Colaboración de Pérez López
EL ESPÍRITU SANTO TRANSFORMA
Los
apóstoles estaban reunidos y, por
temor a los judíos, tenían las puertas bien atrancadas pues no querían que les pasara
lo que le habían hecho a Jesús.
Éste,
sin esperarlo los reunidos, apareció en medio de ellos y, como hace todo aquel
que llega de fuera, los saludó, se identificó mostrándoles sus heridas, se
alegraron mucho cuando lo reconocieron y Él
les repitió el saludo:
- [Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así también os envío yo.].
A
continuación les dijo:
- [Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.].
Después,
precedido de fuerte viento y ruido, el Espíritu
Santo vino hasta ellos y los transformó totalmente pues perdieron el miedo,
abrieron las puertas, salieron al exterior y contaban lo que habían
experimentado. Así comenzaron a cumplir la misión que les encomendó Jesús y quienes los escuchaban, cada
uno en su propia lengua, quedaban maravillados con sus enseñanzas.
Esta
huella bíblica nos enseña que cuando los hombres reconocen a Jesús como único Señor, su Señor, es
porque la fuerza del Espíritu Santo
está en ellos. Esa presencia se reconoce porque empuja a los hombres a realizar
buenas acciones en los ámbitos donde se relacionan, en grupo o individualmente,
guiados por los dones que Él les regala. A pesar de la diversidad de éstos, su actuación se realizará con sentido unitario y buscando siempre el
bien común. Este proceder debe impulsar a los cristianos a no apartarnos del
espíritu de la Iglesia. Cuando Pablo escribió a los corintios fue para corregirles la
desviación que habían tenido sobre su actuación en el marco de la unidad de la Iglesia, ellos preferían
hacerlo sin estar sujetos a toda norma
institucional.
La
acción del Espíritu Santo señaló a la Iglesia qué camino debía recorrer: [Ser misioneros para llevar la Palabra a todos las personas de la tierra
pero sin establecer diferenciaciones.].
Debemos
tener presente que esa acción representaba el paso del judaísmo, muy restringido, al cristianismo, universalizado.
El
inicio de la labor misionera no fue un invento humano sino la puesta en marcha
del “plan de Dios para todos los hombres”.
Poco a poco se fue ampliando, los gentiles también recibieron el mensaje
cristiano y se bautizaron, y con este espíritu de reforma se fueron abandonando
las rutinas tradicionales. Ocurrió,
y ocurre, porque el Espíritu Santo siempre empujaba a construir una Iglesia nueva y más universal que facilite
la comprensión de los nuevos retos que se le plantean en cada momento y lugar a
la divulgación del Evangelio.
Atravesamos
tiempos complicados, el Espíritu Santo nos está llamando al cambio pero
nosotros somos tercos y cómodos, preferimos seguir caminando por la calle con
los auriculares conectados al móvil, mirando al infinito y subidos al carro de
las tradiciones rutinarias que no nos comprometen a nada… ¡¡¡Que cada persona descubra las suyas!!!
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