Páginas

martes, 5 de junio de 2018

EL CINE


Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VIII
OTRAS ACTIVIDADES DEL LOCAL-III
En él también se celebraban los actos culturales que en determinadas fechas o circunstancias se organizaban por la Parroquia o el Colegio.
Normalmente solían ser representaciones teatrales con temáticas adecuadas para el fin que se perseguía. La Parroquia organizaba en los días de la Navidad una escenificación del misterio del Belén.

El Colegio, durante unos años, organizaba un acto para el “Día de la Madre”, cuando se celebraba el día 8 de diciembre. En el año 1964, el “Cine Cervantes” acogió por última vez el acto en el que se rindió homenaje a la figura incuestionable de la “madre” porque se le cambió la fecha y, desde 1965, se celebra el primer domingo de mayo.
Hubo quienes pensaron que fue una maniobra anticristiana, por coincidir con la fiesta religiosa de la Inmaculada Concepción, pero la realidad fue otra: Se cambió por los intereses económicos de los “grandes almacenes comerciales”.
Se comentó que la idea partió de “Galerías Preciados” para vender más regalos en otra fecha diferente pues el día 8 de diciembre era una fecha que estaba próxima a la Navidad y como se le avecinaban grandes gastos a las familias pues éstas no hacían muchas compras para ese día y esa fue la verdadera razón por la que decidieron fijar una nueva fecha motivadora para el “Día de la Madre”.
Esa noche el local estaba repleto de personas y un grupo de estudiantes jóvenes e inexpertos, sin comerlo ni beberlo, se vieron involucrados en él como colaboradores necesarios para una de las actividades programadas para el acto. Unas horas antes de que empezara a entrar el público, D. Antonio Cañas Calles “Alguinicas” nos mandó llamar a unos cuantos alumnos de bachiller, él era nuestro maestro, y nosotros, como lo respetábamos mucho, fuimos a su casa de inmediato para saber cuál era el motivo de su llamada. Una vez en su presencia nos dijo:
- Os llamo para que me hagáis un favor.
Nosotros sin saber de qué iba el asunto le contestamos que sí, después permanecimos callados y entonces él nos comunicó lo que quería que hiciéramos en el acto:
- Como sabéis, hoy es el “Día de la Madre” y el Colegio ha organizado en el “Cine Cervantes” un acto cultural y durante él vamos a homenajear a las madres. Lo vamos a hacer de varias formas y una de ellas consistirá en sortear un regalo para las madres que acudan a él. Esa parte del acto quiero que la hagáis  vosotros y para ello deberéis de estar en el cine antes de que comience a entrar el público. Os pondréis en las puertas de entrada y entregaréis a las señoras que sean madres una papeleta con un número. Después, en el descanso del acto, subiréis al escenario para hacer el sorteo del regalo y, cuando salga el número premiado, se lo entregaréis a la madre agraciada. Para realizarlo os tendremos preparado un bombo pequeño con diez bolas, numeradas desde el cero al nueve, y también una mesa sobre la que podréis poner dicho bombo mientras lo hacéis.
Nos despedimos hasta la hora acordada y abandonamos su domicilio en silencio pues nos habíamos quedado sorprendidos y acojonados, tanto, que salimos sin hacerle ninguna pregunta aclaratoria. Una vez en la calle uno de nosotros dijo:
- ¿Cómo hemos aceptado su encargo sin saber de qué iba el asunto?
La verdad, él se quedó muy feliz porque había resuelto esa parte del acto pero cuando nos quedamos solos comenzamos a manifestar nuestra preocupación por lo que nos había caído encima. Repartir las entradas no era el problema pero los que subieran al escenario para realizar el sorteo sí tendrían un problemón… ¿Por qué?
Porque en aquellos años teníamos pocos tiros dados y nos daba vergüenza de todo, en nuestros días ocurre al revés, los que no suben al escenario se ofenden y las madres mucho más. También nos preocupó que, una vez en el escenario, se nos diera un bombo con las bolas sin que ninguno de los que subiéramos a realizarlo hubiéramos sido entrenados ni orientados para hacer el sorteo correctamente. Como ninguno queríamos responsabilizarnos de esa parte pues decidimos sortear las cinco responsabilidades encargadas haciendo cinco papelillos: Para estar en la puerta repartiendo las papeletas, el 1 y el 2; el 3 para darle vueltas al bombo y sacar las bolas; el 4 sería el encargado de cantar los números y dirigirse al público desde el micrófono y el 5 sostendría el regalo durante el sorteo y lo entregaría a la madre premiada. Una vez preparados los metimos en el bolsillo de un pantalón, una mano inocente las fue sacando y yo tuve la mala suerte de que me tocara el papelillo con el número 4.
Cuando llegó el momento de nuestra actuación salimos al escenario, íbamos hechos un flan, dos llevábamos una mesa pequeña y el otro el bombo con las bolas y el regalo. Una vez colocados ambos elementos junto al micrófono, dirigí unas palabras para exponerles lo que íbamos a realizar. A continuación comenzó el compañero a darle vueltas al bombo y sacó la primera bola, la de las unidades:
- La cogí y canté el número… ¡¡¡El CUATRO!!!
Después devolví la bola al bombo, le dio de nuevo algunas vueltas con el manubrio, sacó la de las decenas y cuando la fue a recoger para entregármela y que cantara el número, con el nerviosismo de la inexperiencia y la vergüenza que entonces nos ocasionaban estas situaciones inusuales, tuvo el contratiempo de que se le cayó la bola de la mano y comenzó a dar saltos por el escenario. Los tres nos quedamos petrificados y entonces el causante del problema, susurrando y frente al público, comenzó este diálogo conmigo:
- ¡¡¡Cógela tú!!! –me decía.
Yo le contesté:
- ¡¡¡Cógela tú que la has tirado!!!
En este tira y afloja estuvimos, durante unos segundos, hasta que el del manubrio no pudo aguantar más la situación tan complicada que había originado y decidió ir a por ella. Al regresar me la entregó y canté el número:
- ¡¡¡El DOS!!!
Repetí el proceso de volverla a meter en el bombo, él las agitó y después procedió a sacar la bola correspondiente a la cifra de las centenas.
Al sacarla se nos presentó un nuevo problema, esta vez a mí, por desconocer el procedimiento… ¿Qué ocurrió?
Cuando la bola de las centenas estuvo en mi mano descubrí, un momento antes de cantar el número, que ahora yo era el que tenía el problema… ¡¡¡Había salido el OCHO!!!
Si lo hubiera dado a conocer en ese momento el número premiado tendría que haber sido el OCHOCIENTOS VEINTICUATRO pero no lo hice porque recordé que sólo habíamos repartido CIENTO SETENTA Y SEIS papeletas y por eso, el caos que se podía haber ocasionado hubiera sido histórico y la credibilidad del sorteo nula.
Al percatarme de que no podía premiarse el OCHOCIENTOS VEINTICUATRO reaccioné con inmediatez y muy acertadamente pues, con la bola en la mano, canté:
- ¡¡¡El UNO!!!
Inmediatamente dije:
- El número premiado es… ¡¡¡El CIENTO VEINTICUATRO!!!
A continuación, entre el público asistente, se escuchó una voz femenina que gritó:
- ¡¡¡Yo lo tengoooo!!!
Abandonó su asiento, se encaminó hacia el escenario, subió la escalinata de madera y una vez en el escenario comprobé que la señora premiada era Francisca Jiménez Cañas, conocida popularmente como “Paquita la Maximiana”.
Acabado el acto de la entrega del regalo ella abandono el escenario muy contenta, regresó a su asiento y unos minutos después continuó la programación del acto.
Todos los años, al finalizar el curso escolar, el Colegio también celebraba en este local, a pesar del calor que hacía ya en el mes de junio, un acto de despedida y en él se representaban las actividades artísticas que los maestros y maestras habían preparado en las distintas aulas: Bailes, declamaciones poéticas, cantes y representaciones teatrales.





No hay comentarios:

Publicar un comentario