Colaboración de Paco Pérez
Los hombres
nos empeñamos en descifrar los misterios que nos rodean y en religión, con el
de la Santísima Trinidad… ¿Hemos dejado de preguntar o de intentar explicar
qué es?
Si las
actitudes y los comportamientos humanos no los entendemos, a veces… ¿Es razonable intentar comprender las cosas
de Dios?
Lo
importante no es entender el misterio
sino tratar de vivir a diario el camino
que nos han regalado el Padre, Jesús y el Espíritu.
Dios es bueno y ama a todos los
hombres y esta realidad bíblica no es comprendida por quienes tuvieron un
aprendizaje religioso incorrecto. Opino así porque se nos enseñó: [Dios es nuestro Padre, premia a los buenos
y castiga a los malos.].
Esta
desviación no hubiera ocurrido si se les hubiera leído:
- Mateo 5,45: […para
ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y
buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos.].
- Romanos 5,6.8: [Dios
es siempre favorable al hombre, aun cuando éste se profese enemigo suyo.].
De
haber arrancado aquí nuestra enseñanza entonces no nos habríamos desviados de
la verdad: Dios nos ama a todos de la
misma manera porque nos acepta con nuestras virtudes y defectos, aunque en
determinados momentos lo insultemos o reneguemos de Él. Nunca discrimina por posición social, raza,
religión… ¿Somos nosotros como Él?
Creo
que no porque nos mandó a su Hijo, lo dotó de condición humana para
facilitarnos la comprensión de su misterio pero el judaísmo no lo aceptó y en
vez de amigo lo consideraron un peligro para el desarrollo de su labor
religiosa… ¡No comprendieron la
sencillez de su mensaje! ¿Lo
entendemos en nuestros días?
Jesús, a pesar de todo el mal que le
hicieron, enseñó el camino del perdón y lo hizo mostrando la diferencia de
comportamiento que hay entre la actuación
humana, ojo por ojo, y la de Dios, perdonar las ofensas setenta veces siete. Además, para que
comprendieran mejor sus palabras, les regaló la parábola del “Hijo pródigo”. También dejó muy claro
que si no rectificamos y perdonamos a los demás sus ofensas el
Padre tampoco nos perdonará las nuestras.
Les recomendaba no establecer diferencias
entre las personas, les proponía que en las relaciones hubiera AMOR e IGUALDAD y para conseguir esa meta, como una cosa es decir y otra hacer, les enseñó el camino con este
ejemplo, “lavó los pies a los que le
acompañaban en la mesa”.
Los
hombres tenemos de Dios una idea real… ¡Es muy poderoso! Pero, partiendo de esa
verdad, cuando nos visitan los problemas, perdemos la confianza en Él y comenzamos a cuestionarle ese
poder… ¿Por qué?
Como no
comprendemos ese gran misterio pues el día que actuamos así es porque el egoísmo
se instala en nosotros y entonces dejamos de amarlo, le damos la espalda y perdemos
nuestra capacidad de aceptación… ¿Hemos
pensado cómo se puede sentir Dios cuando se vea acusado de no ser sensible con
los problemas de los demás y que lo rechazamos por esa idea absurda?
Se
repite con frecuencia esta escena porque de Dios nos venden una imagen negativa de indiferencia e
insensibilidad ante los problemas de la humanidad cuando la realidad es otra
pues Jesús siempre se mostró de
manera totalmente contraria cuando se le presentaban situaciones de dolor…
¿Cómo es posibles hablar así del Padre
si el Hijo enseñó el bien y el Espíritu Santo ayudó a los discípulos a
comprender?
La
prueba está en Mateo 9, 36: [Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban
desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.].
Hoy
se nos muestra el proyecto creador
de Dios y en él van apareciendo los
elementos del conjunto hasta que su obra fue completada. La Palabra también estaba presente desde
el inicio y cuando llegó el momento, al final de los tiempos, se encarnó en el Hijo; nos enseñó con sencillez cómo es el camino del Reino y nos
regaló la presencia permanente del Espíritu Santo para que nos ayude.
El
salmista reconoce la grandeza de Dios haciendo una enumeración de sus
obras majestuosas y a su vez, por ese reconocimiento, se sorprende de que siga
empujando al hombre, a pesar de lo mal que se porta con Él.
El
hombre, por el pecado, estaba en deuda con el Padre pero, por la fe, Jesucristo
nos liberó de nuestra carga, nos hizo libres y nos regaló la esperanza de
conseguir estar un día junto a Dios en
el Reino.
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