Colaboración de Paco Pérez
INCURSIÓN NOCTURNA EN LA SEDE DE J.O.A.C.
Ya
comenté que D. Felipe tuvo un gran
tirón entre los villargordeños por su forma de ser: generoso, sincero,
espontáneo… Tampoco debemos olvidarnos jamás de las muchas cualidades
personales que tenía para el desempeño de su ministerio sacerdotal y dejarlas
arrinconadas en la buhardilla del recuerdo, no se lo merecería quien siempre supo
qué deseaba alcanzar y cómo hacerlo. Su trabajo con los jóvenes locales fue
positiva y si no podemos catalogarla de perfecta para aquellos tiempos es
porque la semilla que se esparce no cae en la misma clase de tierra y después,
por esa realidad, el fruto cosechado no es uniforme.
En
aquellos años los jóvenes, en su mayoría, tenían como profesión la agricultura
pues en nuestro pueblo no había más actividad industrial que las derivadas del
campo. Había una fábrica de harina y otra de aceite, ambas eran propiedad de Juan Millán “Zarate”; en la “Verja”
también se molía aceituna, estaba en el edificio que después se convirtió en
restaurante con Pepe Luís García “Zamorita” y otra se instaló junto al Museo Cerezo, su propietario fue José Almagro “Dibujo”, la montó con una maquinaria nueva pero no tuvo éxito. Unos
años después se organizaron dos cooperativas
de aceite, cuya propiedad era de los socios; en la de Juan Millán “Zarate” nació
“San Juan” y unos meses después, de
nueva construcción, el “Cristo de la
Salud”. También había cuatro “hornos
de pan” que ocupaban a los componentes de otras tantas familias: El de Joaquín, después lo vendió a Blas “Oruga”, estaba en la calle Conde
Mejorada; el de Tobalico “oruga”, el padre de “El Chache”, en la calle Ramón y Cajal; el de Miguel, en la calle Jesús y el de “Los Checas”, en la calle José
María Polo.
Con
estas posibilidades de ocupación laboral la casi totalidad de los jóvenes
locales estaban destinados a desempeñar trabajos en la agricultura y una mínima
parte de ellos tenían posibilidades de estudiar y ganarse la vida con los
libros.
D. Felipe, conocedor de
esta realidad, intentó ayudarles para que no se perdieran en la nada, los
agrupó según sus posibilidades y así fue como nació la asamblea local de J.O.A.C. Una vez constituida el
siguiente paso fue nombrar una Junta
Directiva que se responsabilizara de la organización administrativa y de movilizar
las actividades. Los cargos directivos elegidos fueron:
-
Presidente: Blas “El Mellao”.
–
Secretario: Frasco “El Trapero”.
–
Tesorero: Eleuterio Lombardo.
Toda
organización, cuando comienza a caminar, siempre tiene ciertos problemillas y
los jóvenes de J.O.A.C. también los
tuvieron cuando otros jóvenes del pueblo que no trabajaban en el campo
solicitaron formar parte de la asociación. Las solicitudes presentadas fueron la
de Joselillo Carretero, funcionario
del Sindicato Obrero Católico, y la
de Paco “El Feo”, empleado en la
tienda de tejidos de su tío Luís “El Chivo”. En una primera reunión de la
Junta Directiva las primeras
solicitudes presentadas fueron rechazadas y el argumento que les dieron para
hacerlo fue que “no eran obreros del
campo”. Cuando informaron a D.
Felipe del acuerdo que habían tomado éste les habló, los convenció de que
debían reconsiderar su decisión y, cuando se volvieron a reunir por consejo
suyo, decidieron aceptarlos porque Joselillo
trabajaba en el Sindicato Obrero
Católico. Para sufragar los gastos que se ocasionaran comenzaron a cobrar
una cuota a los socios y así, después de muchos esfuerzos lograron juntar 450
duros, todo marchaba bien y estaban muy contentos.
Una
noche, los directivos de J.O.A.C. estaban
en el Bar “El Maza” tomando unos vinos; entró Alonso “Catalino”, un
conocido de Mengíbar; se saludaron y
se unió a ellos. Este señor era en aquellos momentos teniente de la Guardia Civil y con el paso del tiempo
ascendió y llegó a general. Como tenía un sueldo pues disponía de dinero y el
hombre tuvo el gesto de invitarlos. Ellos estaban a dos velas de dinero y se
encontraron pillados en un callejón sin salida… ¿Cómo invitaban ellos después?
Hablaron
Eleuterio y Frasco sin que se percatara Alonso
y acordaron que Frasco echara un
achaque, abandonara el bar, se acercara hasta la sede de J.O.A.C. para tomar prestados los fondos que tenían allí guardados
y unos días después los devolverían entre los tres. Con esta acción salieron aquella
noche del apuro en que los había metido el Guardia
Civil con la invitación y, cuando se les calentó el bigote, la juerga acabó
cuando los fondos de la asociación religiosa acabaron en el bolsillo de Pedro “El Maza”.
