domingo, 20 de mayo de 2018

PENTECOSTÉS


Colaboración de Pérez López
EL ESPÍRITU SANTO TRANSFORMA
Los apóstoles estaban reunidos y, por temor a los judíos, tenían las puertas bien atrancadas pues no querían que les pasara lo que le habían hecho a Jesús.
Éste, sin esperarlo los reunidos, apareció en medio de ellos y, como hace todo aquel que llega de fuera, los saludó, se identificó mostrándoles sus heridas, se alegraron mucho cuando lo reconocieron y Él les repitió el saludo:
- [Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.].
A continuación les dijo:

- [Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.].
Después, precedido de fuerte viento y ruido, el Espíritu Santo vino hasta ellos y los transformó totalmente pues perdieron el miedo, abrieron las puertas, salieron al exterior y contaban lo que habían experimentado. Así comenzaron a cumplir la misión que les encomendó Jesús y quienes los escuchaban, cada uno en su propia lengua, quedaban maravillados con sus enseñanzas.
Esta huella bíblica nos enseña que cuando los hombres reconocen a Jesús como único Señor, su Señor, es porque la fuerza del Espíritu Santo está en ellos. Esa presencia se reconoce porque empuja a los hombres a realizar buenas acciones en los ámbitos donde se relacionan, en grupo o individualmente, guiados por los dones que Él les regala. A pesar de la diversidad de éstos, su actuación se realizará con sentido unitario y buscando siempre el bien común. Este proceder debe impulsar a los cristianos a no apartarnos del espíritu de la Iglesia. Cuando Pablo escribió a los corintios fue para corregirles la desviación que habían tenido sobre su actuación en el marco de la unidad de la Iglesia, ellos preferían hacerlo sin estar sujetos a toda norma institucional.
La acción del Espíritu Santo señaló a la Iglesia qué camino debía recorrer: [Ser misioneros para llevar la Palabra a todos las personas de la tierra pero sin establecer diferenciaciones.].
Debemos tener presente que esa acción representaba el paso del judaísmo, muy restringido, al cristianismo, universalizado.
El inicio de la labor misionera no fue un invento humano sino la puesta en marcha del “plan de Dios para todos los hombres”. Poco a poco se fue ampliando, los gentiles también recibieron el mensaje cristiano y se bautizaron, y con este espíritu de reforma se fueron abandonando las rutinas tradicionales. Ocurrió, y ocurre, porque el Espíritu Santo siempre empujaba a construir una Iglesia nueva y más universal que facilite la comprensión de los nuevos retos que se le plantean en cada momento y lugar a la divulgación del Evangelio.
Atravesamos tiempos complicados, el Espíritu Santo nos está llamando al cambio pero nosotros somos tercos y cómodos, preferimos seguir caminando por la calle con los auriculares conectados al móvil, mirando al infinito y subidos al carro de las tradiciones rutinarias que no nos comprometen a nada… ¡¡¡Que cada persona descubra las suyas!!!
       

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