Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VIII
OTRAS ACTIVIDADES DEL LOCAL-III
En
él también se celebraban los actos
culturales que en determinadas fechas o circunstancias se organizaban por
la Parroquia o el Colegio.
Normalmente
solían ser representaciones teatrales con temáticas adecuadas para el fin que
se perseguía. La Parroquia
organizaba en los días de la Navidad
una escenificación del misterio del Belén.
El
Colegio, durante unos años, organizaba
un acto para el “Día de la Madre”,
cuando se celebraba el día 8 de diciembre. En el año 1964, el “Cine Cervantes” acogió por última vez el acto en el que se rindió
homenaje a la figura incuestionable de la “madre”
porque se le cambió la fecha y, desde 1965, se celebra el primer domingo de
mayo.
Hubo
quienes pensaron que fue una maniobra anticristiana, por coincidir con la
fiesta religiosa de la Inmaculada
Concepción, pero la realidad fue otra: Se cambió por los intereses económicos
de los “grandes almacenes comerciales”.
Se
comentó que la idea partió de “Galerías
Preciados” para vender más regalos en otra fecha diferente pues el día 8 de diciembre era una fecha que estaba próxima a la Navidad y como se le avecinaban grandes
gastos a las familias pues éstas no hacían muchas compras para ese día y esa
fue la verdadera razón por la que decidieron fijar una nueva fecha motivadora
para el “Día de la Madre”.
Esa
noche el local estaba repleto de personas y un grupo de estudiantes jóvenes e
inexpertos, sin comerlo ni beberlo, se vieron involucrados en él como
colaboradores necesarios para una de las actividades programadas para el acto.
Unas horas antes de que empezara a entrar el público, D. Antonio Cañas Calles “Alguinicas” nos mandó llamar a unos
cuantos alumnos de bachiller, él era nuestro maestro, y nosotros, como lo
respetábamos mucho, fuimos a su casa de inmediato para saber cuál era el motivo
de su llamada. Una vez en su presencia nos dijo:
-
Os llamo para que me hagáis un favor.
Nosotros
sin saber de qué iba el asunto le contestamos que sí, después permanecimos
callados y entonces él nos comunicó lo que quería que hiciéramos en el acto:
-
Como sabéis, hoy es el “Día de la Madre”
y el Colegio ha organizado en el “Cine Cervantes” un acto cultural y durante él vamos a homenajear a las
madres. Lo vamos a hacer de varias formas y una de ellas consistirá en sortear
un regalo para las madres que acudan a él. Esa parte del acto quiero que la
hagáis vosotros y para ello deberéis de
estar en el cine antes de que comience a entrar el público. Os pondréis en las
puertas de entrada y entregaréis a las señoras que sean madres una papeleta con
un número. Después, en el descanso del acto, subiréis al escenario para hacer
el sorteo del regalo y, cuando salga el número premiado, se lo entregaréis a la
madre agraciada. Para realizarlo os tendremos preparado un bombo pequeño con
diez bolas, numeradas desde el cero al nueve, y también una mesa sobre la que
podréis poner dicho bombo mientras lo hacéis.
Nos
despedimos hasta la hora acordada y abandonamos su domicilio en silencio pues
nos habíamos quedado sorprendidos y acojonados, tanto, que salimos sin hacerle ninguna
pregunta aclaratoria. Una vez en la calle uno de nosotros dijo:
-
¿Cómo hemos aceptado su encargo sin saber de qué iba el asunto?
La
verdad, él se quedó muy feliz porque había resuelto esa parte del acto pero
cuando nos quedamos solos comenzamos a manifestar nuestra preocupación por lo
que nos había caído encima. Repartir las entradas no era el problema pero los
que subieran al escenario para realizar el sorteo sí tendrían un problemón…
¿Por qué?
