Colaboración de Paco Pérez
¿QUÉ NOS ENSEÑÓ JESÚS?
¿Creemos en la
resurrección o nos ocurre como a los saduceos?
Éstos
no creían, nosotros decimos que sí pero si las circunstancias nos colocaran
frente una decisión crucial para nuestra vida, lo que ocurrió a los siete hermanos Macabeos, y tuviéramos
que tomar en unos momentos la decisión radical de tener que elegir entre seguir
fieles al Señor y morir por Él o negarlo para transitar junto a las
bondades de la vida... ¿Qué decisión
tomaríamos?
Los
saduceos le mostraron a Jesús el argumento con el que podían demostrar su no creencia en la resurrección, lo hicieron con un ejemplo y está recogido
en Lucas 20, 28-33:
[Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le
muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé
descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó
y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los
siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la
resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado
casados con ella.].
Ellos
con su planteamiento erróneo le facilitaron a Jesús la oportunidad de clarificar lo que sucederá después de la muerte. Leemos Lucas 20, 34-36:
[Jesús les
contestó:
- En esta vida, hombres y mujeres se
casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección
de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles;
son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.].
Antes
de Jesús la muerte había sido dogmatizada
por quienes tenían capacidad para influenciar en la sociedad y para hacerlo se
sustentaban en hechos abominables que
sólo se sostenían en pie porque el nivel cultural del receptor era tan pobre
que los encargados de dirigir el rumbo de su espiritualidad los llevaban y
traían a donde querían. Éstos dieron pie a una creencia errónea sobre el más
allá pues estuvo basada en los sacrificios humanos que se hacían para agradar
al dios pagano Moloc en la Gehenna, el valle que rodeaba la ciudad
de Jerusalén… ¿Cómo podían matar a las personas para ofrecerlas en sacrificio a su
dios?
Esas
acciones lamentables que realizaron en ese lugar empujaron a los profetas a
maldecir el valle y así, con el paso de los años, fue considerado como el lugar
en el que estaba localizado un “infierno
de fuego” al que iban a parar las personas que realizaban malas acciones
durante su vida. Por la divulgación de esa idea el pueblo de Israel creía que al morir las personas bajaban
al "sheol", lugar situado
en las profundidades de la tierra o de las aguas, a él irían las personas
buenas y las malas después de morir, donde estarían sin recibir premios ni
castigos.
Esta
creencia estaba instaurada en el pueblo pero un poco antes de la venida de Jesús ya se comenzó a plantear que después de la muerte habría premios o castigos para las personas
según el buen o mal comportamiento que hubieran tenido.
Jesús también habló
del momento final de la vida y del después de ella en la línea de la
tradición del pueblo de Israel pero no
lo hizo confirmando que era una verdad definitiva… ¿Por qué?
Porque
Él transmitía el mensaje de que
debíamos tener fe en el Padre y confiar en que la muerte no es el punto
final que se pone a nuestra vida sino una puerta que se cierra y otra que se
abre cargada de esperanza pues
entraremos en un algo diferente.
Cuando
Israel fue dominado por los griegos Seléucidas, los judíos los
recibieron bien pero cuando su rey quitó al sumo sacerdote de su función
pastoral para alejar a los judíos de sus tradiciones religiosas, el pueblo se
sublevó y los enfrentamientos llevaron a muchos judíos hasta el martirio. El hechos
más cruel estuvo en la muerte de los
siete hermanos Macabeos, ninguno renegó de sus principios religiosos sino que
comunicaron a los verdugos que no quebrantarían la Ley y que mantendrían su confianza en el Padre porque les devolvería
la vida después de la muerte. Lo comprobamos en:
2 Macabeos 7,
9:
[Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero,
cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una
vida eterna.].
2 Macabeos 7, 14: [Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando
se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la
vida. ].
Pablo nos invita a
confiar en el Señor pues por el gran
amor que nos tiene nos consolará en los momentos delicados que
nos presente la vida, nos dará la
esperanza que necesitamos para luchar confiados en que todo se arreglará y
así, con estas ayudas, podremos seguir nuestro camino haciendo el bien a los demás.
También
nos aconseja que perseveremos en la oración para que el Señor nos libre de los peligros que nos acechan y nos ayude a seguir contribuyendo a que la palabra de Dios siga divulgándose.
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