Páginas

sábado, 22 de febrero de 2020

AMAR SIN INTERESES


Colaboración de Paco Pérez
ES BUSCAR EL REINO
Dios comunicó a Moisés que todos los hombres serían “santos” y esa condición la adquirirían porque Él lo era. La santidad es tratada en el texto del AT de manera diferente a como la entendemos vulgarmente, no es el premio humano que conceden los hombres a las buenas personas y sí es un rasgo que llevamos los hombres en nuestro interior desde que nacemos porque Dios es santo y nosotros, como hijos suyos, también lo somos.

Le aconsejó  que no se odiaran ni se guardaran rencor, que no respondieran con la venganza, que se amaran y que practicaran la acción valiente de reprender a quienes no caminaran con rectitud pues, de no hacerlo, la culpabilidad de sus actos podría recaer sobre quienes dejaran de cumplir con esa obligación.
¿Por qué pudo haberle hecho estas recomendaciones?

Tal vez, porque las invasiones y las deportaciones que habían sufrido los llevó a tener que luchar por mantenerse firmes en la pureza de sus principios religiosos ante el peligro del paganismo que los rodeaba para poder alcanzar la santidad.
El cumplimiento de tantos preceptos los llevó a establecer unas diferenciaciones sociales injustas e incorrectas pues fijaron una escala de méritos: Sacerdotes, varones, mujeres, personas sanas y los enfermos.
¿Por qué tenían que ser más “santos” los sanos que los leprosos o un sacerdote que cualquier otra persona?
Así fue como se crearon los elementos diferenciadores  y discriminatorios y no se preocuparon de practicar el comportamiento fraterno para que creciera entre ellos la ayuda mutua y la unión verdadera.
El pueblo judío vivía atrapado por las cadenas de una cultura que rezumaba odio por culpa de haber sido invadidos y deportados en varias ocasiones. En tiempos de Jesús, el Imperio Romano estaba aposentado en Israel, ellos los odiaban por eso y, a su manera, luchaban clandestinamente contra sus opresores por la liberación. Los “celotas” eran los abanderados de ese espíritu rebelde y combativo y “Barrabas” un destacado miembro de ellos. El clima de odio hacia el invasor lo ocasionó la represión, el sistema recaudatorio y la injusticia que les imponían.
Los judíos vivían esperanzados con la anunciada llegada del Mesías, ellos creían que vendría para luchar a su lado con una espada y así derrotarlos.
En este ambiente de expectativas de liberación y de odio se presentó Jesús, no vino con espada y les habló de una gran novedad. 
Leemos MATEO 5, 38-48:
[En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente.”

Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.”
Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. 
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?

Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?
Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.].
Cuando el pueblo escuchó estas propuestas se sorprendió mucho porque estaban educados, por las circunstancias históricas, en la cultura del “odio” y Jesús les propuso un comportamiento totalmente diferente… ¡Resistir, sin violencia, la injusticia de  quienes oprimían a los débiles!

Este comportamiento es una forma pacífica de comunicar sin palabras, a quienes abusan, que no se dejan humillar por quienes actúan con injusticia, sin dignidad y ausencia de humanidad.
Pablo afirmaba que las personas somos templo de Dios porque, al nacer, Él nos regaló su Espíritu y por esa razón habita en nosotros. Por ese planteamiento tenemos la obligación de cuidarlo y no destruirlo porque entonces lo destruiríamos a Él. Él nos recomendó, para alcanzar la sabiduría, que seamos prudentes.
Leemos 1ª CORINTIOS 3, 18-20:
[Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio.
Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: Él caza a los sabios en su astucia.
Y también: El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.].


No hay comentarios:

Publicar un comentario