Porque
en aquellos años teníamos pocos tiros dados y nos daba vergüenza de todo, en
nuestros días ocurre al revés, los que no suben al escenario se ofenden y las
madres mucho más. También nos preocupó que, una vez en el escenario, se nos
diera un bombo con las bolas sin que ninguno de los que subiéramos a realizarlo
hubiéramos sido entrenados ni orientados para hacer el sorteo correctamente. Como
ninguno queríamos responsabilizarnos de esa parte pues decidimos sortear las
cinco responsabilidades encargadas haciendo cinco papelillos: Para estar en la
puerta repartiendo las papeletas, el 1 y el 2; el 3 para darle vueltas al bombo
y sacar las bolas; el 4 sería el encargado de cantar los números y dirigirse al
público desde el micrófono y el 5 sostendría el regalo durante el sorteo y lo
entregaría a la madre premiada. Una vez preparados los metimos en el bolsillo
de un pantalón, una mano inocente las fue sacando y yo tuve la mala suerte de que
me tocara el papelillo con el número 4.
Cuando
llegó el momento de nuestra actuación salimos al escenario, íbamos hechos un
flan, dos llevábamos una mesa pequeña y el otro el bombo con las bolas y el
regalo. Una vez colocados ambos elementos junto al micrófono, dirigí unas
palabras para exponerles lo que íbamos a realizar. A continuación comenzó el
compañero a darle vueltas al bombo y sacó la primera bola, la de las unidades:
-
La cogí y canté el número… ¡¡¡El CUATRO!!!
Después
devolví la bola al bombo, le dio de nuevo algunas vueltas con el manubrio, sacó
la de las decenas y cuando la fue a recoger
para entregármela y que cantara el número, con el nerviosismo de la
inexperiencia y la vergüenza que entonces nos ocasionaban estas situaciones
inusuales, tuvo el contratiempo de que se le cayó la bola de la mano y comenzó
a dar saltos por el escenario. Los tres nos quedamos petrificados y entonces el
causante del problema, susurrando y frente al público, comenzó este diálogo
conmigo:
-
¡¡¡Cógela tú!!! –me decía.
Yo
le contesté:
-
¡¡¡Cógela tú que la has tirado!!!
En
este tira y afloja estuvimos, durante unos segundos, hasta que el del manubrio no
pudo aguantar más la situación tan complicada que había originado y decidió ir
a por ella. Al regresar me la entregó y canté el número:
-
¡¡¡El DOS!!!
Repetí
el proceso de volverla a meter en el bombo, él las agitó y después procedió a
sacar la bola correspondiente a la cifra de las centenas.
Al
sacarla se nos presentó un nuevo problema, esta vez a mí, por desconocer el
procedimiento… ¿Qué ocurrió?
Cuando
la bola de las centenas estuvo en mi
mano descubrí, un momento antes de cantar el número, que ahora yo era el que
tenía el problema… ¡¡¡Había salido el
OCHO!!!
Si
lo hubiera dado a conocer en ese momento el número premiado tendría que haber
sido el OCHOCIENTOS VEINTICUATRO
pero no lo hice porque recordé que sólo habíamos repartido CIENTO SETENTA Y SEIS papeletas y por eso, el caos que se podía
haber ocasionado hubiera sido histórico y la credibilidad del sorteo nula.
Al
percatarme de que no podía premiarse el OCHOCIENTOS
VEINTICUATRO reaccioné con inmediatez y muy acertadamente pues, con la bola
en la mano, canté:
-
¡¡¡El UNO!!!
Inmediatamente
dije:
-
El número premiado es… ¡¡¡El CIENTO VEINTICUATRO!!!
A
continuación, entre el público asistente, se escuchó una voz femenina que
gritó:
-
¡¡¡Yo lo tengoooo!!!
Abandonó
su asiento, se encaminó hacia el escenario, subió la escalinata de madera y una
vez en el escenario comprobé que la señora premiada era Francisca Jiménez Cañas, conocida popularmente como “Paquita la Maximiana”.
Acabado
el acto de la entrega del regalo ella abandono el escenario muy contenta,
regresó a su asiento y unos minutos después continuó la programación del acto.
Todos
los años, al finalizar el curso escolar, el Colegio también celebraba en este local, a pesar del calor que
hacía ya en el mes de junio, un acto de despedida y en él se representaban las actividades artísticas que los maestros
y maestras habían preparado en las distintas aulas: Bailes, declamaciones
poéticas, cantes y representaciones teatrales.
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