Colaboración de Paco Pérez
Isaías anunció al
pueblo de Dios, estando en cautividad, que los días de sufrimiento en que vivían
estaban llegando a su fin porque la venida de la luz que iluminaría sus caminos estaba próxima y entonces se restauraría el orden perdido.
La
sociedad está cansada de vivir en una situación desagradable de “incertidumbres” y ésta le genera un
estado de “zozobra” permanente, no
buscado. Al ser arrastradas las personas a vivir así, cada vez se encuentran
más deseosas de “tranquilidad”, de
ahí que para alcanzarla procuren que las certezas
sean quienes guíen sus pasos. Ejemplo: Cuando tenemos que viajar activamos en
el coche el GPS y lo programamos para que nos vaya informando en cada momento por
dónde vamos o debemos girar, qué nos queda para llegar… ¿Por qué se ha aceptado de manera generalizada?
Porque
de no llevarlo, sobre todo si viajamos a un lugar que nunca hemos visitado,
podemos cometer equivocaciones y éstas nos ocasionarían una serie de trastornos
que son evitables si nos ayudados con ese avance de la ciencia.
Los
“Magos de Oriente” llegaron a
Jerusalén guiados por la certeza de una
estrella y, cuando tuvieron el contratiempo de su ocultamiento, ya no pudieron
seguir su camino. Leamos Mateo 2, 1-2:
[Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
En esto, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
-¿Dónde
está ese rey de los judíos que ha nacido?
Porque
hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle homenaje.].
Al
sentirse perdidos tuvieron que hacer preguntas y éstas despertaron en los políticos el temor que siempre los
acompaña y que los lleva a perder la compostura… ¡¡¡Perder el sillón!!!
Lo
comprobamos en Lucas 2, 3-8:
[Al enterarse el
rey Herodes se sobresaltó, y con él Jerusalén entera.
Convocó
a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, y les pidió información
sobre dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos
le contestaron:
-En
Belén de Judea, así lo escribió el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no
eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá: pues de ti saldrá un
jefe que será pastor de mi pueblo, Israel (Miq 5,1).
Entonces
Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran cuándo había
aparecido la estrella; luego los mandó a Belén encargándoles:
-Averiguad
exactamente qué hay de ese niño y, cuando lo encontréis, avisadme para ir yo
también a rendirle homenaje.].
Quienes
conocían dónde debía nacer Jesús, sacerdotes y letrados, no se inmutaron… ¿Por qué?
Porque,
a pesar de conocer dónde ocurriría el acontecimiento, no poseían lo principal… Confiar
en la “certeza” de los mensajes divinos
y después saber escuchar a Dios en
cada momento de sus vidas.
Los
viajeros sí la tuvieron y por eso la buscaban a unos kilómetros del punto de
destino. De este hecho lo más penoso, para mí, es que quienes llevaban los
asuntos de Dios en Jerusalén estuvieran totalmente
despreocupados.
Esta
realidad me enseña que para reconocer a diario la presencia de Dios en nuestra vida, sin verlo, tendremos
que empezar por conocerlo mejor y amarlo más. La lectura de la Biblia es el
camino que no queda para sensibilizarnos con sus anuncios y después tener más “certezas”. Después es posible que tratemos
de cumplir su mensaje de la mejor manera posible pero también deberemos de
convencernos de que “visitando el templo,
a diario o semanalmente” o “viviendo
de él” no nos da ventajas en la carrera del Reino, es un gran error creer que sí… ¿Por qué lo afirmo?
Porque
Jesús nos lo enseñó con la escena
del “látigo y los cambistas”.
Debemos saber que esa acción no fue contra ellos sino contra la “corrupción que había en el Templo y en los
políticos”. La gente no tenía “certezas”
pero Él sí.
Cuando
los “Magos de Oriente” cumplieron su
objetivo, adorar a Dios, se
marcharon y no colaboraron con el rey Herodes.
Este comportamiento lo interpreto como la obligación que tenemos de plantar
cara a las injusticias de la vida
sin temer al “después de” y para
ello deberemos descubrir primero dónde están la mentira y la verdad.
Esta
escena de la adoración de los “Magos de
Oriente” a Jesús me sirve para comprender
que Dios rechaza la grandeza y la ostentación pero ama la sencillez.
Debemos verlo así porque si Él nació
en un establo y lo visitaron las clases sociales que en su entorno eran
rechazadas por su humildad… ¡¡¡Qué grandeza de ideales debieron tener los “Magos de Oriente” cuando no les importó
ir a una cueva y mezclarse en ella con pastores y animales!!!
Años después, Pablo escribió a
los “efesios” y les comunicó cómo
fue reclutado por Jesús para que
divulgara su mensaje, cómo había permanecido guardado el misterio que rodeaba
al hecho religioso hasta después de su muerte y cómo fue revelado por el Espíritu Santo el misterio de la gracia
a los apóstoles. Para ellos esta acción fue decisiva porque tuvieron “certeza” y pasaron de estar asustados a
cumplir el encargo recibido de Él…
¡¡¡Predicar sin miedo a todos los
pueblos!!!
Este
paso fue decisivo para el cristianismo
porque suponía un “cambio radical”
en las relaciones humanas que había en el lugar por culpa de la “cultura judía”, ésta propiciaba la exclusión social.
Con
Jesús todos somos iguales y por eso
ya no es válido el rechazar a los demás por razones de sexo, raza, religión o posición económica.
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