Colaboración de Ramón Carmona Albao
Ahí, al fondo
de la Cañailla, ahí está,
algunos son de
colores, otros oscuros, y parpujitas
en sus aguas claras,
alguna vez hasta doradas.
Paso a paso
perdura,
silencioso,
apacible, puro,
de paredes
encaladas, mucho de Villargordo…
¿Quién lo
bautizaría con el nombre de Redondo?
Pilar donde alguna niña enamorada
dio de beber a
su enamorado,
quizá de aquel
botijo fresco,
quizá de aquel
cantarillo de barro,
como se miraban
los que todavía se quieren,
sentados al
borde del pilar,
acariciando
sus dedos el pequeño manantial,
cuántos
secretos,
atrevidos
besos robados sobre tu aguas transparentes,
tú tan viejo,
tan querido, prensado de historia,
de amores, de
recuerdos.
¡Quién de este
pueblo no bebió sus aguas,
tan limpias,
en alguna tarde soligera!
No habrá pluma que te sentencie,
ni mano que no
te ampare
porque tú, Pilar Redondo, eres padre, eres hijo,
eres todo en
el pueblo de Villargordo.
Fuiste
frescura para las flores más hermosas,
para tus hijas
amantes y amorosas,
que yo sacie
mi sed, con la que me quería,
y ahora que
sigue queriéndome,
me recuerda el
agua que del Pilar Redondo traía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario