Colaboración de Paco Pérez
LA EVANGELIZACIÓN
Seguir
a Jesús fue, y es, una decisión
personal que los empujaba a abandonar la casa para incorporarse con total
dedicación al seguimiento, quienes lo hacían formaban parte de “los carismáticos itinerantes”. Los
miembros de este grupo cristiano comenzaron a practicar con radicalismo
el abandono del lugar de nacimiento,
la familia, las posesiones, todo lo que daba seguridad personal... El número de
componentes no estaba restringido a los doce sino a todos los que respondieron
a la llamada de Jesús… ¡¡¡Venid!!!
Nombró
a 72 nuevos discípulos, los envió a predicar de dos en dos e iban de manera
ambulante de un lugar para otro. Antes de partir les dio los consejos
necesarios para realizar tan compleja labor y les regaló la capacidad de obrar
milagros. Él sabía que la tarea que les esperaba no era sencilla pues conocía
cómo se comportaban los hombres con los otros hombres.
En
Jerusalén solían estar los que
tenían la misión de organizar y formar a los nuevos miembros y desde allí se
marchaban en misión a los lugares de apostolado para la iniciación de nuevas
comunidades, predicar la Palabra, ayudar, realizar curaciones…
Los
“misioneros itinerantes” no iban por libre sino
siguiendo la línea del grupo organizativo al que se unieron. Uno de ellos era
conocido como “El de los siete”, Esteban estaba al frente de él y tenían
la responsabilidad de realizar la “distribución
de alimentos”. Pablo y Bernabé también pertenecieron a otro
de estos grupos ambulantes.
El “camino del seguimiento” lo expresó Jesús con sus frases enigmáticas, una está
recogida en Mateo 8, 20: [Las
zorras tienen madriguera y los pájaros del cielo nido, pero el Hijo del hombre
no tiene donde reclinar la cabeza.].
Cuando regresaron
sus enviados lo hicieron muy contentos y contaban las maravillas que habían
realizado y vivido.
La
evangelización no es responsabilidad
de unos pocos sino de todos los que se sientan seguidores de Jesús. Quienes la hagan no se
preocuparán de tener lo que la sociedad anhela: Comida, calzado, dinero,
vivienda… Deberán actuar despreocupados de estas ataduras y confiar en que
serán recibidos, acogidos y atendidos por quienes deben cambiar sus
comportamientos. Tampoco debemos olvidar que esta labor puede ocasionar la persecución
y el rechazo pero también, cómo no, la solidaridad y el respaldo de otros.
Los
discípulos de Jesús saludaban proclamando la “paz” en su verdadera
dimensión: Compartir, curar a los enfermos, liberar a las personas de sus
tormentos, transmitir la buena
noticia de que está próxima la venida del
“Reino de Dios”…
No
debemos olvidar que Dios siempre se
preocupó de nosotros y hoy queda probado en ISAÍAS 66, 10-14C. En él comprobamos cómo animaba el
profeta a los habitantes de Jerusalén
durante el destierro de Babilonia y
los fortalecía en los sufrimientos que padecían con noticias de esperanza para
el futuro pues, sin manifestarlo expresamente, les anunciaba que vendrían días
de alegría para quienes confiaban y esperaban en el Señor.
San Pablo instruyó a la comunidad cristiana
en la necesidad de rechazar la actitud humana, tan generalizada, de buscar el encumbramiento de los hombres mediante
los homenajes, las alabanzas y los abrazos cuando el único premio que debemos buscar es el que se nos
regaló con la entrega de Jesús en la
cruz.
Los
hombres perdemos el tiempo organizando nuestra vida con planteamientos
equivocados y, por ellos, convertimos en cumplimiento religioso prioritario lo
que no es y dejamos pasar de largo lo esencial, cambiar de actitud y de
comportamiento. Está en GÁLATAS 6, 15: [Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una
criatura nueva.].
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