Colaboración de Paco Pérez
RECUERDOS HISTÓRICOS
Capítulo III
Después
de las fiestas de 1978, nos
constituimos como Junta de Gobierno
con mandato de CUATRO años, previa
aprobación en la Asamblea anual, y
en la que habría Presidente, el Hermano Mayor del año, Secretario, Tesorero, Vocales y Coordinador, labor que desempeñé
durante ese tiempo.
En
nuestro primer año, en una de las reuniones, a propuesta de D. Antonio
López Mateos, comenzamos a mover el tema de la “Reforma de la Ermita” porque se habían observado unas grietas en la
junta de las paredes de la cúpula. Consultados los hechos con expertos locales éstos
subieron al tejado y confirmaron las sospechas: El tejado estaba construido con
la “técnica arquitectónica de parhilera”
y después del paso de los años el peso del tejado y el deterioro de las maderas
estaban empujando a las paredes hacia afuera, lo que ocasionaba las grietas.
El
24 de abril de 1979, se nombró una comisión para que estudiara la
viabilidad de la “Reforma de la Ermita”,
el 23 de mayo presentaron el informe
encargado, les fue aceptado y se aprobó convocar para el 29 de mayo una reunión en la que se constituyera la “Junta de Reforma de la Ermita”.
Quiero
hacer constar que D. Ildefonso Jiménez
García “Alonso” y yo, antes de las primeras elecciones municipales, visitamos de manera informal a D. Luciano Jiménez García, nuestro
alcalde, para proponerle el tema de la Reforma
con el PER y nos explicó que era
imposible hacerlo así porque ese dinero tenía unos destinatarios concretos y
para un fin diferente al que le proponíamos- fuimos dos veces y la respuesta siempre
fue la misma.
El
acelerón que le dimos al proyecto fue debido a que el 3 de abril D. Pascual Angulo Fernández ganó las
primeras elecciones municipales democráticas y se convirtió en nuestro nuevo
alcalde. También le comentamos de
manera informal nuestro proyecto y él nos dijo… ¡Adelante!
Se
mandó invitación para la reunión de constitución de la “Junta de Reforma de la Ermita” a: D. Leovigildo Hidalgo Rubio, el párroco; al Ayuntamiento; a D. Arsenio
Sánchez Bravo, Sargento de la G.C.; a D.
Antonio Cañas Calles, Director del Colegio; a los partidos políticos; a la Asociación
Cultural y al vecindario.
La
reunión tuvo lugar en el despacho del Sr.
Alcalde. Se distribuyeron las responsabilidades y hubo quienes rechazaron
formar parte de la Junta. El señor párroco, allí presente, no se manifestó en contra del
proyecto presentado y de los acuerdos tomados pero al día siguiente, en un
encuentro fortuito que tuvimos en la calle, me comunicó que no participaría
pero no me dio argumentos que justificaran su postura y le respondí que lo
respetaba pero no comprendía la decisión que había tomado.
Cuando
comenzamos la aventura dimos los pasos reglamentarios a nivel de Ayuntamiento con la participación del “Perito Municipal” para las valoraciones y permisos y, como es lógico, ante el Obispado.
Lo
que comenzó felizmente se convirtió en un lamentable espectáculo de luchas sin sentido unas fechas después,
cuando ya estaba todo en marcha, habíamos recaudado donativos y empezado las
obras.
Por
un lado la Iglesia: D. Leovigildo, el párroco, sabrá qué lo
movió a ponerse en contra nuestra y tampoco tuvo explicación que D. Miguel Peinado Peinado, el señor Obispo, actuara con la Junta de una manera inadecuada y me
tuviera dos desplantes
improcedentes, uno por teléfono y el
otro en una visita que le hice en el
Obispado con la intención de
averiguar qué habíamos hecho mal para recibir ese trato… ¡Trabajábamos para ayudar a la Iglesia y se pusieron estos clérigos en
contra nuestra!
Por
otro lado, el señor Alcalde fue
presionado por el PCE, según me
comentó él, y nos interrumpió el apoyo del PER
hasta que el Obispado autorizara
retirar de la Ermita las placas que había,
y aún hay, en ella en memoria de los vecinos que allí estuvieron presos antes
de morir por la acción de las milicias republicanas.
