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sábado, 6 de julio de 2019

¿QUÉ IMPLICA SEGUIR A JESÚS?


Colaboración de Paco Pérez
LA EVANGELIZACIÓN
Seguir a Jesús fue, y es, una decisión personal que los empujaba a abandonar la casa para incorporarse con total dedicación al seguimiento, quienes lo hacían formaban parte de “los carismáticos itinerantes”. Los miembros de este grupo cristiano comenzaron a practicar con radicalismo el abandono del lugar de nacimiento, la familia, las posesiones, todo lo que daba seguridad personal... El número de componentes no estaba restringido a los doce sino a todos los que respondieron a la llamada de Jesús… ¡¡¡Venid!!!

Nombró a 72 nuevos discípulos, los envió a predicar de dos en dos e iban de manera ambulante de un lugar para otro. Antes de partir les dio los consejos necesarios para realizar tan compleja labor y les regaló la capacidad de obrar milagros. Él sabía que la tarea que les esperaba no era sencilla pues conocía cómo se comportaban los hombres con los otros hombres.
En Jerusalén solían estar los que tenían la misión de organizar y formar a los nuevos miembros y desde allí se marchaban en misión a los lugares de apostolado para la iniciación de nuevas comunidades, predicar la Palabra, ayudar, realizar curaciones…
Los “misioneros itinerantes” no iban por libre sino siguiendo la línea del grupo organizativo al que se unieron. Uno de ellos era conocido como “El de los siete”, Esteban estaba al frente de él y tenían la responsabilidad de realizar la “distribución de alimentos”. Pablo y Bernabé también pertenecieron a otro de estos grupos ambulantes.
El “camino del seguimiento” lo expresó Jesús con sus frases enigmáticas, una está recogida en Mateo 8, 20: [Las zorras tienen madriguera y los pájaros del cielo nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.].
Cuando regresaron sus enviados lo hicieron muy contentos y contaban las maravillas que habían realizado y vivido.
La evangelización no es responsabilidad de unos pocos sino de todos los que se sientan seguidores de Jesús. Quienes la hagan no se preocuparán de tener lo que la sociedad anhela: Comida, calzado, dinero, vivienda… Deberán actuar despreocupados de estas ataduras y confiar en que serán recibidos, acogidos y atendidos por quienes deben cambiar sus comportamientos. Tampoco debemos olvidar que esta labor puede ocasionar la persecución y el rechazo pero también, cómo no, la solidaridad y el respaldo de otros.
Los discípulos de Jesús saludaban proclamando la “paz” en su verdadera dimensión: Compartir, curar a los enfermos, liberar a las personas de sus tormentos, transmitir la buena noticia de que está próxima la venida del “Reino de Dios”…
No debemos olvidar que Dios siempre se preocupó de nosotros y hoy queda probado en ISAÍAS 66, 10-14C. En él comprobamos cómo animaba el profeta a los habitantes de Jerusalén durante el destierro de Babilonia y los fortalecía en los sufrimientos que padecían con noticias de esperanza para el futuro pues, sin manifestarlo expresamente, les anunciaba que vendrían días de alegría para quienes confiaban y esperaban en el Señor.
San Pablo instruyó a la comunidad cristiana en la necesidad de rechazar la actitud humana, tan generalizada, de buscar el encumbramiento de los hombres mediante los homenajes, las alabanzas y los abrazos cuando el único premio que debemos buscar es el que se nos regaló con la entrega de Jesús en la cruz.
Los hombres perdemos el tiempo organizando nuestra vida con planteamientos equivocados y, por ellos, convertimos en cumplimiento religioso prioritario lo que no es y dejamos pasar de largo lo esencial, cambiar de actitud y de comportamiento. Está en GÁLATAS 6, 15: [Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una criatura nueva.].


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