Colaboración de Paco Pérez
CAMBIO,
ARREPENTIMIENTO Y ESPERANZA
La
rueda de la vida gira sin parar y nos va presentando, mientras lo hace, los
hechos que ocurren y que son una repetición de otros acontecimientos del pasado
pero presentados de manera actualizada. En esta representación diaria las
personas aparecemos como protagonista, unas veces con actuaciones buenas y
otras dejando mucho que desear.
Dios, sin hacerse
notar, siempre las presencia y toma buena nota de lo que hemos hecho para
corregirnos… ¿Cómo lo hace?
Es
complicado afirmar algo sobre ello pero si meditamos un poco reconoceremos que
todos tenemos conciencia y por ella,
sin que nos dé voces, sabemos cuándo lo hacemos bien o mal aunque no escuchemos sus correcciones… ¿Podría ser así?
Las
personas, cuando tienen contratiempos se quejan de que los abandonó el Señor y cuando todo les va bien ni se
acuerdan de Él.
Esa
actuación de Dios la podemos ver
leyendo el A. T.. Hoy, en Baruc 5, 1-9, podemos comprobar cómo se
manifiesta esa preocupación por nosotros.
El
pueblo de Israel, igual que ocurre en
nuestros tiempos, estaba sumido en una situación caótica por la pérdida de los
valores que dan forma y consistencia a la familia y a las personas. Como la
degeneración había alcanzado a todo el entramado social pues los hechos que se
derivaron después les ocasionaron su deportación a Babilonia. El profeta los visitó por indicación suya, les dio ánimos
para que continuaran en la lucha, les transmitió palabras de ESPERANZA para el futuro y, concluida
su misión, regresó a Jerusalén.
Debemos
saber que si nos limitamos a ESPERAR,
para que el Señor resuelva nuestros
problemas, y, mientras llega ese momento, nosotros no colaboramos empujando
para que el mundo arregle sus rotos será difícil que así se logre cambiar lo
que no funciona.
Pasaron
los años y, con otras características, Dios
también intervino para mostrar el camino a las personas y seguimos sin darnos cuenta
de ello, lo podemos leer en Lucas 3, 1-6.
Juan “El Bautista” dio una lección a la
sociedad de su tiempo cuando, pudiendo formar parte de la clase sacerdotal acomodada, prefirió actuar y se retiró al
desierto para meditar, vivir con humildad comiendo de lo que había
en ese lugar, langostas y miel silvestre, y vistiendo con piel de camello. Fue
un hombre sencillo que vivió dando ejemplo, siempre HACÍA lo que PREDICABA.
Su
mensaje siguió una línea radical, usó ejemplos rudos
que estaban relacionados con el entorno rural donde se había criado, les aconsejaba
transformar sus formas de vida y les
hablaba de los cambios que se
avecinaban, los que permitirían liberar a los oprimidos de su dolor.
Para
que el cambio propuesto fuera posible les propuso arrepentirse de sus errores y recibir
el bautismo de penitencia.
Jesús fue hasta el
lugar donde predicaba Juan, lo
reconoció como el más grande de los profetas que había nacido de mujer y le
pidió que lo bautizara.
La
predicación de Juan iba encaminada a
dar esperanza al pueblo de Israel que estaba oprimido por el poder político que Roma les había impuesto y por el poder religioso, ambos crucificaron a
Jesús.
Unos
años después es Pablo quien nos da
la lección en Filipenses 1, 4-6. 8-11, ahí encontramos a Dios de manera invisible. Él,
estando encarcelado, continuó con su labor de evangelización enviando una carta
a los “filipenses”. En ella les
decía que no los olvidaba, que siempre los tenía presentes en sus oraciones, les
reconocía la gran labor que realizaron con él en la divulgación del evangelio, los animaba
a seguir trabajando en esa línea, les aconsejaba que progresaran en el “crecimiento espiritual” mediante el
amor a los demás pues actuando así comprenderían mejor la realidad que los
rodeaba y así darían mejor respuesta a los problemas que les fuera planteando
la sociedad. También les recordó que el camino de la evangelización no tiene
una ruta única sino que ésta había que ir modificándola con el trabajo y el día a
día.
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