Colaboración de Manuel Sánchez García
Dedicada a Rosa Guzmán.
Caminaba
por el alegre valle
cuando
escuché un cantar,
cantado
por soleares,
me
arrodeé y, al mirar
aquellos
verdes trigales,
me
enamoré sin pensar
ni
en color ni edades.
Tenía
grandes ojos azules,
azules
como el mar infinito,
que
me dejaban sin voces,
sin
aliento y enamoradito.
Sus
trenzas rubias radiantes
Bailaban,
a cada pasito,
como
alegres verdiales.
La
miré, me miró y sucedió
un
sin fin de curiosidades
que
nunca ella olvidó.
Yo
corrí para los olivares,
y,
de nuevo, me cantó
alegres
canciones populares
que,
llorando, me las dedicó.
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