Colaboración de Paco Pérez
EL REPISCO
Capítulo I
Los hechos ocurrieron en 1960 y me fueron contados por uno de
sus protagonistas, Juan
José Castillo Mata “El Espartero”.
En
nuestro pueblo, “El Paseo” sigue
siendo el punto de encuentro para los lugareños porque en él es donde tenemos los
lugares públicos en los que gestionamos nuestros asuntos, donde más
concentración de actividad comercial hay, donde las fiestas se viven más, donde
se ponen en escena la mayoría de los eventos culturales que celebramos, donde
se paseaba la juventud para ver a las personas del sexo contrario, donde los
mozos le tiraban los tejos a las muchachas y… ¡Donde también venían los charlatanes a vender sus mercancías para
engañar a los que picaban!
No
obstante, para mí, hay una calle que es la reina de la historia local y la más
popular… ¡La Luna!
¿Por
qué la recuerdo hoy?
Porque
los protagonistas de este relato nacieron allí, vivieron allí y porque yo me
crié y jugué en aquel entorno.
Los
hechos del relato ocurrieron en los años en que había muchas necesidades en
todas las familias y por esa razón, como las dificultades despiertan la
imaginación, pues se acostumbraron a defenderse de las dificultades de la vida cuando
tenían pocos años. Como fruto de esa realidad sus mentes se despertaron
anticipadamente en todos los campos y, ayudados por los reflejos mentales que
les daba esa formación humana, escenificaban cuadros cómicos como el que voy a
presentar a continuación.
Todos
sabemos que con el paso del tiempo las palabras que un día comunicamos a otros
con total despreocupación más tarde se pueden convertir en un arma arrojadiza
contra quien las pronunció.
Esta
historia ocurrió unos años después de los hechos que vivió Juan José cogiendo higos pero en esta ocasión ya no se relacionaba con
aquellos diablillos sino con otro grupo de personas distinto pues la mayoría de
los antiguos componentes de la pandilla se habían marchado con sus padres, a
Cataluña o a Madrid, en busca de trabajo y en el pueblo sólo quedaron José Álvarez “Maino” y él.
La
nueva pandilla de Juan José estaba
formada por Amador González “El Barbero”, Juanito Lerma “El Herrero”,
Juan “El Pavo” (Guardia Civil), Sebastián
“El de Inés” y Juan Tomás “El Ciego”.
Juan Tomás era hijo de Emilio “El Colorín” y Manuela “La Paloma”.
Ya
estaban hechos unos mozalbetes y daban sus primeros pasos en el mundo laboral,
el mayor de ellos era Juan Tomás y
éste, en esas fechas, ya estaba novio con la muchacha que después sería su
esposa. Entonces, los noviajes eran de paseo,
banco, charlas y comer pipas.
Al
atardecer, cuando daban de mano en sus ocupaciones laborales, se reunían en la
concurridísima “esquina del Ratón” y
allí pasaban el rato hasta que regresaban a casa para cenar. Según Juan José, los más jóvenes tenían
curiosidad por conocer los temas que se relacionaban con las mujeres y entonces
preguntaban a Juan Tomás por estar ya
novio y éste, en una ocasión, les dijo que al acercarse a ella para pasear,
antes de saludarla, le tiraba un repisco
en los cachetes. Aquella noticia les hizo reír mucho y Juan José ideó una acción para que el novio se acordara de sus
malas costumbres repisqueras durante mucho tiempo.
Las
mujeres salían de paseo en pandilla o en parejas y siempre iban cogidas del
brazo. Los hombres revoloteaban a su alrededor y los que estaban interesados en
alguna muchacha iban también en parejas, por esa razón Juan José y Juan Tomas la
formaban para “echar un gancho”= “acercarse a una mujer para pasear o ennoviarse”
pues, por su invidencia, necesitaba llevar un lazarillo a su lado para que lo
pusiera al lado de la novia.
Un
domingo ya habían acordado bajar al atardecer hasta “El Paseo” para charlar con las señoritas. Juan José se acordó de la historia que les contó sobre el “repisco” y se propuso hacerle a su
amigo esa noche una jugarreta graciosa.
Juan José recogió a Juan Tomás en su casa, éste se cogió
del brazo de su amigo y caminaron charlando hasta el lugar de encuentro. Cuando
estuvieron en él le preguntó al lazarillo:
-
¿Han venido ya?
–
Sí. Van delante de nosotros, no hables ahora que tienes una voz muy ronca y te
pueden escuchar desde la ermita, así las pillaremos de espaldas cuando nos
acerquemos… ¡Menuda sorpresa se van a llevar! – le contestó Juan José.
Aquella
tarde la novia paseaba con su vecina, Isabel
“La Ratona”-después se ennovió y casó
con Juan “El Jamilenúo”-, Juan José
lo cogió del brazo y, en esta ocasión, no lo puso al lado de su novia sino
junto a Isabel… ¿Qué ocurrió?
Que
a los dos segundos de llegar se escuchó un guantazo tan grande que sonó como el
tambor de Santiagorro, Juan Tomás no comprendía lo que le
había pasado y al recibir el golpe gritó:
-
¡Ayyy! ¿Qué coño ha pasado aquí?
Juan José se meaba de
risa mientras Isabel le gritaba:
-
¡Juan Tomás, eres un sinvergüenza!
Cuando
él escuchó la voz de Isabel se dio
cuenta de que el culpable había sido el lazarillo y entonces le dijo:
-
¡“Esparteroooo”, me cago en la madre
que te parió, me la tienes que pagar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario