Colaboración de Manuel Sánchez García
Es
cierto que me enamoré
de
una amapola como tú,
por
vez primera te encontré
y,
a mí, me dio un patatú.
Cuando
te dije… ¡Te quiero!
Se
te saltaron las lágrimas,
sin
embargo, de alegría vivo,
cuando
tú me besabas.
Eres
tan bella por dentro
que
loco estoy por ti,
me
dijiste… ¡Te quiero!
Y
fui yo el que te besó a ti.
Tus
labios, como dos llamas,
me
dejaron sin aliento y con fuego,
tú
me ibas apagando en las sabanas,
donde
se cruzó nuestro cuerpo.
Y
si de algo estoy seguro
es
de que te quiero,
de
que no hay una flor como tú,
ni
una hembra con ese cuerpo.
Loco
estoy por tu pelo moreno,
que
es como ramas de olivares
y
por tus hermosos ojos verdes,
que
son como aceitunas picuales.
Un
día te susurré al oído
y
te entró un escalofrío,
cuando
te dije lo guapo
que
estaba tu vestido.
Nos
besamos tanto, y tan fuerte,
que
río de sangre corría por nuestra frente
y
es que, cuando dos tanto se quieren,
no
hay fuerza que los quiebre.
Cuando
me despido de ti,
mi
corazón llora de sentir
que
tú te alejas de mí
y,
sin ti, no puedo vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario