Colaboración de Paco Pérez
Cerca
de Villargordo y muy próximo al río Guadalquivir hay un paraje que es muy
famoso, se conoce popularmente como “Carchenilla”
y también están próximos a él los lugares conocidos como “El Puig” y “Maquiz”.
Dicho
lugar tuvo sus momentos de gloria, como todo lo de la vida, y en la era que
había para recolectar las cosechas de cereales había dos viviendas, la que hoy
cobrará protagonismo era conocida como la “Casilla
de José Miguel”, llamado así porque su dueño era en el momento de los
hechos José Miguel Jiménez Vallecillos.
Hubo
un tiempo en que este señor empleó como caseros al matrimonio formado por Juan Manuel Cañas, “Tororano”, y Francisca Cañas, “Paquita la
Canuta”, con la finalidad de que cuidaran de la finca y la vivienda.
En
aquellos tiempos de penuria familiar comer era un milagro, los enseres de la
vivienda eran mínimos y por eso no era raro que varios miembros de la familia
durmieran en la misma cama y en ésta familia pues también se dieron esas
circunstancias, correspondiendo el privilegio de dormir con sus padres al más
pequeño de la familia Juan Cañas Cañas,
el que era muy conocido como Juan “Tororano”
y también como Juan “Canuto”.
La
mayoría de los vecinos consideraban que “Canuto”
era apodo y no sabían que esta familia tuvo un abuelo que se llamaba Canuto y por eso eran conocidos como
los “Canutos”.
Como
la familia de Francisco Moreno García
“Frasco el Trapero” también vivió en
“Carchinilla” pues conocía muy bien a
Juan Manuel “Tororano” y a sus ocurrencias, él fue quien una mañana me contó los
hechos.
En nuestros días la flatulencia no se acepta bien y todos
nos preocupamos de que salga cuando estamos solos o en el “baño” pero en el pasado se tomaba con otro talante porque era el
pan nuestro de cada día y porque cuando abandonaba su hábitat natural los
presentes no reprochaban al autor su acción… ¿Qué ocurría entonces?
Que servía de diversión pues, a veces,
rivalizaban en conseguir el mayor número de explosiones o intentar que el ruido
ocasionado fuera de la máxima sonoridad.
Parece ser que una noche el matrimonio
y el pequeño ya estaban acomodados en la cama y Juan Manuel, muy propenso a peerse, comenzó a darles su habitual sinfonía.
Paquita, al principio no dijo nada
pero cuando él insistió con sus olorosos ruidos le dijo:
- Juan
Manuel… ¡Ya está bien por esta noche!
– Paquita,
tú sabes que no lo hago porque quiero sino por necesidad.
– Ya lo sé pero no te peas más cuando
tenga el zagal la cabeza arropada… ¡No comprendes que se lo va a tragar todo
él!
Ese reproche de su esposa le hizo
reflexionar a “Tororano” y el buen señor se aguantó
pero a las cuatro de la mañana se despertó por culpa del dolor de vientre que
le estaban produciendo los gases y, como no podía aguantárselos más, pues trató
de evitar lo que le reprochó hacía unas horas su esposa y le dijo gritando:
-
¡Paquitaaaa!
Ella
se despertó atolondrada y le preguntó:
- ¿Qué te paaasa?
- ¡Afuera las
“barbaaaas”!
Cuando
comprobó que todas las cabezas estaban desarropadas dio salida a los gases y el
peo sonó en la habitación como si se estuviera rompiendo una camisa.
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