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sábado, 17 de marzo de 2018

JESÚS MURIÓ Y LAS SEMILLAS TAMBIÉN LO HACEN… ¿PARA QUÉ?


Colaboración de Paco Pérez
PARA DAR BUENOS FRUTOS
En aquellos días la ciudad de Jerusalén estaba muy concurrida pues habían venido para la fiesta gentes de otros lugares, siendo éstos de diferente condición social y creencia.
En este contexto se enmarcan los hechos y por ellos se puede comprobar cómo las enseñanzas de Jesús calaron fuerte y siguen dando sus frutos porque: Cuando se siembra buena simiente en terreno fértil se recoge buena cosecha.

Sus mensajes ayudaban a quienes los interiorizaban en positivo porque les mostraba la verdad con amor, justicia y sin violencia. Así fue como atrajo, y atrae, a los paganos que lo escucharon y ahora lo hace con quienes lo buscan; como les enseñó que las semillas deben morir para que nazcan nuevas plantas y den buenos frutos, pues con su muerte y resurrección posterior el seguimiento fue en aumento.
En nuestros días, muchas personas lo rechazan porque consideran que a su ideología no le favorecen sus palabras… ¿Por qué?
Porque si lograr erradicar a Jesús ellos se apropiarán de su mensaje usando planteamientos que Él popularizó para ayudar de verdad a quienes no tenían nada: Amar al prójimo como a nosotros mismos. Estas personas, cuando lo hacen, no menciona al prójimo pero sí lo hace cuando hablan de él como si fuera algo nuevo que ha sido inventado por ellos: Las políticas sociales que ellos aplicarán para mitigar los problemas de la ciudadanía.
Hay una gran diferencia entre Jesús y estos demagogos. Él, lo que hacía o decía era porque le preocupaban de verdad los problemas de las personas pero, los políticos, todo lo que dicen y hacen es movidos por el egoísmo, personales o de partido. Es evidente que hay gente honorable entre ellos pero, si tanto les preocupan los desfavorecidos… ¿Por qué no legislan para ayudar a quienes de verdad lo necesitan, impidiendo así que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres más pobres?
Jesús no quería que actuaran así los hombres, por eso intervino en el Templo contra los que comerciaban con la creencia de las personas. También denunció con ese gesto que los poderes religiosos y políticos tenían al pobre oprimido con cargas desorbitadas, una práctica habitual e injusta de todas las épocas.
Como su predicación resultó incómoda para esos grupos de poder pues se aliaron contra Él y se sintió mal por ello, ocurrió cuando comprobó que había sido querido por unos y rechazado por otros. Esa realidad le hizo sufrir y por eso, en el acto de la oración, le comunicó al Padre sus temores por los acontecimientos dolorosos que se le avecinaban, le suplicó que lo salvara y después, cuando le manifestó su aceptación, nos enseñó que tener miedo y pedir ayuda al Señor es normal y que no debemos desilusionarnos en los momentos de debilidad porque lo que quiere de nosotros es que confiemos en Él.
Por mediación de Jeremías, Dios anunció muchos años antes a su pueblo que llegaría el día en el que nadie tendría que enseñar a los demás quién era el Señor porque todos lo conocerían suficientemente, Él se encargaría de grabárselo en sus entendederas.
Si el sacrificio tan grande que hizo su Hijo, muriendo en la cruz por los hombres, no fue suficiente para que después no lo reconocieran los judíos como el Mesías, o no lo reconozcan algunos en nuestros días, se debería a que estuvieron ciegos o porque lo están.
Jesús enseñó una forma de comportamiento que no se parecía al que había entonces y por ello debemos tener la certeza de que no marchan bien las cosas, si lo logramos es posible que se despierte en nosotros, como fruto de una necesidad, el deseo de cambiar lo erróneo que hacemos. Si la semilla debe morir para que nazca la nueva planta… ¿Cómo no vamos a desear la muerte de los viejos comportamientos para que nazcan en las personas otros nuevos que nos empujen a realizar cosas distintas?



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