El
Obispado le respondió que aceptaba
la petición pero que antes, el Ayuntamiento,
debía conseguir la autorización de las familias. Ahí se atrancó el carro y
nosotros quedamos danzando en medio.
Como
Coordinador de la Junta de Reforma convoqué una reunión y en ella le recriminé al señor Pascual su comportamiento y le dije: Si tú nos hubieras comunicado este problema
en las conversaciones iniciales nosotros no hubiéramos movido nada. Él tuvo
la gallardía de reconocer, allí mismo, que mis palabras eran ciertas.
Unas
fechas después, tomando una cerveza, me comunicó: Vosotros continuáis con las obras y yo me encargaré de que se acaben tal
y como habíamos acordado. Cumplió su palabra actuando en silencio y sin
escuchar presiones.
Cuando
D. Leovigildo se marchó, vino D. Tomás Rivas Ayuso y el Obispado cambió de postura… ¿Por qué?
No
lo supimos nunca pero es una realidad que a partir de ahí comenzó a visitarnos D. José Casañas, un sacerdote que nos
fue orientando y ayudando. Este cura
sensato se volcó con nuestra causa y nos regaló maderas para las puertas y altar, materiales, la portada
que vino desde Linares…
¡Y
conseguir del Obispado que nos
concediera un préstamo de
CIENTO
CINCUENTA MIL pesetas!
Con
él dinero recibido dimos remate al anhelado proyecto de reforma, nos sobró el 50% y lo reintegramos después de presentar las cuentas.
Así
está ahora la Ermita con la portada que vino desde Linares y con las posteriores reformas que otras directivas le han
ido realizando.
No
puedo olvidarme del comportamiento que tuvo el vecindario pues respondió muy
bien con sus donativos, con materiales y regalando elementos decorativos en forja para el
interior… ¡Gracias a ellos se concluyó
la accidentada Reforma!
Un
tiempo después se organizó en Villargordo
un acto de acción de gracias al “Santísimo
Cristo de la Salud” por los hijos de Villargordo
que, perteneciendo a la Guardia Civil
y Policía Nacional, habían tenido la
suerte de no haber sufrido la acción criminal de ETA, entonces eran frecuentes en España los sangrientos atentados que ocasionaron 829 víctimas
mortales, entre miembros de las Fuerzas
de Seguridad del Estado y ciudadanos.
La
Junta funcionaba con tranquilidad,
una vez superados los problemas vividos con la Reforma, pero un día recibimos una carta de la “Comisión” que estaba organizando dicho
acto, en ella se presentaban en sociedad
ante nosotros y, a su vez, solicitaban
nuestra colaboración para dicho acto.
Este
hecho nos alteró de nueva la paz por estos dos puntos concretos:
1.-
Por el escrito recibido nos enteramos de
que un miembro de nuestra Junta de
Gobierno formaba parte de dicha Comisión
y que lo hacía en representación de la Cofradía.
2.-
Se nos hacían esta petición: [Que la
Cofradía pidiera al párroco que la misa se celebrara en la plaza de la Iglesia
y no en el interior del templo.].
Al
recibir el mencionado escrito convoque una reunión de la Junta de Gobierno para el día 6
de Junio de 1981 con la intención de informarles, debatir el texto recibido
y darles respuesta.
Una
vez informados, el componente aludido aclaró el punto que le afectaba en estos
términos: [No formo parte de esa Comisión
en representación de nuestra Cofradía
porque los
organizadores nunca hicieron tal petición a la Directiva y por esa razón el hecho de que yo participe es a nivel
personal, algo legítimo, pero no les da a ellos derecho a entender que nosotros
teníamos nombrado un representante.].
¡Nos enteramos de ello cuando se nos pidió
colaboración!
Nuestra
respuesta se sustentó en el deseo justo y legítimo de no entrar en escena
porque el asunto estaba teniendo connotaciones políticas y ya habíamos salido
demasiado quemados de las obras de la Ermita. Así les respondimos: [Nosotros no somos quienes debemos decirle al
párroco dónde se debe celebrar el acto pues esa decisión sólo corresponde a él.].
Acabados
nuestros cuatro años de nombramiento don Juan
Antonio Martos Expósito fue elegido Coordinador para el siguiente cuatrienio
en la Asamblea de 1982.
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