La
cuentas felices que se hicieron aquella noche se les atragantaron más pronto de
lo esperado pues aquel dinero estaba guardado porque habían acordado invertirlo
en una obra buena, comprar un aparato de radio a Catalina Alcalde Uceda, una hija de Amador “El Zapatero”, porque
le habían amputado una pierna y los jóvenes de J.O.A.C. decidieron hacerle ese regalo para que pudiera distraerse
en su casa mientras se recuperaba.
En
una de las reuniones que celebraban semanalmente decidieron realizar de
inmediato la compra acordada y entonces fue cuando se descubrió lo que había
sucedido… ¡Así fue cómo las buenas intenciones se quedaron en proyecto y Catalina sin aparato de radio!
D. Felipe se enfadó
mucho porque no esperaba aquella acción, estaba formando a un grupo de jóvenes
y le habían respondido con una faena, en aquel momento los cesó y los expulsó
de la asociación; después fue a casa de Eleuterio,
contó a sus padres lo ocurrido y el padre, Paco
Lombardo “El de Margarita”, le
dijo sorprendido:
-
¡No me diga usted eso D. Felipe, no
me diga! ¡Tan honrados como son! ¿Cómo han podido hacer eso?
D. Felipe, viendo el
impacto que les había causado la noticia, salió de la casa y se marchó.
Ellos
se comprometieron con sus padres a pagar el dinero cogido de la tesorería con
sus ahorros pero, por culpa de la trastada, después de la visita del cura a sus
domicilios ya recibían menos paga de sus padres. Como no encontraban una respuesta
positiva para reponer el dinero Frasco comenzó
a poner en marcha una estrategia pícara…
¡Cogerle a sus padres alpiste del montón que
tenían en la cámara y venderlo en la tienda de la “Chocolata”!
Para
conseguirlo Frasco subía a la
cámara, se lo guardaba entre la ropa, salía a la calle, en la esquina lo
esperaban Eleuterio y Blas con unas talegas, le recogían la
mercancía, la llevaban a la tienda, la vendían y cobraban. Como el invento ya
se estaba repitiendo varios días seguidos el padre de Frasco se mosqueó mucho porque lo veía subir con más frecuencia de
lo normal a la cámara. También porque al guardarse el alpiste éste entraba en
contacto con la piel, le hacía padecer muchos picores y por eso se tenía que
rascar más que un mono. Estas dos realidades, para una persona mayor,
resultaban chocantes y un día no se aguantó ya y le dijo:
-
¿Qué negocio te traes entre manos para
que subas tanto a la cámara?
Frasco le respondía,
cada vez, con un achaque diferente y así capeaba el temporal pero las
triquiñuelas siempre tienen un límite y un día la casualidad hizo que su padre
descubriera lo que estaba haciendo. El padre
subía a la cámara por cebada para los animales y su hijo bajaba en ese momento relleno de alpiste. Como las escaleras
eran estrechas, Alonso se apoyó en
su hijo al cruzarse, se agarró a él por el vientre y entonces descubrió porqué
subía y bajaba tanto a la cámara y porqué se rascaba tanto.
Como
las ventas a la “Chocolata” se
interrumpieron pues no podían liquidar la trampa con prontitud, pensaron cómo
arreglar el problema y entonces inventaron otra estrategia… ¡Balcinarían las gavillas de trigo segadas,
desde el campo a la era, de los agricultores que los contrataran!
El
primer encargo lo recibieron de Agustín
Castellano “El del Cine Cervantes”,
hablaron de los precios y, como era mayor y ellos unos mozuelos, les recomendó
que fueran prudentes en el transporte pues si no lo hacían bien se perdía mucho
trigo. Ellos sabían que esas recomendaciones que les hacía todos los días eran
verdaderas pero, como tenían prisa para recuperar el dinero que necesitaban,
trabajaban muy acelerados y el viejo no cesaba de darles la murga con la misma
cantinela:
-
¡Chiquiiillos, que me estáis haciendo
perder mucho trigo con las prisas!
Mientras
cargaban el último porte maquinaron una jugarreta para fastidiar al señor Agustín por las monsergas que les dio …
¡Cuando transportaran la mies hacia la
era volcarían el carro!
Ocurrió
lo que Agustín había intentado
evitar, se perdieron muchas espigas con el accidente provocado pero ellos se
sintieron felices con lo que hicieron. Como habían acabado el encargo pues
acordaron con Agustín que irían por
el cine para cobrar el trabajo.
Al
día siguiente estaban deseando que llegara la noche para cobrar, Blas se acercó por la calle hasta la ventanilla
de la taquilla, comprobó que estaba allí esperándolos y le dijo:
-
Agustín, estamos aquí… ¿Podemos
pasar?
-
¡Claro!
Después
de los saludos de rigor, ajustaron las cuentas según el número de portes y el
precio de cada uno. Cuando quedó fijada la cantidad final todos estaban de
acuerdo y, cuando ya sólo quedaba que Agustín
les pagara, éste les dijo:
-
Bueno, como en el último viaje perdí mucho trigo mis cuentas son otras, os
pagaré la MITAD.
Ellos
protestaron pero nada consiguieron porque el señor Agustín se mostró inflexible.
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