscuro, se levantó y
salió; se marchó a un lugar despoblado y allí se puso a orar.].
Queda claro que la oración diaria es necesaria y que lo
importante no es el lugar sino hacerla.
En
1, 36-39: [Echó tras Él Simón y los que
estaban con él. Lo
encontraron y le
dijeron:
- ¡Todo el mundo te
busca!
Él les respondió:
- Vámonos a otra
parte, a las poblaciones cercanas, a predicar también allí, pues para eso he
salido.
Y recorrió toda
Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.].
La
huida de Jesús nos muestra su rechazo a ser vitoreado por el
pueblo debido al éxito conseguido
con sus buenas obras, todo lo contrario de lo que hacen los dirigentes cuando
lo alcanzan. Éstos, casi siempre, intentan perpetuarse en él y no comprenden
que es algo efímero y Él lo que nos
enseña es totalmente diferente, el “Camino
del Reino”. Por esa razón la labor evangelizadora nunca estará acabada pues
siempre habrá personas que no conozcan el mensaje y habrá dárselo a conocer.
¿Hemos
pensado que debemos poner el filtro ya para seguir a Jesús y abandonar lo que
no es religión?
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