Colaboración de Paco Pérez
LOS CUÑADOS
Una
hermana de Carmen, la esposa de Miguel “Matachinas”, casó con un señor cuya familia era originaria de Almuñécar, éste trabajaba en la fábrica
que Seat tenía en Barcelona y por eso vivían en esa
ciudad.
El
cuñado enfermó del corazón y, a los 14 años de estar trabajando, tuvo que
jubilarse. Esta circunstancia le permitía venir a Nerja de vacaciones con mucha
frecuencia y eran acogidos por Miguel y Carmen en su casa.
En
los días que pasaba Miguel junto al cuñado catalán éste no cesaba de llamarlo
por el apodo, “Matachinas”. A él no
le molestaba que lo llamaran así porque puedo afirmar con rotundidad que
llamarlo con el apodo era hacerle un cumplido pues en el bloque de pisos que
levantó para albergar a la familia, sobre la puerta de acceso, tiene ese
nombre.
Un
verano, como de costumbre, los cuñados de Miguel
vinieron a Nerja de vacaciones y,
cuando se reunían, el cuñado siguió con la costumbre de no dirigirse a él como Miguel sino con el popular apodo de “Matachinas”.
Una
tarde hicieron planes para viajar al día siguiente hasta Almuñecar con la intención de visitar a la familia de su cuñado,
había nacido allí.
A
la hora acordada se marcharon hasta ese pueblo vecino, visitaron a los familiares
y en las conversaciones que tuvieron también siguió con la fea costumbre de no
llamarlo por su nombre y de estar llevando el apodo “Matachinas” de un lado para
el otro.
Cuando
acabaron con la familia entraron en un bar para tomar unas cervezas, el cuñado se
encontró en el local con un viejo amigo y este lo saludó así:
-
¿Qué tal te encuentras “canario”?
Miguel, como era un
hombre prudente, guardó silencio durante la conversación que el cuñado tuvo con
los amigos pero cuando se quedaron de nuevo solos le dijo:
-
¡¡¡No está mal cuñado, no está mal!!!
El
catalán no comprendía esas palabras de Miguel
y le preguntó:
-
¿Qué dices?
-
Pues que llevas un montón de años llamándome “Matachinas” siempre que tienes que decirme algo y ahora me entero después
de tantos años que tú eres de la familia de “Las plumas”… ¡¡¡Bien guardado te lo tenías ahí dentro!!!
-
¿Qué dices tú de “Las plumas”?
-
Que nadie sabía en la familia que te llamaban en Almuñécar “El Canario”.
-
¿Qué importancia tiene eso?
-
Ninguna y por eso tú siempre me has llamado a mí “Matachinas” y yo a ti por tu nombre, José… ¡¡¡No está mal, “Canario”!!!
Unos
años después, también en verano, Miguel y Carmen fueron a Barcelona de vacaciones y, cuando saludaron a los familiares, Miguel quedó sorprendido con el bigote
que tenía José y, como era muy
espontáneo, le dijo:
-
¡¡¡Madre mía, qué bigotón te has dejado!!!
-
¿Qué le pasa?
-
Nada, que cuando te vi creía que eras un chino.
Se
rieron con la respuesta de Miguel y
cuando la conversación giró por otros derroteros les anunció José:
-
Me pienso arreglar la boca, dentro de unos días comienzo a ir al dentista.
–
¿La boooocaaaa?
Será
mejor que digas el “hocico-bigotón” -le aconsejó Miguel.
Esta
expresión le causó mucha gracia al cuñado y fueron divirtiéndose con las bromas
hasta el “Hogar del Jubilado”. Como José era muy manitas pues iba
por allí para enseñar a los mayores a realizar actividades de manualidades. Miguel asistió un día a su clase y
comprobó que José era muy arisco con
los viejos cuando se equivocaban al realizar el trabajo. Después, cuando ya
estaban solos en un bar tomando unas cervezas, le dijo:
-
Si sigues así te vas aquedar solo en cuatro días.
-
¿Qué quieres que haga?
–
Lo primero que harás será no enseñárselo en catalán, la mayoría son andaluces y por eso no entienden lo que les
enseñas.
-
¿Cómo quieres que se lo enseñe?
–
En un gracioso y amable andaluz-malagueño.
Otra
mañana José lo llevó hasta el local
comercial en el que su hijo regentaba una tienda de cuadros, ésta tenía un
sótano y en él se hacía el montaje de los marcos. Así fue como conoció Miguel la tienda, bajaron al sótano y José comenzó a realizar su trabajo,
montar los cuadros encargados. Cuando acababa unos cuantos mandaba a Miguel que los subiera a la tienda, en
ella atendía al público el hijo de José.
Miguel se pasó toda
la mañana subiendo y bajando las escaleras con los cuadros y, como consecuencia
de tanto subir, terminó muy cansado. Al día siguiente José le propuso a Miguel
volver por la tienda y éste le respondió así:
-
¡¡¡Hoy te vas a ir a ella acompañado de
tu abuela!!!
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