Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VI
OTRAS ACTIVIDADES DEL LOCAL-I
En
el “Cine Cervantes”, durante el
invierno, además de la proyección de
películas, el local ofreció a los villargordeños
otras actuaciones artísticas: cantaores
flamencos, bodas, compañías de teatro y
algunas actividades culturales programadas
por el Colegio o la Parroquia.
Cuando
acabé con esa relación, mi mente no descansó y se puso a escudriñar en la
despensa del pasado. Después de un tiempo de búsqueda regresó muy alborotada,
la tranquilicé y más sosegada me comentó que había encontró arrinconado el
recuerdo de la llegada de la televisión a nuestro pueblo pero ustedes se
estarán preguntando… ¿Qué tiene que ver este recuerdo con el “Cine Cervantes”?
Considero
que sí lo tiene porque en él fue donde, unos pocos niños y algún mayor, vimos
por primera vez un “televisor” y no
fue en nuestras casas. Se sabía que existía aquel avance pero a Villargordo no
había llegado todavía, aunque algunos no lo quieran creer. Eran tiempos de
dificultades económicas, no se podía invertir en ella y por eso no había en las
casas, entonces la única señal de TV la ofrecía TVE en “blanco y negro” y
por eso se decía de ella este comentario irónico: Es la mejor televisión de España. José Marfil “El Niño H”,
en aquellos años, se había especializado como técnico de TV y había logrado
montar una televisión en su taller profesional de la calle Ángel Méndez. Un atardecer, creo que fue en otoño o invierno por el
ambiente fresco que hacía en la calle mientras veíamos las imágenes, José abrió la puerta de entrada al cine,
la que había junto a la taquilla para la venta de las entradas, y en la parte
interior del local apareció funcionando un televisor ofreciendo imágenes. Rápidamente
se cundió la noticia, los niños acudimos y lo que vimos nos dejó gratamente
impresionados. Al regresar a casa conté las maravillas de lo que había
presenciado. Al día siguiente la noticia se cundió por el pueblo y, por esta
acción, José (que era un hombre muy
bueno, servicial y desinteresado) recibió el reconocimiento profesional que se
merecía y todos los vecinos supieron, sin necesidad de publicidad, adónde tenían
que ir a comprar sus televisores cuando pudieran gastar dinero.
Un
tiempo después hubo un partido internacional de fútbol en Madrid y en él se enfrentaban las selecciones nacionales de España y Marruecos, fue en el año 1961, José convocó a los aficionados que desearan verlo en el “Cine Cervantes”.
A
la hora prevista un televisor estaba instalado junto a la barandilla de la
terracilla donde estaba la cabina del operador, la sala del cine estuvo llena,
todos los que acudimos estábamos de pie y dándole la espalda a la pantalla, así
fue como viví mi primera experiencia de un partido de fútbol televisado.
También
hubo ocasiones en los que grupos de artistas
profesionales viajaban hasta los pueblos haciendo las actividades conocidas
popularmente como “bolos”. En estos desplazamientos
un grupo de ellos formaban compañía y viajaban de una población a otra
mostrando al público su especialidad, lo hacían durante la época de la aceituna
porque los vecinos tenían en esas fechas trabajo y, como es lógico, más posibilidades
de poder gastar dinero en los espectáculos que estos señores les ofrecían en su
propio pueblo.
En
una de estas actuaciones visitó el local de este cine el inigualable Antonio
Molina. Yo era en aquellas fechas muy joven pero recuerdo bien como pasaban
estas personas el tiempo libre que tenían desde su llegada hasta la hora de la
actuación por la noche, lo pasaban tomando café y jugando al dominó o al tute en
la Cafetería-Bar “Gafas”. Dulce Marfil Castellano
también recuerda aún la visita de este señor y su grupo de cante.
Según
ella, en otra ocasión vino al pueblo una compañía de actores que se anunciaban con
el nombre de “Teatro Cabrera” y parece
ser que sus representaciones gustaron mucho en nuestro pueblo, de esta noticia yo
no conservaba ningún recuerdo. Por su buen hacer profesional este grupo de
actores fue muy bien acogido aquí y por esa razón permanecieron entre nosotros
durante el mes de mayo. Una noche, al acabar su representación, anunciaron a
los asistentes su marcha y como a los espectadores presentes no les agradó la
noticia pues les pidieron que no se fueran e incluso hubo quienes les
ofrecieron un pedazo de tierra para que sembraran un melonar.
En
esa época, gracias a estos grupos artísticos, apareció en Villargordo un bailarín autodidacta, nuestro popular Luís “El Lelo”.
Cuando
los artistas aparecían por el pueblo su madre hablaba con el responsable del
grupo y acordaba con ellos que en esas actuaciones bailara su hijo Luís en el descanso y al final. Así fue
cómo comenzó a mostrar al pueblo sus cualidades naturales.
En
el “local de verano” también hubo actuaciones
artísticas. Recuerdo que en una noche calurosa se ofreció la representación de
una “actuación circense”. No
recuerdo el nombre artístico del grupo pero sí conservo vivas las imágenes de
la actuación estelar de la noche, en ésta actuaba un forzudo que fue presentado
al público asistente, a bombo y platillo, como “El gran Sansón”.
Este
artista apareció en escena con el torso desnudo para mostrar a los asistentes
el desarrollo muscular que tenía y causarles un fuerte impacto. De su actuación
sólo recuerdo dos números. En el primero los ayudantes comenzaron a colocar en
el suelo, ante los asistentes, unas barras de hierro de varios grosores y a
continuación el presentador, para darle más mérito al artista, fue comunicando
las dificultades que encontraría “Sansón”
para realizar su trabajo con ellas. A continuación salió él, hizo gestos musculosos
para impresionar al público, se acercó a los hierros, cogió con ambas manos una
barra por sus extremos, la sujetó, abrió las piernas, la elevó con ambos
brazos, una vez arriba le aplicó los efectos de su fuera y la barra comenzó a
encorvarse lentamente hasta que la transformó en una horquilla. Al mostrar al público lo que había hecho con ella éste
se lo reconoció y lo aplaudió con entusiasmo mientras dejaba el resultado de su
esfuerzo en el suelo.
A
continuación cogió otra pero en esta ocasión el trabajo fue diferente. También sujetó
uno de sus extremos con una mano y con la otra el contrario pero ahora fue
enroscando la barra en el otro brazo, hasta que consiguió convertirla en un
muelle. Si el otro número nos causó impacto el recibido por éste fue más
grande.
Mientras
el artista se tomó unos minutos de descanso sus ayudantes extendieron en el
suelo dos sogas, cada una de ellas estaba engarzada a una anilla metálica de un
estimable grosor. Después pidió el presentador que salieran al escenario diez
voluntarios forzudos y, cuando lo logró, los reunió según su constitución
física en dos grupos equilibrados de cinco. A continuación distribuyó a los
componentes de cada grupo en una soga y, cuando estuvieron situados, el forzudo
“Sansón” colocó cada anilla en uno
de sus brazos. Después cruzó los antebrazos para sujetar con cada mano el codo
contrario. Cuando estuvo preparado, el presentador ordenó a los voluntarios que
fueran tensando con suavidad las sogas y que se posicionaran en situación de
tiro. Estando preparadas las partes les pidió que comenzaran a tirar cuando él
le diera la señal. “Sansón”, a pesar
de recibir esas fuerzas contrarias, no cedió y tampoco se movió de su posición
pero en unos minutos los grupos de cinco fueron arrastrados de manera
alternativa a voluntad del forzudo, el presentador resaltaba con voz enérgica lo
que hacía y el público se entusiasmaba mientras aplaudía pero no se percataba
de que el mérito de lo que hacía “Sansón”
estaba en sumar su fuerza al grupo que él deseaba y por eso se los llevaba de
un lado a otro.
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