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jueves, 7 de febrero de 2019

SOLEDAD FUE DE TIENDAS A JAÉN


Colaboración de Paco Pérez

CON JUANA, SU MADRE
Una tarde, Soledad Moral se acercó hasta la calle Pablo Iglesias para visitar la casa de sus padres conversaron y antes de marcharse  su madre le preguntó:
- Niña, tengo que subir a Jaén un día de estos para comprarme unas cosillas que me hacen falta… ¿Tienes tú que subir?

Soledad comprendió que su madre lo que realmente quería era que la acompañara y para complacerla le contestó así:
- Pues sí, también tengo yo que subir… ¿Cuándo quieres que vayamos?
– El día que a ti te convenga –le contestó su madre.
- El miércoles vamos.
Así quedó establecido el acuerdo y ese día, por la mañana temprano, se montaron en el autobús y se marcharon a Jaén.
Durante el viaje hablaron de las compras que iban a realizar y de las tiendas que visitarían cuando llegaran. Salieron de la “Estación de autobuses” y como Juana era una señora metida en años pues caminaban despacio pero esa no era la única razón sino que había otra y de más peso, por cada escaparate que pasaban tenían que hacer el ritual lógico, mirar con precisión de cirujano lo que exponían detrás de la cristalera para ver si había lo que buscaban y si los precios eran una ganga o no. Todos sabemos que esta forma de comprar es habitual en las mujeres pues prefieren ver primero todos los escaparates por si hay algo en ellos que les llame la atención y, si no ven nada interesante, pues pasan de largo al de otra tienda.
En una de esas paradas Juana miraba una y otra vez lo que había en el interior del escaparate, observó algo que a ella le llamó mucho la atención y, por esa razón, le dijo a su hija:
- Soledad… ¿Te has dado cuenta de lo bien que hacen ahora las cosas?
- ¿A qué te refieres mama?
– A ese muñeco que hay vestido ahí.
- ¿Dónde está? – le pregunto su hija.
– En el escaparate… ¿No lo ves? ¡Parece un hombre de verdad!
Soledad no observó nada raro porque allí lo que había era un hombre montando el resto del escaparate. Parece ser que el escaparatista escuchó lo que decía Juana a su hija y entonces se quedó inmóvil. Cuando observó que Soledad miraba lo que había y Juana seguía pendiente de él aprovechó el momento para saludarla:
- ¡Holaaa, buenos días!
Juana, que estaba convencida de que era un maniquí, como no esperaba el saludo se asustó, dio un salto y salió corriendo como una joven.

CON UNA DE SUS HIJAS
En otra ocasión, pasaron bastantes años desde el viaje que hizo con su madre a Jaén, Soledad iba acompañada en esta ocasión por una de sus hijas, el motivo era el mismo y la diferencia que había entre ambos estaba en que antes no había tanto bullicio por las calles y ahora parecían hormigueros pues las personas caminaban con prisa, cruzándose de un lado para otro y sin pararse.
En esta ocasión transitaban por una calle con mucho tráfico, también había en ella muchas tiendas, iban de una en otra, de escaparate en escaparate y, para no dejarse ninguna sin visitar, cambiaban de acera repetidas veces. Con este continuo ir de aquí para allá la cruzaron por un semáforo, muchas personas lo hacían también en ese momento y una de ellas fue un muchacho que iba hablando con otra persona por el móvil y éste, al pasar junto a Soledad, le dijo a la persona con la que hablaba por ese medio:
- ¡Hola!
Soledad creyó que el saludo era para ella y le respondió:
- ¡¡¡Vaya usted con Dios, buen hombre!!!
La hija se percató de la confusión que había tenido y comenzó a dar carcajadas. Soledad no comprendía por qué se reía con tanta fuerza su hija y le preguntó una vez que se calmó:
- ¿De qué te ríes tanto?
– De tíííí.
- ¿Y qué chiste he dicho yo tan gracioso?
Maaama, que ese hombre no te ha dicho a ti nada!
– Que te lo crees tú, ese hombre me conoce a mí de lo que sea y por eso me ha dicho… ¡Hola!
- ¡Maaama, no digas tonterías, ese hombre iba hablando con otra persona por el móvil!
– ¡Vale, lo que tú digas, pero yo le he escuchado decir hola al pasar por mi lado y eso va a misa!


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