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jueves, 14 de noviembre de 2019

LAS COSAS DE NERJA


Colaboración de Paco Pérez
LOS CUÑADOS
Una hermana de Carmen, la esposa de MiguelMatachinas”, casó con un señor cuya familia era originaria de Almuñécar, éste trabajaba en la fábrica que Seat tenía en Barcelona y por eso vivían en esa ciudad.
El cuñado enfermó del corazón y, a los 14 años de estar trabajando, tuvo que jubilarse. Esta circunstancia le permitía venir a Nerja de vacaciones con mucha frecuencia y eran acogidos por Miguel y Carmen en su casa.
En los días que pasaba Miguel junto al cuñado catalán éste no cesaba de llamarlo por el apodo, “Matachinas”. A él no le molestaba que lo llamaran así porque puedo afirmar con rotundidad que llamarlo con el apodo era hacerle un cumplido pues en el bloque de pisos que levantó para albergar a la familia, sobre la puerta de acceso, tiene ese nombre.

Un verano, como de costumbre, los cuñados de Miguel vinieron a Nerja de vacaciones y, cuando se reunían, el cuñado siguió con la costumbre de no dirigirse a él como Miguel sino con el popular apodo de “Matachinas”.
Una tarde hicieron planes para viajar al día siguiente hasta Almuñecar con la intención de visitar a la familia de su cuñado, había nacido allí.
A la hora acordada se marcharon hasta ese pueblo vecino, visitaron a los familiares y en las conversaciones que tuvieron también siguió con la fea costumbre de no llamarlo por su nombre y de estar llevando el apodo “Matachinas” de un lado para el otro.
Cuando acabaron con la familia entraron en un bar para tomar unas cervezas, el cuñado se encontró en el local con un viejo amigo y este lo saludó así:
- ¿Qué tal te encuentras “canario”?
Miguel, como era un hombre prudente, guardó silencio durante la conversación que el cuñado tuvo con los amigos pero cuando se quedaron de nuevo solos le dijo:
- ¡¡¡No está mal cuñado, no está mal!!!
El catalán no comprendía esas palabras de Miguel y le preguntó:
- ¿Qué dices?
- Pues que llevas un montón de años llamándome “Matachinas” siempre que tienes que decirme algo y ahora me entero después de tantos años que tú eres de la familia de “Las plumas”… ¡¡¡Bien guardado te lo tenías ahí dentro!!!
- ¿Qué dices tú de “Las plumas”?
- Que nadie sabía en la familia que te llamaban en Almuñécar El Canario”.
- ¿Qué importancia tiene eso?
- Ninguna y por eso tú siempre me has llamado a mí “Matachinas” y yo a ti por tu nombre, José… ¡¡¡No está mal, “Canario”!!!
Unos años después, también en verano, Miguel y Carmen fueron a Barcelona de vacaciones y, cuando saludaron a los familiares, Miguel quedó sorprendido con el bigote que tenía José y, como era muy espontáneo, le dijo:
- ¡¡¡Madre mía, qué bigotón te has dejado!!!
- ¿Qué le pasa?
- Nada, que cuando te vi creía que eras un chino.
Se rieron con la respuesta de Miguel y cuando la conversación giró por otros derroteros les anunció José:
- Me pienso arreglar la boca, dentro de unos días comienzo a ir al dentista.
– ¿La boooocaaaa?
Será mejor que digas el “hocico-bigotón” -le aconsejó Miguel.
Esta expresión le causó mucha gracia al cuñado y fueron divirtiéndose con las bromas hasta el “Hogar del Jubilado”. Como José era muy manitas pues iba por allí para enseñar a los mayores a realizar actividades de manualidades. Miguel asistió un día a su clase y comprobó que José era muy arisco con los viejos cuando se equivocaban al realizar el trabajo. Después, cuando ya estaban solos en un bar tomando unas cervezas, le dijo:
- Si sigues así te vas aquedar solo en cuatro días.
- ¿Qué quieres que haga?
– Lo primero que harás será no enseñárselo en catalán, la mayoría son andaluces y por eso no entienden lo que les enseñas.
- ¿Cómo quieres que se lo enseñe?
– En un gracioso y amable andaluz-malagueño.
Otra mañana José lo llevó hasta el local comercial en el que su hijo regentaba una tienda de cuadros, ésta tenía un sótano y en él se hacía el montaje de los marcos. Así fue como conoció Miguel la tienda, bajaron al sótano y José comenzó a realizar su trabajo, montar los cuadros encargados. Cuando acababa unos cuantos mandaba a Miguel que los subiera a la tienda, en ella atendía al público el hijo de José.
Miguel se pasó toda la mañana subiendo y bajando las escaleras con los cuadros y, como consecuencia de tanto subir, terminó muy cansado. Al día siguiente José le propuso a Miguel volver por la tienda y éste le respondió así:
- ¡¡¡Hoy te vas a ir a ella acompañado de tu abuela!!!

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