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jueves, 17 de octubre de 2019

EN EL VELATORIO DE…


Colaboración de Paco Pérez
CRISTINILLA “LA TOLOVEA”
Antiguamente, cuando alguien moría, el cadáver era velado en las casas y durante las conversaciones que se tenían en ellos, a veces, se protagonizaban escenas cómicas espontáneas en las que sus intervinientes no buscaban meter alboroto sino que ocurrían de manera casual pero causaban tal impacto en los presentes que con el paso de los años continuaban hablando de ellas y aún las siguen recordando. Eso fue lo que ocurrió con esta señora.

Me contó Pedro Berrio Melguizo que cuando esta señora murió hubo una escena de las descritas pero tuvo la pinta de no ser espontánea sino la de haber sido ideada por una señora de las que allí estaban presentes para pasar a la posteridad por su ocurrencia.
Todos sabemos que las mujeres de antes tenían la costumbre de preparar la mortaja y de comunicarle a alguna persona femenina de su familia, o vecina, dónde la tenía guardada. En este caso, la señora Cristina también lo había hecho y la persona a la que le hizo el honor de comunicarle su deseo comentó todos los detalles con otras vecinas durante el velatorio. Como ya era tarde y quedaban los familiares y las personas más amigas pues un familiar hizo café y comenzó a servirlo. Una de las señoras que acudió a la casa cuando murió y ayudó a la familia en el acto de ponerle la “mortaja” maquinó una historieta rara y mientras lo tomaban la puso en marcha. Lo hizo recordándoles que ella le había puesto las medías y que éstas, al ser nuevas, tenían un cartoncillo tan bien enganchado con un hilo de plástico que la obligó a tener que cortarlo con las tijeras.
Las demás señoras se quedaron sorprendidas y una le dijo:
- María… ¿Y qué pasó con el cartón?
Les había contado ese detalle para despertarles su curiosidad y para que después, cuando les comunicara su invento, su relato les impresionara. Antiguamente las cosas que estaban relacionadas con los muertos eran muy respetadas y causaban mucho miedo.
No respondió a su pregunta de inmediato, ellas esperaron impacientes sus palabras mientras bebían el café en silencio.  Observó sus caras y puso en marcha en marcha su plan diciéndoles:
- No hagáis ningún gesto raro cuando escuchéis lo que os voy a decir ahora.
- ¿Qué has visto? –le preguntó otra vecina.
– No he visto a nadie pero me he encontrado una cosa muy rara.
El miedo fue entrando en el cuerpo de las reunidas y Antonia le preguntó mostrándole una cara muy preocupada:
- ¿Qué has encontrado?
¡Me he encontrado en el café el cartoncillo que iba enganchado en las medias de Cristinilla!
Otra vecina tomaba en esos momentos un sorbo de café, no reaccionó bien y lo vomitó.
Los presentes reaccionaron acudiendo hasta ella para saber cómo estaba y preocuparse por lo que le había ocurrido. Cuando la señora se recuperó de la impresión y estuvo en condiciones de hablar les comunicó lo que había sucedido:
- Me ha impresionado lo que ha contado María que le ha pasado, yo no me lo esperaba, me he atragantado y me iba a ahogar.
La broma ideada por esta señora pudo haber acabado en tragedia y entonces, para tranquilizarlos, tuvo que reconocer que todo había sido un invento de ella.



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