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lunes, 10 de septiembre de 2018

NI LA PIQUETA PUDO CONTIGO


Colaboración de Ramón Carmona Albao


Ahí, al fondo de la Cañailla, ahí está,
algunos son de colores, otros oscuros, y parpujitas
en sus aguas claras, alguna vez hasta doradas.


Paso a paso perdura,
silencioso, apacible, puro,
de paredes encaladas, mucho de Villargordo
¿Quién lo bautizaría con el nombre de Redondo?


Pilar donde alguna niña enamorada
dio de beber a su enamorado,
quizá de aquel botijo fresco,
quizá de aquel cantarillo de barro,
como se miraban los que todavía se quieren,
sentados al borde del pilar,
acariciando sus dedos el pequeño manantial,
cuántos secretos,
atrevidos besos robados sobre tu aguas transparentes,
tú tan viejo, tan querido, prensado de historia,
de amores, de recuerdos.
¡Quién de este pueblo no bebió sus aguas,
tan limpias, en alguna tarde soligera!


 No habrá pluma que te sentencie,
ni mano que no te ampare
porque tú, Pilar Redondo, eres padre, eres hijo,
eres todo en el pueblo de Villargordo.
Fuiste frescura para las flores más hermosas,
para tus hijas amantes y amorosas,
que yo sacie mi sed, con la que me quería,
y ahora que sigue queriéndome,
me recuerda el agua que del Pilar Redondo traía.



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