Colaboración de Paco Pérez
EL GRAN MOTOR DE LA VIDA CRISTIANA
El amor es el motor de la vida porque Dios nos lo enseña… ¿Cuándo?
Al
regalarnos la venida de su Hijo, sabiendo
Él que debería morir por nosotros. En
este acto supremo quedó definido lo que es el verdadero AMOR, entregar lo que más queremos para salvar a los demás. La
muerte de Jesús era la única opción
que teníamos de ser salvados pues la magnitud de nuestra ofensa sólo podía ser
lavada con la grandeza del sacrificio de su Hijo.
Los
hombres, para practicar el amor, debemos
saber que su origen está en el Padre,
conocer las normas o preceptos que Él
nos marca y estar dispuestos a sacrificarnos por los demás. Lo haremos así
porque debemos seguir la práctica que inició Jesús: [Amarnos los unos a
los otros como Él nos enseñó.].
Para
realizar este encargó Jesús nos
liberó de las cadenas de la esclavitud y nos regaló la libertad, así podríamos ser
buenos misioneros y llevar a los demás su mensaje para obtener buenos frutos. Poner
en marcha este proyecto cristiano necesita de la ayuda del Padre y entonces se operará en nuestras costumbres un cambio profundo
y total. Si damos este paso recibiremos el Espíritu
de Dios y después, con su ayuda,
podremos vivir en esa línea cristiana.
El
gran enemigo del hombre para cambiar de conducta es el egoísmo y por esa razón, si Dios no nos ayuda, practicar la solidaridad será muy difícil porque no
estaremos empujados por la fuerza del verdadero amor, el que nos enseñó Jesús con su ejemplo.
Cuando
la persona vive el cristianismo impregnado de ese amor actuará con el prójimo con
alegría, propiciará la paz, será tolerante y no violento, hará que la vida resulte
agradable a los demás, se mostrará generoso solucionando los problemas del
necesitado y nunca fallará a quienes lo busquen.
La
puesta en marcha de estos principios conseguirá que no haya privilegios de los unos sobre los otros y
quedarán eliminados los rechazos a las personas por los rancios prejuicios de
pertenecer a una raza, nación, clase social, sexo, religión… Este es el modelo de
sociedad que nos propone Dios, el
que practicó Jesús y el que todavía
no hemos puesto en marcha por no haber comprendido sus enseñanzas.
Si
todos tenemos la obligación de ser “misioneros”
el poder realizarlo será complicado porque no se puede enseñar lo que no se
conoce o comprende y, por desgracia, a los cristianos-católicos no se les
permitió leer la Biblia durante
años, por esa siembra la mayoría de ellos no la ha leído. Su lectura da el conocimiento
y la experiencia que se necesitan para divulgar sus propuestas de amor y
felicidad, el camino que debemos seguir para formar la comunidad de los hijos de Dios.
Quienes
lo hacen se muestran justos, sensibles ante las desgracias ajenas y resistentes
ante las tentaciones que nos ofrece la vida.
El
encuentro de Pedro con Cornelio nos muestra el reconocimiento y la admiración de un gentil hacia un hombre
de Dios y también la realidad del cristianismo cuando, aceptando
a un gentil, reconocemos que todos somos iguales porque Él no establece diferencias pero también les dejó claro que todos debemos
temer a Dios y ser justos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario